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El Sentido Del Dialogo Con Los Padres


Enviado por   •  14 de Junio de 2013  •  2.621 Palabras (11 Páginas)  •  3.452 Visitas

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EL SENTIDO DEL DIALOGO CON LOS PADRES.

Autor: Justa Ezpeleta

Palabras claves: escuelas, valores, padres de familia, maestros , ley , expectativas

Cuando hablamos de la relación escuela-familia, es necesario reconocer la especificidad de las instituciones: las escuelas tienen una función específica en relación con el aprendizaje, el conocimiento, la cultura y los valores sociales, que las diferencian de esa otra institución que es la familia. La escuela y sus agentes, que son los maestros, tienen una función social específica, especializada, para ser resuelta en términos personales.

Tanto antes como ahora, quienes son reconocidos socialmente como “verdaderos maestros” no tienen problemas con los padres; son respetados, consultados y hasta suelen aportar prestigio a la escuela o a su dirección. Llevar la escuela a todas partes fue por eso prioritario. En ese contexto se sanciono a la educación como responsabilidad exclusiva del Estado y los maestros fueron constituidos como sus agentes, como los representantes de un indiscutible sentido del bien común. En aras de ese bien común erigido por encima de las diferencias sociales, los maestros fueron investidos de una autoridad que les coloco por encima de los padres: podían convocar su apoyo y también limitar o prescindir de toda intervención que se ajustara necesidades definidas por ellos. Donde a todos los padres por igual se les pide que garanticen un niño obediente, vigilen las tareas, paguen las cuotas, respondan a todos los llamados y no critiquen a los maestros. Una relación que podríamos caracterizar como de “vecinos distantes”, en coexistencia relativamente pacifica, relativamente tensa o controlada, con acercamientos puntuales para asuntos específicos.

La ley general de educación de 1993 con su antecedente en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica; de ahí la promoción de consejos escolares en distintos niveles de organización de la sociedad y, para las escuelas, la propuesta de cultivar nuevas relaciones con los padres. Ambas cosas suponen promover en las escuelas una mirada vigilante sobre sus prácticas, para que cada una maneje con toda conciencia sus fortalezas y sus debilidades. Creo que el momento actual conduce a revisar la forma tradicional de la relación con los padres, como paso necesario para instaurar un intercambio de comunicación y colaboración con ellos.

El interés de los padres por la educación de sus hijos parece estar distribuido con distintos objetivos; ha padres escolarizados y cada uno tiene ideas o fantasías distintas respecto de la escuela y de su papel en el proceso educativo de los niños. En zonas rurales de extrema pobreza, donde los padres muestran interés por la escolaridad de sus hijos, suele manifestarse una enorme desconfianza en su escuela porque, por ejemplo, los maestros no asisten. En otros sectores sociales más favorecidos, los padres tienen fuertes expectativas y una variable actitud vigilante hacia los maestros. La escuela es consciente de esas y otras diferencias entre los padres solo para “medirlos” en función del viejo esquema establecido y predecir como “responderán” a sus demandas. Para el bien de la educación, sería deseable que sean los maestros, después de clarificar la pobreza de las prácticas aun vigentes, quienes con su mejor iniciativa profesional, exploren e instituyan las relaciones con sentido que parecen necesarias.

Reflexión:

EL SENTIDO DEL DIALOGO CON LOS PADRES.

Autor: Justa Ezpeleta

Palabras claves: escuelas, valores, padres de familia, maestros , ley , expectativas

Cuando hablamos de la relación escuela-familia, es necesario reconocer la especificidad de las instituciones: las escuelas tienen una función específica en relación con el aprendizaje, el conocimiento, la cultura y los valores sociales, que las diferencian de esa otra institución que es la familia. La escuela y sus agentes, que son los maestros, tienen una función social específica, especializada, para ser resuelta en términos personales.

Tanto antes como ahora, quienes son reconocidos socialmente como “verdaderos maestros” no tienen problemas con los padres; son respetados, consultados y hasta suelen aportar prestigio a la escuela o a su dirección. Llevar la escuela a todas partes fue por eso prioritario. En ese contexto se sanciono a la educación como responsabilidad exclusiva del Estado y los maestros fueron constituidos como sus agentes, como los representantes de un indiscutible sentido del bien común. En aras de ese bien común erigido por encima de las diferencias sociales, los maestros fueron investidos de una autoridad que les coloco por encima de los padres: podían convocar su apoyo y también limitar o prescindir de toda intervención que se ajustara necesidades definidas por ellos. Donde a todos los padres por igual se les pide que garanticen un niño obediente, vigilen las tareas, paguen las cuotas, respondan a todos los llamados y no critiquen a los maestros. Una relación que podríamos caracterizar como de “vecinos distantes”, en coexistencia relativamente pacifica, relativamente tensa o controlada, con acercamientos puntuales para asuntos específicos.

La ley general de educación de 1993 con su antecedente en el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica; de ahí la promoción de consejos escolares en distintos niveles de organización de la sociedad y, para las escuelas, la propuesta de cultivar nuevas relaciones con los padres. Ambas cosas suponen promover en las escuelas una mirada vigilante sobre sus prácticas, para que cada una maneje con toda conciencia sus fortalezas y sus debilidades. Creo que el momento actual conduce a revisar la forma tradicional de la relación con los padres, como paso necesario para instaurar un intercambio de comunicación y colaboración con ellos.

El interés de los padres por la educación de sus hijos parece estar distribuido con distintos objetivos; ha padres escolarizados y cada uno tiene ideas o fantasías distintas respecto de la escuela y de su papel en el proceso educativo de los niños. En zonas rurales de extrema pobreza, donde los padres muestran interés por la escolaridad de sus hijos, suele manifestarse una enorme desconfianza en su escuela porque, por ejemplo, los maestros no asisten. En otros sectores sociales más favorecidos, los padres tienen fuertes expectativas y una variable actitud vigilante hacia los maestros. La escuela es consciente de esas y otras diferencias entre los padres solo para “medirlos” en función del viejo esquema establecido y predecir como “responderán” a sus demandas. Para el bien de la educación, sería deseable que sean los maestros,

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