Discurso de Sócrates-Diótima
Enviado por arturoev95 • 15 de Septiembre de 2013 • Ensayo • 484 Palabras (2 Páginas) • 277 Visitas
7. Discurso de Sócrates-Diótima
a) Críticas a la retórica sofística
Al terminar Agatón todos aplauden y Sócrates se queja a Erixímaco de la dificultad que supone hablar tras él. Sócrates dice que el discurso de Agatón le ha recordado la oratoria del invencible Gorgias. Sin embargo se atreve con su discurso pues no pretende hacer un elogio del Amor a la manera sofista sino simplemente decir la verdad.
Tanto es así, que cuando reflexionaba que no iba a ser capaz de decir nada bello que pudiera aproximarse siquiera a estas palabras, poco faltó para que por vergüenza me escapara, y lo hubiera hecho, de haber tenido algún medio. Me traía, en efecto, su discurso el recuerdo de Gorgias, de tal forma que pasé, ni más ni menos, por esa situación que cuenta Homero, temía que, al terminar Agatón, arrojara en su discurso la cabeza de Gorgias, ese terrible orador, sobre el mío y me convirtiera en piedra por la imposibilidad de emitir palabra.
Fue entonces cuando me di cuenta de lo ridículo que era cuando os prometí hacer en turno con vosotros un encomio del Amor y afirmé que era entendido en cuestiones amorosas, por más que no sabía nada de ese asunto de cómo se debe hacer un encomio cualquiera. Llevado por mi ignorancia, yo creía que se debía decir la verdad sobre cada una de las cualidades de la cosa encomiada, aunque también fuera posible escoger entre ellas las más bellas y exponerlas de la manera más brillante posible. Grande era ciertamente mi presunción de que iba a hablar bien, ¡como si conociera la manera verdadera de hacer cualquier alabanza! Mas no era ése, al parecer, el modo correcto de elogiar cualquier cosa, sino el atribuir al objeto el mayor número de cualidades y las más bellas, se dieran o no en la realidad. Y si éstas eran falsas, la cosa carecía de importancia, pues lo que se propuso fue, al parecer, que cada uno de nosotros cuidara de hacer en apariencia el encomio del Amor, no que éste fuera realmente elogiado.
Por esta razón, creo, rebuscáis toda clase de calificativos y se los aplicáis al Amor y decís que es de tal o cual condición, u origen de tantas o cuántas cosas, para que aparezca de la manera más bella y mejor posible, claro está que ante los ignorantes, pero no, por supuesto, ante los entendidos; y así el elogio no sólo resulta bello, sino también pomposo.
Pues bien: yo no conocía ese tipo de alabanza, y por no conocerlo os prometí hacer yo también en mi turno un encomio. Fue, sin duda, “la lengua la que prometió, no la mente”. Adiós, pues, el encomio. Yo ya no lo hago de esta manera, porque no podría hacerlo. Sin embargo, la verdad, si os parece bien, estoy dispuesto a decirla a mi manera, mas sin poner en parangón mi discurso con los vuestros, para no incurrir en ridículo.
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