Epicrisis
Enviado por yiyi93 • 22 de Septiembre de 2013 • 611 Palabras (3 Páginas) • 326 Visitas
A mi juicio, el cuadro de la vida sexual infantil que nos ofrece la observación del caso
de Juanito, coincide con la descripción que de ella hicimos en nuestra teoría sexual,
basándonos en la investigación psicoanalítica de sujetos adultos. Pero antes de entrar en
los detalles de tal coincidencia habré de rebatir dos objeciones que se elevarán, quizá,
contra la utilidad de este análisis. La primera de tales objeciones sería la de que Juanito
no es un niño normal, sino una criatura predispuesta a la neurosis; un pequeño
«hereditario», como lo demuestra su enfermedad, no siendo correcto, en consecuencia,
aplicar a otros niños normales conclusiones válidas quizá en su caso particular, pero sólo en él. De esta primera objeción me ocuparé más adelante, puesto que sólo restringe el
valor de la observación, sin anularlo totalmente. La segunda objeción, mucho más
rigurosa, afirmaría que el análisis de un niño por su propio padre, que lo lleva, además, a
cabo plenamente convencido de la verdad de mis teorías y compartiendo todo mis
prejuicios, carece de todo valor objetivo. Un niño se deja siempre sugestionar
fácilmente, y más por su propio padre que por ninguna otra persona; por cariño a él, y en
agradecimiento a lo mucho que de su infantil persona se ocupa, se dejará sugerir toda
clase de cosas, y siendo así, sus manifestaciones carecerán de fuerza probatoria y sus
ocurrencias, fantasías y sueños, seguirán, naturalmente, la dirección en la cual son
orientados. Concretando: todo ello sería, de nuevo, pura «sugestión» y mucho más fácil
de desenmascarar en el niño que en los adultos.
Es harto singular lo que en esta cuestión sucede. Recuerdo muy bien con cuánta burla
acogieron los neurólogos y los psiquíatras de la vieja generación la teoría de la sugestión
y de sus efectos, hace veintidós años, cuando yo empezaba a intervenir en las
controversias científicas. Pero de entonces acá han cambiado mucho las cosas. La
oposición se ha trocado en favor y ello no sólo a consecuencia de los trabajos publicados
en el curso de estos dos decenios por Liébault, Bernheim y sus discípulos, sino también
por haberse descubierto cuánto esfuerzo mental puede ahorrar el concepto de
«sugestión», generosamente aplicado a diestro y siniestro. Nadie sabe, ni se preocupa
tampoco en averiguarlo, qué cosa es la sugestión, de dónde procede y cuándo tiene
efecto. Basta con poder atribuirle todos aquellos fenómenos anímicos para los cuales no
se encuentra una explicación cómoda e inmediata.
No comparto la opinión, muy extendida hoy, de que las manifestaciones de los niños son
totalmente arbitrarias y nada fidedignas.
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