De La Seduccion del Totem
Enviado por Mariangeles AT • 1 de Junio de 2022 • Ensayo • 1.964 Palabras (8 Páginas) • 98 Visitas
Facultad de Psicología
Concurso de Ensayos 2018
Cátedra de Psicoanálisis
“DE LA SEDUCCIÓN DEL TÓTEM”
(diarios de una mujer que se dice)
De Mariángeles Taroni
Ámame,
Padre te suplico,
Te suplico que me dejes cogerte
Te suplico que me dejes penetrarte
Te suplico que me hagas crecer el pito, Padre
Para fornicarte.
Te suplico, Padre, ámame.
Ámame.
Mírame.
Aquí estoy, pidiéndote, ladrándote, aullándote.
[1]
I
¿Cómo escribir de alguien que supo escribirse a sí misma? Que supo narrarse, decirse, compartir la intimidad más profunda en un diario que luego decide publicar. ¿Qué más hay para decir, para condenar, juzgar, que su propia culpa? ¿Cómo poder arrojarme al análisis, a la reflexión, al cuestionamiento, a la interpelación que propone Anais Nin como mujer revolucionaria de sus tiempos? No ganó ninguna batalla, no estuvo al frente de ninguna pelea, más que la de descubrirse, aceptarse, llevar a cabo sus deseos hasta los extremos más hondos. ¿Y qué hay después? ¿Qué hay más allá? ¿Hasta dónde un sujeto de esta sociedad puede romper todo límite, toda prohibición, todo tabú? ¿Cuál es el precio de quedar expuesta, a través de su obra escrita, sabiendo que será condenada? Condenada su figura social, condenada por llevar al extremo el sepultamiento del complejo de Edipo.
¿Qué pasa Freud, con esas mujeres que no supieron como enterrar a ese Rey Padre? ¿Qué sucede cuando ese amor resurge en la adultez, ya habiendo vivido el ser amante de otros tantos, ser la mujer casada, y que aparezca el Padre, el Padre ausente, el Padre que abandonó a esa niña, que aparezca en la adultez, cuando esa niña ya es mujer, ya vive activamente su sexualidad, y es una mujer que lleva a cabo sus deseos (y sus fantasías)?
Ese Padre seductor que, en la teoría freudiana, puso en duda la veracidad de “sus histéricas”, resurge, aparece, de una forma abrupta, intempestiva, contundente, a lo “Don Juan”, seduciendo a su hija abandonada, ya mujer.
Y ¿qué pasa cuando esa mujer accede a esa seducción en plan y en pos de una venganza, de un enterramiento de ese tótem, de ese Rey, de ese Padre (como ella lo escribe, siempre con mayúscula)? ¿Será que, para ella, tenerlo es devorarlo y luego abandonarlo como un cadáver, sobre la cama, todo eyaculado?
II
Años ‘30, Freud escribe “El malestar en la cultura”, en donde la cultura, para poder realizarse tiene que sofocar los instintos primarios, primitivos, esenciales del hombre (sobre todo, las pulsiones sexuales). Reprimiendo a las “bestias feroces” (que Nietzsche tanto admiraba), es como la cultura logra construirse.
Paradójicamente, Anais ese mismo año, se acuesta con su Padre.
III
Quiero sacarme el sombrero, ante esa mujer (¡y que suerte que sea mujer!), que en los años 30, siendo el auge del psicoanálisis, pese a haberse acostado con su primer psicoanalista, Allendy; y pese a estar pronta a acostarse con su segundo psicoanalista, Rank, discípulo de Freud; e incluso convertirse ella misma en analista, tuvo el coraje, el tremendo coraje, de derribar al Tótem, dar muerte al Padre, simbólica y literalmente llevar a cabo el incesto (seguidamente del parricidio simbólico que sostuvo con su abandono).
Durante un tiempo, su romance con su Padre, en la lectura de sus diarios, genera cierta repulsa, como si los diques psíquicos (de los cuales todos estamos inmersos), apareciesen ahí en la lectura de esas páginas y nos pusiesen a condenar esa descripción de lo erótico en relación de Anais con su Padre, Padre Tótem, Rey Padre.
Y esa decisión, ese deseo, que logra llevar a cabo con toda su salvajez, con esa crueldad perversa polimorfa de niña que ante el abandono reacciona con más abandono. Decidir tener sexo con su Padre, hasta dejarlo abatidamente enamorado, y una vez que lo tuviese atrapado de las emociones más profundas hacia ella, recién ahí, abandonarlo; dándole muerte, a la esperanza de ese hombre que cree haber conquistado el amor de una niña, el amor de una hija, el amor de una mujer “amante de tantos”, casada de uno solo. Esa mujer, que juega entre las palabras, las ficciones, sus histerias, que juega, y pone su cuerpo, su cuerpo y su palabra, su palabra-cuerpo, su palabra-alma, en miles de páginas, durante toda su vida, que fue decidiendo publicar, una vez que los nombrados, en esas historias, hubiesen muerto.
¿Cómo poder hablar de lo que ya se ha hablado y sin embargo seguir sintiendo que hay tanto más para decir, que hay tanto más para pensar en relación a este sujeto que pudo, entonces, combatir más batallas y más luchas que cualquiera de los soldados romanos estudiados en las cátedras de historia, mujer que pudo luchar contra sus monstruos, sus demonios, sus fantasmas, haciéndolos carne, devorándolos con su vagina? (“la lucha es de igual a igual contra uno mismo, y eso es ganar”).[2]
Este complejo de Edipo que no busca romper con su destino sino que decide construir su destino, el destino que ella misma impregna en su niñez, que busca inconscientemente e insistentemente en todos los hombres que fueron pasando por su piel, y que decide: venganza.
Y así y todo, querida horda, querido clan, querido Freud, una no se puede liberar de la “culpa”, y entonces espera encontrar en el psicoanálisis una “absolución” del pecado. Viendo al psicoanálisis como una religión, como un espacio de confesionario donde decirse, un lugar de contención ante las desgracias y las pulsiones más bajas que nos llevan a cometer los actos más perversos, más oscuros, más bestiales siendo sujetos reprimidos de una sociedad que nos impone: el asco, la vergüenza y la moral.
IV
Anais… Anais, ¡cuánto te entiendo! ¡cuánto te abrazo! ¡cuánto me hubiese gustado conocer tus ojos!, esa mirada de la que todo hombre se enamoró.
Tu venganza es la venganza de muchas, con Padres ausentes, con padres seductores. ¡Ay Anais!, quien tuviera tu coraje, quien tuviera ese valor de convertir la fantasía en realidad, ¿quién puede condenarte? ¿Quién puede estar en contra de quien supone la fuerza tremenda de derribar las dos prohibiciones primeras que nos llevaron a la humanidad que, vergonzosa y asqueadamente, hoy somos?
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