La Libertad Como Limitación
Enviado por Sunny • 2 de Febrero de 2015 • 2.776 Palabras (12 Páginas) • 217 Visitas
LIBERTAD COMO LIMITACIÓN
Tomar decisiones es algo que hacemos todos los días, aunque a veces, en diferentes etapas de la vida, toca elegir cosas más profundas de las cuales dependerán otras acciones que tengamos que hacer. Nuestra capacidad de elegir y de asumir las consecuencias de lo elegido es uno de los rasgos de nuestra libertad. Cada elección conlleva una renuncia a todo aquello que no elegimos. Eso no lo podemos evitar. Lo que sí podemos hacer es tomar las decisiones adecuadas que nos permitan quedar en paz con las renuncias. Para lograrlo es importante tomar en cuenta lo que nos dificulta tomar buenas decisiones, así como conocer los elementos del discernimiento que nos permitan ir respondiendo a la voluntad de Dios y de esta manera ser más humanos.
Sunny Montoya González
45 años dedicada a la educación desde primaria hasta doctorado. Estudió un doctorado en Historia y la maestría en Desarrollo Humano en el ITESO, en Gdl., y Terapia Familiar Sistemática. Conductora del programa Pata de Perro en Radio Metrópoli los sábados de 2 a 3 pm. sunnymontoya@hotmail.com
Decidir es renunciar
La persona tiene entre sus características esenciales la libertad, y ésta se manifiesta por un lado en la posibilidad de decidir. Y no sólo de decidir, sino de hacerlo adecuadamente, de manera que resulte factible asumir las consecuencias, que son la otra cara de la libertad. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, optar es “escoger algo entre varias cosas”. De ahí que en su misma esencia toda decisión es una renuncia. Si elegimos algo entre dos o más cosas, al escoger una habremos renunciado al menos a otra. Esto sucede en todos los ámbitos de la vida, desde lo más cotidiano hasta lo más trascendental. Al levantarnos por la mañana, estamos renunciando a seguir confortablemente en nuestra cama. Al elegir una carrera estamos renunciando ¿a cuántas más? Y lo mismo sucede cuando se elige pareja, amigos… Sin embargo hay varios ámbitos en los que no se nos permitió elegir. Por el momento no elegí ciertos aspectos de mi corporeidad; no elegí la familia en que nací y que influyó de determinada manera, positiva o negativa, en mi vida. Tampoco elegí el tiempo y el lugar de mi nacimiento, en un grupo social concreto que también cinceló ciertos rasgos de mi carácter. Viktor Frankl llama a estas situaciones “destino”: destino físico, psicológico y social. Sin embargo aunque mi cuerpo, mi psique y mi entorno social me son dados, puedo decidir qué hacer con ellos: si tengo una tendencia a engordar puedo ponerme a dieta, puedo acudir a terapia y puedo ser un activista social. Hay otro tipo de situaciones a las que Frankl llama situaciones límite. Son aquellas que no podemos cambiar. En su caso y desde su experiencia menciona que los prisioneros de los campos de concentración nada podían hacer para cambiar la forma de vida que tenían en éstos, ni tampoco tenían poder para cambiar la guerra. Sin embargo tanto frente al destino como en las situaciones límite nos queda la más profunda de las decisiones: no podemos cambiar lo que está fuera de nosotros, pero siempre podemos cambiar nuestra actitud ante el destino y la situación límite. Sólo hay tres situaciones límite que vivimos todos los seres humanos: la muerte, el pasado y la culpa. De ahí en delante todos tenemos nuestras propias situaciones límite, ahí donde tocamos la impotencia ante cualquier cosa, por ridícula que parezca. Cuenta una historia que había un grupo de pájaros en una jaula. Más pronto que tarde descubrieron lo limitado, e incluso antinatural, de su situación. Un grupo de ellos dijo: “Qué tragedia: estamos presos y no podemos salir. La vida es un absurdo. Dios es injusto, pues nos da alas para luego encerrarnos en una jaula.” Deprimidos, murieron dentro de la jaula. Otros se enojaron: “Tenemos que salir de aquí a como dé lugar. Nadie nos va a limitar, nadie nos puede quitar nuestro derecho a volar.” Y empezaron a golpear los barrotes de la jaula hasta que murieron, dentro de la jaula. Hubo otros que asumieron la realidad: “Es verdad: estamos enjaulados. No podemos volar tan alto como podemos y como nos gustaría, pero aquí tenemos alimento y casa, podemos volar en círculo o en diagonal, podemos amarnos, jugar, disfrutar e incluso dolernos de nuestra condición.” Vivieron en paz y murieron dentro de la jaula. Así somos los seres humanos: elegimos qué actitud tomar ante lo inevitable.
Suele suceder cuando elegimos
Esta capacidad de elegir conlleva sentimientos que a veces no resultan del todo agradables. Uno de ellos es la indecisión, que puede aparecer antes de la decisión, y que consiste en no tener claro qué es lo mejor, y por lo tanto sentir miedo a equivocarse. Esta indecisión provoca que, con más frecuencia de lo que quisiéramos, acabemos por no decidir, por dejar que las cosas se resuelvan por sí mismas, esperando que el tiempo nos dé la opción adecuada. Pero esto no suele suceder y tendremos que acabar decidiendo tardía y malamente. La decisión equivocada nos deja con insatisfacción siempre. Pero también suele suceder que tomamos decisiones, que sin saber si son las adecuadas o no, nos dejan una sensación de disgusto incómodo. En esa cadena continua de elecciones que vamos desgranando a lo largo de nuestra vida, hay algunas que podríamos llamar “decisiones madre” y son aquellas de las que dependen otras muchas. Así cuando yo decido entrar a trabajar en determinada institución, de alguna manera renuncio a mi derecho a elegir cumplir o no las normas de la misma. No puedo elegir el horario, ni el tipo de trabajo que voy a realizar. Eso queda incluido en el “paquete” de la primera elección. Lo mismo sucede cuando elijo una forma de vida: en pareja, religiosa, sola. Hay una serie de acciones que esa decisión conlleva irremediablemente como imperativo ético de su vivencia. A este imperativo ético se le llama compromiso. Hoy en día tendemos a creer que el único compromiso es con nuestros antojos, con nuestros deseos más inmediatos, y por lo tanto podemos haber optado por un tipo de vida, y tomar decisiones que tienen que ver con aquello a lo que renunciamos. Creemos que para hacer válida una opción basta con desearla.
Los obstáculos para una buena decisión
Empecemos por tomar en cuenta cuáles de nuestras actitudes nos impiden tomar buenas decisiones. En primer lugar está la pérdida de contacto con los propios sentimientos. A pesar de que es creencia generalizada que los sentimientos nublan la razón e impiden una buena toma de decisiones, en realidad sucede justo lo contrario: sin un contacto claro y honesto con nuestros sentimientos, nuestras decisiones podrán ser muy lógicas, pero lo más probable es que sean inadecuadas. Otro elemento que se interpone en la toma de decisiones es la
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