EL MALESTAR EN LA CULTURA Sigmund Freud
Enviado por MIMIUNILA • 20 de Febrero de 2014 • 2.061 Palabras (9 Páginas) • 495 Visitas
EL MALESTAR EN LA CULTURA
Sigmund Freud
En “El malestar en la cultura”, Freud plantea y desarrolla la tesis de que “el precio del progreso cultural debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa”. Luego, lo que en el título mienta como malestar es aquel que tiene el “sentimiento de culpa como el problema más importante del desarrollo cultural”. La finalidad de la vida está fijada por el principio de placer. Los hombres en la vida “quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla”, evitándose dolor y displacer, procurándose placeres intensos. Sin embargo, no está en los planes de la “Creación” el que el hombre sea dichoso: el cuerpo se corrompe y muere, el mundo exterior nos abate destructivamente con furia, y, más dolorosamente, el tener que sufrir como seres humanos.
“La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae muchos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes”; calmantes como el trabajo y la ciencia (distracciones que dan valor a la miseria), el arte y otras maneras de fantasear con ilusiones con respecto de la realidad (satisfacciones sustitutivas que reducen la miseria por medio de desplazamientos libidinales —en su forma máxima, sublimación, que sólo está al alcance de unos pocos talentosos y dotados), y sustancias embriagadoras del cuerpo (alcohol y otras drogas, que nos insensibilizan ante la miseria de nuestra vida).“El programa que nos impone el principio de placer, el de ser felices, es imposible”, lo que no significa que no deba intentarse la búsqueda de la felicidad. Podríamos intoxicarnos con sustancias químicas o podríamos escondernos y aislarnos intentando encontrar sosiego, pero el mejor camino para evitar el displacer parece ser el deshacerse de un miembro de una** comunidad, trabajando “con todos para la dicha de todos”, para someter la naturaleza a la voluntad humana por medio de la ciencia y la técnica. Esta solución en la conjunción con otros no implica, sino más bien tiene por posibles e incluso necesarias, las otras soluciones. Así, en lo social podemos encontrar a la religión, ese delirio de masas, con el cual se pretende recrear la realidad efectiva, desprendiéndola de sus rasgos más insoportables, a la par que siguiendo el sentido de los deseos propios. La religión implica una concepción de la vida evidentemente infantil, donde el niño se proclama desvalido y manifiesta una añoranza paternal.
Los sistemas religiosos se sitúan en la cúspide de las ideas que se corresponden a lasactividades psíquicas del hombre, por lo tanto, es magistral el uso que hace Freud comoejemplo que guiará su discurso hacia su visión escéptica (en su sentido original de cautelo-sa) de aquello que tiene a lo religioso como máxima realización (superestructural, dirían losmarxistas): la cultura.“Gran parte de la cupla por nuestra miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura (p.48). Ya se mencionó que la hiperpotencia de la naturaleza y la fragilidad de nuestro cuerpono son las únicas fuentes del penar humano. Recordemos nuestras relaciones con los demás,lo social, aquello que Freud da por base de la tesis central de la obra: la insuficiencia de lasnormas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el Estado y lasociedad.Sigamos el ejemplo con el que Freud abre. La religión hace daño cuando impone a todospor igual “su camino para conseguir dicha y protegerse del sufrimiento” sin considerar quela constitución pulsional de cada individuo es única para sí y le hace sentir su fallo o fracasoen seguir ese camino propuesto, mediante ese sentimiento de culpa denominado pecado.Hay “desacuerdo entre el pensar y el obrar de los seres humanos, así como [hay] elacuerdo múltiple de sus mociones de deseo” (p. 22), mociones sobre las cuales intentaría-mos intervenir para liberarnos del sufrimiento que nos causa la imposibilidad de satisfacer-las todas. Su acuerdo (es decir, que se nos vengan todas juntas) es a la vez lo que atentacontra esa intervención y una de las causas de que tengamos tan pocas posibilidades. Esterrible (mas no difícil, pues todos lo sufrimos) imaginarse cómo se complican las cosascuando se nos impone una manera de pensar y se nos prescribe una manera de obrar, queademás de poder estar en desacuerdo entre sí, están en desacuerdo con nuestra natural ma-nera de pensar y nuestro deseado obrar; el “querer ser” del individuo —que se admite quepuede ser destructivo para los otros y hasta para uno mismo— vs. el “deber ser” con el quela sociedad nos encultura.Se le ha hecho a muchos inevitable sugerir respecto de la cultura que “seríamos muchomás felices si la resignáramos y volviéramos a encontrarnos en condiciones primitivas...Como quiera que se defina el concepto de cultura
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, es indudable que todo aquello con locual intentamos protegernos de la amenaza que acecha desde las fuentes del sufrimientopertencece, justamente, a esa misma cultura” (p. 48).La cuestión está en que la cultura se intentan regular los vínculos sociales, que a falta deella se verían sometidos “a la arbitrariedad del individuo, vale decir, el de mayor fuerzafísica los resolvería en el sentido de sus intereses y mociones físicas”
Se va haciendo claro que Freud parte del supuesto hobbesiano de que el hombre es ellobo del hombre. Hay una pulsión de muerte en el individuo, hetero- y auto-destructiva,manifestada como agresión, y es tarea de la cultura controlar esa agresión... precisamente através de su contrario, el amor. El amor es una de las bases de la cultura.Este amor es el amor genital heterosexual, que surge como necesaria consecuencia delinstinto reproductor de la especie. Dependemos de otro, de un fragmento del mundo exte-rior, para obtener semejante satisfacción. Pero nos podemos dar cuenta que esa dependenciade algo que nos es externo, que no podemos dominar/conocer totalmente, es riesgoso. Elamor genital sexual debe ser sublimado en esa ternura o amor “fraterno” a los prójimos quepromulgan religiones como el cristianismo, permitiéndonos estar lo suficientemente desli-gados de los objetos amorosos como para no dañarnos con su posible pérdida, y ademásrepartir esa energía libidinal entre más individuos, tal como nos conviene hacer para el con-trol de la agresión.Así, con la cultura se establece un convenio o contrato de muchos frente a las distincio-nes individuales que puedan resultar en choques. “La convivencia humana sólo se vuelveposible cuando se aglutina una mayoría
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