La Consigna De Los jóvenes Es No Fumar

Por naturaleza, el joven es rebelde, inconforme, ambicioso, audaz, emprendedor, temerario, optimista, positivo, triunfador. Por la esencia misma de su maravillosa condición, también es original, moderno, talentoso, independiente.

Quien no reúna estas cualidades dejó de ser joven, aunque sólo tenga veinte años.

La verdad es que el joven de hoy no quiere saber nada con la manera de ser, de pensar y de actuar de los viejos. Y los viejos fuman.

Evita parecerse en lo más mínimo a los ancianos. Y los ancianos fuman.

Se opone al tener cualquier punto en común con los puretos desilusionados, opacados y cabizbajo. Y ésos son los que más fuman. Rechaza enérgicamente cualquier rasgo de similitud con los débiles seniles encadenados al vicio, con los que perdieron la fe y el entusiasmo. Y ésos viven pegados al cigarrillo. Afortunadamente, la juventud ¡al fin! Se ha dado cuenta de la falsedad del mensaje publicitario que incita a doblegarse al hábito de fumar, se ha percatado de la falacia y de la trampa y está reaccionando masivamente contra los inescrupulosos y sus cómplices. El boomerang se está devolviendo para asestar un golpe duro e inexorable. El joven no desea tener afinidad con el individuo sacudido por la tos del fumador, ni con el desdichado que tuvo una laringotomía y tiene que comunicarse por señas o por papelitos; ni con al amputado de una pierna por arteritis; ni con el que perdió el pulmón; ni con el que es incapaz de subir seis escalones sin jadear, ni con el que vive aferrado a un marcapasos; ni con el que tiene que dormir sentado y respira en cortísimos intentos; ni con la que parió un bebe deficiente; ni con la que envejeció prematuramente, es arrugada, de risa apagada, dentadura amarilla, mirada extinta y hedionda a tabacos; ni con los que se resignaron a existir bajo la dependencia de la nicotina y perdieron toda esperanza. El joven hoy, superó el mito, arrojó la muleta y se liberó valientemente de la fábula y de la confabulación, le dice decididamente ¡NO! al tabaco porque ya no come más cuentos.

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