La Obra De Erikson (Anita Woolfok)
Enviado por betitobebe • 22 de Noviembre de 2012 • 2.054 Palabras (9 Páginas) • 1.588 Visitas
“La obra de Erikson (Anita Woolfok)”
Punto Principales
Crisis de identidad
Todas las etapas de la vida pueden conocer crisis de identidad. Las crisis, a su vez, se entienden en el marco más general de circunstancias de estrés. Situaciones estresantes son las que llaman al afrontamiento, a algún género de acción bajo circunstancias en las cuales el sujeto carece de medios suficientes —habilidades, hábitos, recursos— para atenderlas. Las crisis de la vida constituyen una variedad vital —y existencial— del estrés durante un tiempo relativamente largo. Corresponden a acontecimientos, sea de ciclo vi-tal o estrictamente biográficos, por que su naturaleza misma generan una situación permanente, irreversible o apenas reversible; que cambian drásticamente el entorno de una persona y, con ello, su existencia de la vida; que constituyen o pueden constituir rupturas en el crecimiento biosocial o bien en el ajuste a condiciones nuevas. Es el caso, desde luego, de la pubertad, en cuanto estresor vital de cierta duración, que suele conllevar una crisis de ese género. Las características específicas de la crisis adolescente se asocian a factores varios: a) al inicio abrupto de los cambios puberales; b) a la prolongación de la duración de la adolescencia; c) a la falta de sincronización en los varios procesos de desarrollo, unos más precoces, otros rezagados, unos más constantes (los fisiológicos), otros más variables (intelectuales, morales, afectivos, sociales); d) a las presiones de la sociedad para que el adolescente se esfuerce por adquirir la madurez, la posición y la responsabilidad de adulto, mientras, por otro lado, a esos esfuerzos no les proporciona medios de efectivo logro; e) a la naturaleza poco realista de las expectativas forjadas en la fase preadolescente. Todo ello contribuye a favorecer la intensificación de un estrés transicional típico de la adolescencia, sobre todo en sus primeros años y así mismo a un fuerte despliegue de inestabilidad o reactividad emocional, irritabilidad y frecuentes cambios del humor.
“Estatus” de identidad en la adolescencia. El adolescente puede hallarse, según Loevinger, en alguna de estas situaciones.
El logro y realización: “estatus” de quienes, tras un periodo de crisis y de opción, se han encaminado a metas vocacionales e ideológicas bien definidas;
de moratoria, estado propio de los que se hallan atrapados en plena crisis de identidad, en debate con cuestiones ideológicas y/o de qué hacer en la vida, con un vago compromiso personal
3. De difusión de personalidad, típica de los adolescentes y jóvenes que, habiendo ono pasado por una experiencia o periodo de toma de decisiones, siguen indecisos sin situarse en una dirección vocacional e ideológica;
4. De “hipoteca” (foreclosure), “estatus” de identidad de aquellos individuos ya comprometidos en posiciones ideológicas y profesionales, pero impuestas o elegidas por los padres, más bien que adoptadas por propia decisión. El caso es que, de hecho, la edad adolescente no siempre culmina en la adquisición de la identidad personal y de la independencia social. Circunstancias externas, como el aplazamiento cada vez más dilatado del acceso a la posición de adulto en forma de un puesto estable de trabajo, y circunstancias personales en la historia de la propia identidad (moratoria, difusión de identidad) pueden alargar considerablemente, mucho más allá de los años de maduración fisiológica, la ambivalente situación de independencia/dependencia que caracteriza a la adolescencia psicosocial. Hay adultos que, psicosocialmente, siguen siendo perpetuos adolescentes.
Del autoconcepto al proyecto
Un elemento vertebrador de la identidad personal es el autoconcepto o, mejor, e autoconocimiento, que inevitablemente conlleva connotaciones valorativas: de autoestima. A autoconcepto y autoestima ha solido atribuirse un papel determinante en muchos otros aspectos de la vida del adolescente, incluido el rendimiento académico. No es seguro que realmente sean determinantes, pero sí, desde luego, son concomitantes y están entre los indicadores más sensibles del modo en que los adolescentes van construyendo su identidad personal. Cómo se siente, cómo piensa acerca de sí mismo, cómo se valora, son factores decisivos, al menos como índices de una situación que no se agota con el asunto del autoconcepto.En todo caso, el adolescente tiene gran necesidad de reconocimiento por parte de otros, necesita ver reconocida y aceptada su identidad por las personas —adultos o compañeros— que son significativas para él. Sin tal reconocimiento y aceptación (necesarios, aunque no suficientes) no puede alcanzar un buen concepto de sí mismo, una positiva autoestima. Necesita además, por otra parte, llegar a conocerse a sí mismo y organizar su experiencia pasada y presente en un relato coherente de su propia vida. El desarrollo de la identidad personal se vincula de manera estrecha con la propia historia pasada. Es en la adolescencia cuando el ser humano comienza propiamente a tener historia, es decir, a trazarla para su propio uso personal en forma de memoria biográfica, de interpretación de las pasadas experiencias y aprovechamiento de ellas para encarar los desafíos del presente y las perspectivas del futuro. El niño posee recuerdos, pero todavía no organizados en un relato personal, en memoria autobiográfica, en una reconstrucción de su propia historia. Es en la adolescencia cuando se comienza a tejer el propio relato de su
La identidad personal se define no sólo y no tanto por lo que uno es y ha sido, o por lo que hace y ha hecho; no menos se define por lo que uno proyecta ser y hacer. La elaboración de la memoria autobiográfica ha de ir y suele ir acompañada del proyecto de un futuro satisfactorio. En la adolescencia, comienza a hacerse patente y consciente la multiplicidad de proyectos de vida que cabe emprender, una variedad que puede incluso analizarse como pluralidad de “yoes” dentro de la persona. El adolescente ha de aprender a manejar esa multiplicidad interna suya, a manejarse dentro de ella para fraguar una identidad, que sólo será adaptativa si permanece flexible y, hasta cierto punto, múltiple. En el laberinto de tal multiplicidad de lo posible, en la edad adolescente empieza a hacerse sentir la difícil exigencia: no se adquiere una identidad personal sin un laborioso proceso de toma de decisiones, de un optar
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