La Nueva Comunidad
mariabagr27 de Octubre de 2012
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“NO ES UNA CASA, TAN SOLO UNA VIVIENDA DE EMERGENCIA”: los ranchos de invasión como vivienda en los asentamientos de la ciudad. Propuesta de estudio etnográfico desde el proyecto de vivienda de emergencia de Un Techo Para Mi País Colombia en Bogotá.
María Camila Barón Grillo
La vivienda es considerada la manifestación real y objetiva de base material del lugar donde se vive, ofreciendo satisfacer la necesidad de abrigo de los seres humanos, es el espacio que el hombre habita. La comprensión general del habitar humano implica reconocer la relación entre el ser y su entorno, la cual consiste en un acto de identificación como sentido de pertenencia a cierto lugar. Considerando estas características de habitar el espacio, la curiosidad académica ha propuesto desde la investigación acción participativa y la utilización de instrumentos grupales para la reflexión de la experiencia, explicar cómo y por qué se da un tipo de vivienda y cuál es el sentido de identidad cultural que se le asigna. Reconociendo que la vivienda es un espacio vital y representa un problema social y cultural que demanda soluciones, especialmente en el ejercicio donde la migración del campo a la ciudad ha causado la creación de asentamientos en la periferia de las grandes urbes, en donde algunos organismos de intervención social buscan soluciones asistencialistas a los ranchos como modelo de vivienda de riesgo. La fundación Un Techo Para Mi País Colombia, como organismo de intervención, propone a través de la construcción de viviendas de emergencia atacar la pobreza de aquellos que se han asentado en espacios marginados. El estudió que se propone dirige su atención a un grupo de beneficiarios de estos proyectos de construcción de vivienda y al proyecto en sí, con el objetivo deseado de examinar si la propuesta de vivienda de emergencia satisface la necesidad de abrigo y bienestar, y a su vez si esta intervención proporciona otros beneficios y satisfacciones como resultado de la vivienda asignada.
Palabras claves: Vivienda; espacio; territorio; rancho; asentamiento; Vivienda de emergencia; necesidad.
VIVIR EN ASENTAMIENTOS: LOS RANCHOS Y SU RELEVANCIA ACADÉMICA
Según Eduardo Uribe (1990), existe algo que marca en tiempo y espacio las diferencias entre civilizaciones, eso es la vivienda. Resaltando que todo cuanto se involucra en el plano de la construcción, varia dependiendo de hombre y la satisfacción de su necesidad de abrigo. Evidenciado en que “no es necesario ni siquiera movernos del perímetro de cualquier ciudad moderna, para encontrar y recorrer la distancia social que separa la “fastuosa metrópoli” de la “tribu” más primitiva, pasando por múltiples gradaciones intermedias” (Uribe, 1990).
A través del recorrido por los grandes centros económicos del país, bordeando las ciudades como murallas de contención, se divisan viviendas que como piedras amontonadas en la ladera de una colina, brotan día a día en nuestras ciudades, como reflejo fiel de la negación de la dignidad humana (Uribe, 1990). El refugio que ofrece abrigo a un grupo de seres humanos en estos espacios conocidos como asentamientos o de invasión, son construcciones con materiales de desecho, las basuras de desperdicio que se acumulan de la mejor manera posible para abrigar con sus paredes a familias e individuos que se confunde como desecho de una sociedad que les niega la posibilidad de un vida más humana. (Guevara, 1990; Herrera, 1990, y Uribe, 1990).
Los asentamientos humanos son, según afirma Beltrán (1990), el centro de la búsqueda universal de la realización personal, la felicidad y la convivencia. Son la residencia que los recién llegados a las ciudades adoptan como resultado de la marginalidad social, generando situaciones de invasión publica del espacio síntoma de la crisis de pobreza, desempleo, el éxodo masivo de las zonas rurales, barrios de tugurios, contaminación ambiental, escasez de viviendas en los planes de desarrollo, etc., problemas que varían según cada comunidad (Beltrán, 1990) y que junto con el gran déficit de vivienda que sufre Colombia (Uribe, 1990), que afecta aproximadamente al 31% de los colombianos, buscan dar respuesta a una necesidad de abrigo humano a través de la arquitectura construida sin arquitectos (Beltrán, 1990), con la construcción de ranchos de desechos y desperdicios reciclados que acompaña su característica pobreza de recursos económicos, produciendo una vivienda multiforme, colorida y ecléctica (Guevara, 1990 y Herrera, 1990) y que se presenta como factor de riesgo para el surgimiento de enfermedades transmisibles (Guevara, 1990; Pérez, 1990 y Sanín, 2003).
