La Indiferencia En Las Relaciones.

¿Dónde estás que no te veo?

Por Carlos Ramírez Hernández. Sexólogo y sexoterapeuta

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Hay procesos en las parejas que por no desarrollar la capacidad de pedir o de dar marcan pautas que no benefician la relación, son pautas de violencia silenciosa, como la indiferencia.

La indiferencia se expresa de diferentes formas: con la mirada o el pensamiento perdido en otra cosa sin mostrar atención en la persona con quien se decidió vivir en pareja, o tal vez se muestra con todo el cuerpo o con palabras expresadas con tono monótono, estas pautas son reflejo de lo pálido de los encuentros vividos, como una forma de marcar límites o de manipulación, son encuentros que invitan a la sumisión desde la dominación. Se dice que en el amor no hay nada peor que la indiferencia porque quien la sufre se siente invisible ante el ser amad@.

A veces en estas parejas la atención se vuelca hacia las/os hijas/os, como si el otro/a ya fuera un recuerdo lejano, un fantasma, un mueble inútil. El o ella pasan a segundo término, como alguien que poco importa, pero sigue ahí sin que se le preste atención sin que realmente sus opiniones o sentimientos cuenten. Pero la indiferencia no aparece espontáneamente, no interrumpe la vida de una pareja abruptamente de un día para otro, es el resultado final del deterioro de una relación que ahora está agonizante.

En la indiferencia, una persona pone la conducta y el otro/a el significado. Sin saberlo a veces se emprenden soluciones equivocadas al esperar que la otra persona cambie, incluso con la esperanza de que no será necesario decirlo, que ya se dará cuenta. Sin embargo, la indiferencia aparece en la cabeza de quien la percibe como una luz intermitente, con suerte podrá admitir que lo que siente le afecta porque incluso en la indiferencia quien la vive solo, la sufre como un malestar interno sin posibles causas externas.

La persona quien sufre la indiferencia debe reflexionar en primera persona: ¿qué me refleja esa conducta de mi pareja?, ¿qué es lo que encuentro de mí?, ¿y de mi relación con la otra persona?

Lo valioso e importante es que la persona quien perciba esta situación busque un momento para decir cómo se siente, qué conductas percibe como indiferentes para poder generar un cambio en la convivencia, en el espacio de relación con el otro/a, y sacar esa incomodidad que le hace reaccionar violentamente. Cuando se habla con la pareja no se formula una acusación: ¡es que tú no me haces caso! sino como un algo que le pasa a quien lo percibe, para no generar posiciones defensiva en el/la otro/a: ¡yo siento, a mí me parece!

Así puede apropiarse del poder que posee para modificar la convivencia y su percepción del mundo sin emprender la imposible tarea de querer cambiar a la persona.

Como la pantalla de una computadora que la constituyen miles de píxeles,

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