Cuestion De Dignidad
Enviado por Yennycita35 • 20 de Febrero de 2013 • 30.873 Palabras (124 Páginas) • 764 Visitas
CUESTIÓN DE DIGNIDAD
Aprenda a decir NO y gane autoestima siendo asertivo.
Autor: Walter Riso
El espíritu no debe ser jamás sometido a la obediencia.
Émile Chartier, “Alain”
Para que pueda ser he de ser el otro,
salir de mí, buscarme entre otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.
Octavio Paz
PRÓLOGO
Cuando los seres humanos se relacionan entre sí, se encuentran con un gran número de situaciones de
exigencia social. Estas demandas pueden provenir de un amigo, un familiar, un superior o un desconocido, y
adoptar la forma de ruego, mandato o favor. Aunque la respuesta natural a este tipo de requerimientos debería
estar guiada por lo que uno considera más adecuado, en muchas ocasiones las personas suelen estar tan
“presionadas” o “influenciadas” por los demás que terminan actuando en contra de sus propios principios,
creencias o conveniencias.
Nadie nace predeterminado a ser sumiso, esto se aprende de forma paulatina, “sin darse cuenta”. No es una
cuestión biológica ni hereditaria, es un comportamiento aprendido y por lo tanto modificable. Hemos descubierto
que si decidimos aceptar la manipulación de los demás no seremos recriminados e incluso podríamos ser
reforzados por tal sumisión, y que por el contrario, si decidimos defender nuestros derechos legítimos, la
situación producirá altos niveles de ansiedad, desaprobación o culpa.
Así, poco a poco, muchas personas van desarrollando un repertorio aparentemente adaptativo, pero en realidad
se van convirtiendo en “marionetas humanas” que pierden uno de los valores más importantes del ser: la
dignidad.
Desgraciadamente muchos individuos se habitúan tanto a la explotación y al abuso que ya no pueden procesar
adecuadamente la realidad en la que viven. En estos casos, “darse cuenta” de la manipulación es un requisito
imprescindible para cualquier entrenamiento asertivo posterior. El sujeto inasertivo se acostumbra tanto a las
injusticias de los otros que ya no siente malestar e inclusive puede llegar a percibir estos atropellos como
normales: “Así debe ser”. Múltiples ejemplos de la vida cotidiana confirman lo anterior: una mujer puede justificar
el maltrato de su esposo afirmando: “Él es así, ésa es su manera de ser”, o un empleado aceptar la agresión de
su jefe afirmando: “Él busca que todo funcione bien en la empresa”.
Este libro trata de abordar no solamente la falta de asertividad y cómo afrontarla, sino también el tema de los
derechos personales que pueden pasar inadvertidos para mucha gente, ya sea por un mal aprendizaje,
desconocimiento u olvido. Es decir, ningún tratamiento en asertividad puede llevarse a cabo de manera exitosa
si antes el paciente no toma conciencia de que su dignidad personal está siendo vapuleada y que por lo tanto
necesita defender sus derechos.
Walter Riso, el autor de este libro, es un reconocido psicólogo clínico que posee la compleja habilidad de escribir
contenidos técnicos en un lenguaje fácil, agradable y práctico, lo que resulta de gran utilidad, pues sabe llegar a
sus destinatarios. La contribución del autor a la difusión de la psicología es muy extensa y apoyada por muchos
asiduos lectores. Quien crea que escribir este tipo de libros es tarea fácil es porque nunca lo ha intentado. En mi
opinión, el presente texto cubre tres objetivos: a) Ayuda a prevenir los déficit de asertividad, b) Enseña a
comportarse de manera asertiva y da pautas de acción a las personas que ya tienen dificultades en este campo,
y c) Puede ayudar a descubrir la falta de asertividad en aquellos individuos que no son conscientes de sus
limitaciones. Pero lo que considero más importante del libro es su enfoque, ya que demuestra que la
inasertividad además de ser un problema de habilidades sociales, es también un problema de dignidad personal.
En resumen, este material es recomendable para todo tipo de personas, más allá de su formación y profesión,
por lo que aconsejo su lectura pausada y reflexiva. El lector, en todo momento, debe tener presente que en sus
manos está ser una “marioneta humana” o “una persona con dignidad”. No podemos olvidar que “no hay peor
traición que traicionarse a sí mismo”.
Gualberto Buela-Casal
Universidad de Granada, España
Febrero 2002
INTRODUCCIÓN
EN CADA UNO de nosotros hay un sistema de principios en el que el “yo” se niega a rendir pleitesía y se rebela.
No sabemos cómo surge, pero en ocasiones, aunque el miedo se oponga y el peligro arrecie, una fuerza
desconocida tira de la conciencia y nos pone justo en el límite de lo que no es negociable y no queremos ni
podemos aceptar. No lo aprendimos en la escuela, ni lo vimos necesariamente en nuestros progenitores, pero
ahí está, como una muralla silenciosa marcando el confín de lo que no debe traspasarse.
Tenemos la capacidad de indignarnos cuando alguien viola nuestros derechos o somos víctimas de la
humillación, la explotación o el maltrato. Poseemos la increíble cualidad de reaccionar más allá de la biología y
enfurecernos cuando nuestros códigos éticos se ven vapuleados. La cólera ante la injusticia se llama
indignación.
Algunos puristas dirán que es cuestión de ego y que por lo tanto cualquier intento de salvaguardia o protección
no es otra cosa que egocentrismo amañado. Nada más erróneo. La defensa de la identidad personal es un
proceso natural y saludable. Detrás del ego que acapara está el yo que vive y ama, pero también está el yo
aporreado, el yo que exige respeto, el yo que no quiere doblegarse, el yo humano: el yo digno. Una cosa es el
egoísmo moral y el engreimiento insoportable del que se las sabe todas, y otra muy distinta, la autoafirmación y
el fortalecimiento de sí mismo.
Cuando una mujer decide hacerle frente a los insultos de su marido, un adolescente expresa su desacuerdo
ante un castigo que considera injusto o un hombre exige respeto por la actitud agresiva de su jefe, hay un acto
de dignidad personal que engrandece. Cuando cuestionamos la conducta desleal de un amigo o nos resistimos
a la manipulación de los oportunistas, no estamos alimentando el ego sino reforzando la condición humana.
Por desgracia no siempre somos capaces de actuar de este modo. En muchas ocasiones decimos “sí”,
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