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Euforia Y Auto-aniquilacion


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2013  •  1.076 Palabras (5 Páginas)  •  284 Visitas

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Si regresamos ahora por última vez al cuadro de Munch, nos

parece evidente que El grito, de modo elaborado, aunque sutil, de-

construye su propia estética de la expresión, al tiempo que permanece

aprisionado en la misma. Su contenido gestual subraya su propio fra-

caso, dado que el reino de lo sonoro, del grito, de las desacompasadas

vibraciones de la garganta humana, resultan incompatibles con la ma-

nifestación artística escogida (lo cual está enfatizado por el hecho de

que el homúnculo carece de orejas). No obstante, el grito ausente se

aproxima más a la aún más ausente experiencia de soledad y ansiedad

atroces que el grito debía “expresar”. Esas vueltas y revueltas se ins-

criben en la superficie pintada mediante los grandes círculos concéntricos en los cuales se hace en última instancia visible la vibración so-

nora, como si se tratara de una superficie líquida: es un retorno infini-

to que se expande desde la víctima hasta convertirse en geografía mis-

ma de un universo en el cual el propio dolor habla y vibra por inter-

medio de la puesta del sol y el paisaje, ambos elementos materiales.

El mundo visible se convierte en las paredes de la mónada, sobre las

cuales este “grito que recorre la naturaleza” (palabras de Munch) se

graba y se transcribe: ello nos recuerda a aquel personaje de Lautréa-

mont que, habiendo crecido dentro de una membrana hermética y si-

lenciosa, al contemplar lo monstruoso de la deidad, la rompe de un gri-

to, y de esa manera se incorpora al mundo del sonido y el sufrimiento.

Todo lo anterior sugiere una hipótesis histórica más general:

conceptos como la ansiedad y la alienación (y las experiencias a las

que corresponden, como sucede en El grito) ya no resultan apropia-

dos en el mundo del posmodernismo. Las grandes figuras de Warhol

—la propia Marilyn o Eddie Sedgewick—, los famosos casos de ani-

quilación y autodestrucción de fines de la década de 1960, y las gran-

des experiencias dominantes de la droga y la esquizofrenia, parecen ya no tener mucho en común ni con la histeria y las neurosis de los

tiempos de Freud, ni con las experiencias clásicas de aislamiento y

soledad radicales, anomia, revuelta privada, locura al estilo de Van

Gogh, que dominaran el período de auge modernista. Este desplaza-

miento en la dinámica de las patologías culturales puede describirse

diciendo que la alienación del sujeto ha sido sustituida por la fragmen-

tación del sujeto.

Estos términos traen inevitablemente a la memoria uno de los

temas más de moda en la teoría contemporánea: el de la “muerte” del

propio sujeto —o dicho en otras palabras, el fin de la mónada, o el

ego, o el individuo burgués autónomo— y el stress que acompaña a

este fenómeno, sea como nueva moral o como descripción empírica,

al producirse el descentramiento de este sujeto o de esta siquis previa-

mente centrada. (De las dos posibles formulaciones de esta idea —la

historicista, que plantea que un sujeto que estuvo una vez centrado, en

el período del capitalismo clásico y de la familia nuclear, se ha disuelto hoy en el mundo de la burocracia organizativa; y la posición posestructuralistas, más

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