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El Universo De Los Sueños


Enviado por   •  11 de Mayo de 2015  •  2.645 Palabras (11 Páginas)  •  153 Visitas

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El universo de los sueños

¿Y si duermes? ¿Y si mientras duermes sueñas? ¿Y si en tu sueño llegas al cielo y allí coges una flor extraña y hermosa? ¿Y si cuando despiertas encuentras la flor en tu mano? ¡Ah! Entonces, ¿qué?? Con esta ingeniosa paradoja, el poeta romántico Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) se refirió a la frontera tan artificial como turbadora que separa el mundo onírico del real.

Todas las noches, a los pocos minutos de acostarnos, nuestra mente entra en otro universo, el de los sueños, que vivimos como si fuera tangible, pero del que no podemos traernos nada, al menos material. En un despiste de Morfeo, Coleridge le arrebató unos bellos versos: el poeta confesó que soñó su poema Kubla khan y que al despertar comenzó a escribirlo tan rápidamente como pudo, hasta que una pequeña distracción hizo que olvidara la parte final. Mary Shelley también sustrajo Frankenstein de su mente onírica, y la serpiente mordiéndose la cola que vio en sus sueños el químico August Kekule le sirvió de inspiración para concretar la hasta entonces desconocida estructura en forma de anillo del benceno.

Sin duda alguna, nuestra mente tiene ventanas instaladas por donde la vida nocturna se asoma al mundo exterior. Por lo general, mientras soñamos creemos implícitamente que permanecemos lúcidos. Una encuesta pionera en nuestro país sobre La actividad onírica de los españoles y calidad del sueño confeccionada por el psiquiatra José Luis González de Rivera y realizada para MUYINTERESANTE por el Instituto DYM (ver recuadro en pág. 56) revela que casi la mitad de los consultados tiene con más o menos frecuencia sueños tan reales que cuando se despierta tarda unos minutos en percatarse de que sólo ha sido eso, un sueño. ¿Por qué ocurre así? ¿De qué están hechos los sueños? ¿Para qué sirven? ¿Por qué son tan distorsionados, tan fragmentados y tan fantásticos? ¿Qué beneficio nos reportan?

La encuesta efectuada por MUYINTERESANTE apunta que sólo el 42,1 por 100 de los españoles piensa que la actividad onírica es beneficiosa para el organismo; el 26,3 por 100 cree que los sueños carecen de significado, frente al 14 por 100 que opina todo lo contrario; y casi el 31 por 100 está convencido de que vaticinan el futuro. Un quinto de la población sueña en numerosas ocasiones con cosas que después acontecen y el 5 por 100 de las personas halla la solución a un problema cuando consultan con la almohada.

¿Pero qué dice la ciencia al respecto? Hoy por hoy, los sueños son la tierra ignota de la neurología, que intenta comprender su naturaleza con la ayuda de electroencefalogramas (EEG), polisonógrafos -aparatos similares a los detectores de mentiras que monitorizan automáticamente la actividad de determinados signos fisiológicos- y las modernas técnicas de exploración cerebral, como escáneres y tomógrafos de emisión de positrones (PET). Hasta tiempos relativamente recientes, la comprensión de las pesadillas recurrentes y de las imágenes surrealistas pergeñadas por el soñador eran competencia de chamanes, místicos, esotéricos, brujas y literatos visionarios.

En las sociedades arcaicas, las ensoñaciones fueron el medio privilegiado para contactar con lo sobrenatural, para conocer los acontecimientos ocultos, presentes o futuros, y para mantener un nexo con el mundo de los muertos. Los primeros escritos acerca de los sueños y su interpretación son tan antiguos como la misma escritura, pues la cuestión ya se aborda en dos tablillas sirias datadas en más de 6.500 años. Después, babilónicos, sumerios, egipcios y otras civilizaciones más modernas dedicaron una atención especial a la actividad onírica, hasta el extremo de conceder a los sueños un valor y una relevancia casi sagrados. En el Talmud de los judíos, por ejemplo, se mencionan 217 veces en clara relación con profecías; y en la Biblia pueden contabilizarse hasta 60 sueños, la mayoría premonitorios, como el de las siete vacas flacas y siete vacas gordas interpretado por José, el de la escalera que unía el cielo con la tierra soñado por Jacob y el que advirtió a José de las intenciones infanticidas de Herodes. Y en los países musulmanes, la orinomancia se difundió a través del Corán: Mahoma antes de morir sentenció que "entre todas las profecías sólo los sueños perdurarán".

Los primeros conatos de abordar el misterio de los sueños desde planteamientos científicos son relativamente recientes. En su obra La interpretación de los sueños, Sigmund Freud describe el mundo onírico como el "camino real hacia el inconsciente", una parcela de nuestra psique invadida por símbolos fálicos, inversiones, fantasías, distorsiones y asociaciones extrañas bloqueadas o reprimidas en el pensamiento consciente. Para el padre del psicoanálisis, cuando el cerebro racional duerme, los deseos atrapados en el inconsciente se sirven de los sueños para "acceder al preinconsciente, y desde él tener acceso al consciente". Pero entre las mentes inconsciente y consciente se alza un muro que -filtra, tamiza y codifica los murmullos oníricos. Su interpretación constituía un instrumento para desvelar los dominios ocultos de la psique y resolver problemas emocionales y de otra índole.

Pero Freud no fue el único científico que se interesó por los sueños en las primeras décadas del siglo XX. El psiquiatra holandés Frederick van Eeden ahondó en los llamados sueños lúcidos, ya descritos por Aristóteles, que son aquellos en los que el durmiente percibe que está soñando e incluso es capaz de intervenir o influir voluntariamente en su desarrollo. A partir de su propia experiencia soñadora, Carl Jung, principal rival de Freud, reconoció en sus sueños y visiones varias figuras arquetípicas que, según él, manaban de lo que llamó el inconsciente colectivo, un baúl mental donde apilamos símbolos e imágenes comunes a toda la humanidad.

En la década de los cuarenta, destacó el psicólogo estadounidense Calvin Hall, que recabó más de 50.000 informes de sueños. Este copioso material le permitió buscar pautas comunes en los sueños y lanzar la teoría de que éstos expresan conceptos del yo, la familia, los amigos y el entorno social. Para Hall, la frecuencia de ciertos elementos oníricos reflejaba las preocupaciones de la vigilia, hasta el extremo de que le era posible adivinar el estilo de vida y la personalidad del individuo a través del relato de sus ensoñaciones.

Pero mientras unos hurgaban en la trinidad de consciente-preconsciente-subconsciente, otros hacían electroencefalogramas a soñadores. En 1929, Johannes Berger demostró que la actividad eléctrica de los cerebros despiertos y dormidos resultaban dispar, y

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