Pese a la ausencia de unidad estilística (Herrera, 1990) de las viviendas, los ranchos han adquirido un esfuerzo grupal, obligando a la familia a desarrollar actividades que les exige para conseguirlo, por la condición de que es el rancho el que alberga a la familia y va a servir para reproducirla, y que adicionalmente, tener un rancho representa para la familia un respaldo de propiedad y es una propiedad construida por todos (Guevara, 1990), el rancho es vivienda en sí y es espacio de identidad cultural de sus habitantes.
Pero el rancho que brinda abrigo a una familia, no solamente está satisfaciendo las necesidades de abrigo de esta, sino que en el, como vivienda, se representa toda la vida cotidiana, ceremonial, la organización socio-económica, la política, las creencias religiosas y las concepciones del mundo de este grupo (Chaves y Villa, 1990), genera en sí identidad con sus habitantes y se convierte en una representación de ellos mismos, pero a su vez, por sus condiciones precarias y de construcción en terrenos no aptos, se puede convertir en una amenaza para todos los que lo habitan, viéndose inmersos en peligros de deslizamientos de tierra, plagas por aguas estancadas, enfermedades infecciosas por las latas oxidadas de la construcción, etc.
La precariedad de las viviendas en los asentamientos urbanos, que contrasta con las imponentes construcciones modernas, de estilo arquitectónico que al horizonte pinta la ciudad, encuentra solución en la necesidad humana de hacer algo por ayudar a las “victimas” de forman inmediata (Sánchez, 1990), creado proyectos asistencialistas de emergencia para la sustitución de los ranchos de esfuerzo mutuo por espacios producidos en serie de 18.3 metros cuadrados y desprovistos de espíritu, a fin de solucionar el hacinamiento, la pobreza, las condiciones de higiene deficientes, la educación, etc.
Por tanto, el rancho familiar de los asentamientos que busca ser auxiliado o sustituido por los proyectos de vivienda de emergencia, debe ser recreado en el nuevo espacio de vivienda-dormitorio que se asigna a familias necesitadas, reconociendo en este nuevo espacio de vivienda la posibilidad de reconstruir la identidad cultural de la familia y su interacción con la comunidad. El estudio de este tipo de nuevas inmersiones sociales de vivienda, como aquel lugar que ofrece abrigo, cerrado y cubierto, construido para ser habitado por personas (Real Academia de la Lengua Española), deberá aportar al conocimiento académico nuevas visiones y reflexiones que colaboren con la comprensión de las necesidades del ser humano y su entorno. (Uribe, 1990).
LA VIVIENDA DEL POBRE. Dimensión cultural y antropológica
A manera de hipótesis planteada por Guevara (1990), los teóricos de la urbanización y el desarrollo han planteado que las condiciones socio-económicas parecen ser los determinantes en la ocupación de los espacios urbanos, entendidos como barrios de invasión por formas típicas en la construcción de sus viviendas. El funcionamiento de las relaciones sociales que se construyen a partir de las fluidas consecuencias del desplazamientos, el desempleo y la pobreza, plantean para esta población la adquisición de vivienda como una consecución imposible, encontrando a través de la invasión la solución alternativa de la necesidad inmediata de techo y abrigo (Guevara, 1990)
Guevara (1990) afirma que cuando se tiene en mente el tema de la vivienda, este se ha resuelto alrededor de lo que es el bienestar humano y se ha definido como la expresión cultural de una necesidad, sin embargo, esta concepción condiciona su funcionalidad a lo orgánico y se dejan de lado otros determinantes específicos, que permiten explicar su confrontación y presencia en el espacio. Para ello es necesario considerar a la vivienda como la manifestación real y objetiva cuya base material tiene un hondo simbolismo resultado de las condiciones socio-económicas y culturales de la gente que la conforma. Entenderla entonces, obliga a penetrar ese mundo material y buscar lo ideológico, lo cultura, que surge del modo como viven las personas que lo habitan. (Guevara ,1990)
Según parece, la arquitectura es la disciplina más cercana constitutivamente a la economía, y con esta tiene relación inmediata, permitiendo relacionar a través de sus obras, la cultura de las ciudades. De tal forma, como afirma Herrera (1990), que se puede considerar que las culturas populares que rodean las ciudades son el elemento más urbanístico de la ciudad que los margina, puesto que en ellos por su característica de pobreza de recursos económicos, sobresalen por la riqueza de soluciones formales y funcionales frente a su necesidad de vivienda, dando sentido e identidad histórica y espacial a la ciudad planificada. (Herrera, 1990)
Los rasgos propios de la construcción de espacios populares transforman la cultura de la urbe, e implantan la cultura de sus habitantes que han llegado y se han instalados desplazados de la ciudad creciente y del campo en busca de un lugar para vivir (Guevara,
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