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La realidad del Llano


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2014  •  489 Palabras (2 Páginas)  •  218 Visitas

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(“–Puede que llueva ...”), y el “Puede que sí”, pensado mas no pronunciado en voz alta, que

el narrador atribuye a todos y cada uno de los caminantes. En cuanto al “No decimos lo que

pensamos”, con que a continuación principia el párrafo siguiente, refuerza la idea del asomo

de una esperanza que nadie se atrevió a formular en voz alta. Pero no sólo eso: introduce

también las precisiones que analizamos con anterioridad acerca de las condiciones de

enunciación del relato. De modo que, al final de esta segunda unidad, quedan debidamente

establecidas las condiciones de la enunciación, su núcleo generador, y los principales

movimientos y orientaciones de la voz enunciativa. En adelante, la progresión del relato

habrá de girar en torno a diversos núcleos temáticos vinculados con la tierra: la eventualidad

de la lluvia, el recuerdo del periodo armado (¿Revolución o guerra cristera?), la frustración

a raíz de la entrevista con las autoridades agrarias, la vuelta a la realidad del Llano, y la

confrontación entre los diversos puntos de vista de los caminantes.

El cierre del cuento, con el paso de Esteban a primer plano y la llegada de los hombres

al pueblo, plantea otros y nuevos problemas que analizaremos en su momento. Por ahora,

y para poder sopesar el valor de este último giro de la narración, conviene detenernos en la

configuración de los núcleos temáticos que acabamos de enumerar, advirtiendo de entrada

que sus contornos no son siempre muy nítidos. Aun cuando surgen puntuados por la marcha

de los protagonistas, cuyos tiempos y modalidades se registran ahora con precisión, el

entrevero de la percepción actual con la remembranza y la expectativa difusa tiende a

producir una serie de interferencias que contribuyen a desdibujar sus límites textuales.

El primero de estos núcleos temáticos atañe a la eventualidad de la lluvia, formulada

en la segunda unidad narrativa por Faustino, de la misma manera escueta en que Melitón

señaló antes que eran las cuatro de la tarde. Principia con “Cae una gota de agua grande, gorda

...” (10), y termina con “a no ser eso, no hay nada” (11). Toda esta unidad se halla en boca

del narrador, y puesto que no está entrecomillada, podemos admitir que obedece a la

modalidad del monólogo interno; o mejor dicho, a la del monodiálogo, por cuanto deja

suponer la existencia virtual de un interlocutor –¿auditor o lector?– mudo pero activo. En

efecto, volvemos a encontrar en esta nueva unidad las oscilaciones entre el “se”, el

“nosotros” y el “yo”, cuyo valor interlocutivo hemos señalado en su momento:

Nosotros esperamos a que siga cayendo más. No llueve. Ahora si se mira al cielo se ve a

la nube

...

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