Historia De La Histeria
Enviado por veronicaludue • 28 de Mayo de 2013 • 1.101 Palabras (5 Páginas) • 348 Visitas
Historia de la histeria
El verdadero vuelco en relación a pensar la histeria ya no como una enfermedad del utero, una enfermedad fisiológica sino psiquica lo empieza a dar Charcot y lo culmina S. Freud.
A partir de esto se abre la posibilidad de pensar un psiquismo que afecta al cuerpo:
“Por fin aparece en escena Jean-Martin Charcot (1825-1893), el último eslabón de la cadena en esta larga historia de la histeria. La otra instancia decisiva comenzará con Sigmund Freud (1856-1939). Charcot se destacaba en el área de la neurología y tenía estatura de sabio.
Pero un acontecimiento absolutamente casual e imprevisible, cambia la historia. Un cambio en la estructura del hospital La Salpˆetrière obligó a remodelar la distribución de los enfermos y así fue como cayó bajo la autoridad de Charcot una población femenina disparatada, donde se mezclaban las epilépticas y las histéricas.
Así las cosas, se encontró desplazado de su lugar de neurólogo célebre, pero esto no alteró su incesante curiosidad. Enseguida advirtió las diferencias entre epilépticas e histéricas. Creó una nueva entidad: la histero-epilepsia o histeria epileptiforme. De todos modos, esto pronto se dejó de lado. Hablaba de histeria mayor, con grandes paroxismos e histeria menor, con formas atenuadas. Da pasos agigantados. Por ejemplo: afirmaba que el útero no tenía nada que ver con la enfermedad, lo que hacía que hombres y mujeres se vieran afectados por igual. La enfermedad histérica se traduce en crisis periódicas y en estigmas permanentes; tiene zonas erógenas (ovarios, glándulas mamarias, parte alta del cráneo) que se vuelven dolorosas en los momentos de crisis. Todo lo registraba y organizaba. Hay una frase de Charcot que es clave: “He estudiado la histeria de las histéricas como se estudia el reumatismo de los reumáticos”. De todos modos, tenía precaución de no olvidar la delgada línea que separaba a la histeria de la simulación. Como Carter, consideraba esenciales el aislamiento del enfermo y su alejamiento del medio patógeno. Su terapéutica seguía siendo sintomática.
Por último, las incorporaba al hospital y las arrancaba del nomadismo que había hecho de ellas brujas o locas incurables.
Pero Charcot sólo confiaba en la ciencia y si era necesario, contradecía a Hipócrates para ello. Por eso, más allá de sus sistematizaciones, solía tener la intuición de que había algo diferente, que había traumatizado al enfermo en el pasado y que a pesar del tiempo transcurrido, lo perturbaba en el presente. De hecho, se había visto sorprendido por el éxito terapéutico de una cura despojada de todo tratamiento médico. Se trataba de una mujer con el brazo derecho paralizado. El examen neurológico no había arrojado nada.
La minuciosa investigación reveló que había surgido un recuerdo reprimido de un cachetazo dado a su hijo. Charcot la guió en sus recuerdos, hasta hacerla hablar de la bofetada original. De este recuerdo hizo el origen del algo de la parálisis actual. La enferma reflexionó sobre sus recuerdos y la parálisis desapareció. La experiencia era clara, pero el sabio francés temía dirigirse a esas zonas imprecisas entre el cuerpo y el espíritu, se sentía traicionando su vocación de sabio. Era un callejón sin salida: imposible trabajar sin una base orgánica, pero también era imposible encontrar esa base orgánica. ¿Qué era una enfermedad sin materia? Estudió el libro de James Braid y tuvo la intuición de que las personas sensibles al hipnotismo
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