La Felicidad
Enviado por yeraldid.gracia • 28 de Mayo de 2014 • 2.251 Palabras (10 Páginas) • 223 Visitas
Entendemos que es necesario caminar hacia una formación integral de los
profesionales de la educación de todos los niveles del sistema educativo. En
este sentido no podemos quedarnos en la mera transmisión de contenidos, sino
que es necesario ir más allá y trabajar para formar profesores y educadores
comprometidos, reflexivos, críticos, flexibles, tolerantes, emocionalmente sanos,
entusiasmados, positivos y felices. Por ello es necesario que a lo largo de sus
procesos de formación inicial y permanente tomen conciencia de su misión:
¿Formar personas sumisas y adaptadas al pensamiento dominante? ¿Transmitir el
conocimiento? ¿Estimular el desarrollo de la inteligencia? ¿Educar las emociones?
¿Formar seres humanos libres y comprometidos con la realidad? ¿Enseñar a pensar
y a interpretar el mundo con criterio propio? ¿Educar la personalidad integral de
los estudiantes? Entendemos que la labor del educador es acompañar al educando
en su proceso de crecimiento; ayudarle a pasar de su inicial desprotección y
dependencia a la madurez personal, y a que desarrolle todos los ámbitos de su
personalidad: intelectual, emocional, afectivo, de relaciones interpersonales, etc.;
estimularle para que adquiera valores, creencias, conocimientos y formas de hacer;
prepararle para la vida en sociedad, para que adquiera autonomía y sepa tomar sus
propias decisiones. Educarle, en fin, para que desarrolle todas sus potencialidades
y llegue a ser lo que es; y también para que sepa descifrar lo que siente y para
que aprenda a valorar su cuerpo y escucharlo (FERNÁNDEZ DOM
í
NGUEZ,
2005, 2007;
F
ERNÁNDEZ
D
OM
í
NGUEZ
et al.
, 2009; PALOMERO PESCADOR
y FERNÁNDEZ DOM
í
NGUEZ, 2005). En definitiva, entendemos, coincidiendo
con la propuesta que hace en su informe a la UNESCO la Comisión Internacional
sobre la Educación para el Siglo XXI (DELORS, 1996), que hay que educar para
aprender a conocer, a hacer, a proyectar, a convivir, a sentir y a ser.
Todo ello es fundamental para formar personas satisfechas consigo mismas y
con la vida, dispuestas a comprometerse con los demás y capaces de vivir una
existencia feliz y con sentido, a pesar de las dificultades inherentes a la misma.
En primer lugar, defendemos la importancia de que los educadores aprendan a
ver al niño o al adolescente en quien es, sin exigirle más allá de lo que puede dar,
ISSN 0213-8646 • Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 66 (23,3) (2009), 231-269
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onstruyendo nuestra felicidad para ayudar a construirla
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contemplándolo en sus riquezas y posibilidades, que a veces no coinciden con lo
que el educador espera. Es importante que se sienta satisfecho con sus avances, y
reflejárselo; ayudarle a utilizar su inteligencia para que vea con claridad la realidad;
a ejercitar su libertad y a tomar sus propias decisiones, acordes con su edad y
posibilidades; acompañarle en la construcción de su voluntad, para poder llevar
a cabo aquello que decida; y finalmente, contribuir a que construya una imagen
realista de sí mismo, sin encerrarle en una visión idealizada, en lo que nosotros
deseamos de él o en la etiqueta que le colocamos.
Es esencial que los educadores tomen conciencia de la importancia que tiene
estimular al alumno a que exprese sus ideas y opiniones, o aquello que desea o
le frustra, sin censurar ni reprimir, con una actitud de respeto y escucha; ayudarle
a sentir y a expresar lo que siente, a canalizar sus emociones o, simplemente,
estar a su lado, acogiéndole. Finalmente es importante ayudarle a tener en cuenta
su cuerpo y cuidarlo, así como a elaborar una imagen realista de sí mismo, sin
etiquetarle ni encerrarle en lo que socialmente es valioso.
Es fundamental que los profesores comprendan la importancia de estimular al
alumno a estar en contacto consigo mismo, para que vea lo que es positivo para
él, lo que le construye, le deja en paz y a gusto o, por el contrario, le intranquiliza.
Y ayudarle a disfrutar, a vivir cada momento como algo especial, como algo único
y valioso, a comprender lo que le va bien, aunque no sea lo que se valora en su
ambiente y, finalmente, ayudarle a tener actitudes positivas hacia sí mismo y la
vida.
En segundo lugar, los educadores deberían comprender qué necesidades es
importante que satisfagan sus alumnos para que su personalidad se desarrolle de
forma sana y puedan vivir felices y satisfechos. Además, que tomen conciencia de
las actitudes que favorecen el crecimiento de niños y adolescentes, que en realidad
son importantes en cualquier relación personal y para ayudar al crecimiento a todo
tipo de personas. Adquirir estas actitudes es algo lento que se hace a través de un
largo camino de aprendizaje vivencial, que implica un análisis en profundidad del
propio mundo interior, que va a ir conduciendo de manera progresiva a un cambio
sustancial en las actitudes que se viven hacia uno mismo y hacia los demás. Estas
actitudes permiten vivir y mirar a los otros de un modo renovado. Entre estas
actitudes, las fundamentales son las siguientes: autenticidad en la relación, saber
escuchar en profundidad, generar una relación de persona a persona, manifestar
cariño, respetar, tener fe en las posibilidades y potencialidades del alumno, no
juzgar, criticar ni etiquetar, tener paciencia, no imponer y ayudarle a decidir por sí
mismo (FERNÁNDEZ DOM
í
NGUEZ, 2005).
María
r
osario Fernández
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omínguez
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