Maduración De La Corteza Pre-frontal Y Desarrollo De Las Funciones Ejecutivas
Enviado por Vane_o.o • 13 de Marzo de 2014 • 4.390 Palabras (18 Páginas) • 512 Visitas
REVISIÓN
REV NEUROL 2009; 48 (8): 435-440 435
INTRODUCCIÓN
Las funciones ejecutivas se han definido, de forma genérica, como
aquellos procesos cognitivos que permiten el control y regulación
de comportamientos dirigidos a un fin. Conceptos como
‘funcionamiento ejecutivo’ o ‘control ejecutivo’ hacen referencia
a una serie de mecanismos implicados en la optimización de
los procesos cognitivos a fin de orientarlos hacia la resolución
de situaciones complejas [1]. Si bien las funciones ejecutivas
pueden estudiarse desde una aproximación puramente funcional,
considerar su sustrato anatómico proporciona valiosa información
respecto a su organización y funcionamiento.
En términos anatómicos, la corteza prefrontal ocupa un lugar
privilegiado para orquestar todas estas funciones, puesto
que es la región cerebral de integración por excelencia, gracias
a la información que envía y recibe de virtualmente todos los
sistemas sensoriales y motores. La corteza prefrontal incluye
casi una cuarta parte de toda la corteza cerebral y se localiza en
las superficies lateral, medial e inferior del lóbulo frontal. Se
hace referencia a ella como corteza de asociación frontal, y se
subdivide funcionalmente en corteza prefrontal dorsolateral y
corteza orbitofrontal. La corteza orbitofrontal se ha asociado
con las funciones cognitivas empleadas en el manejo del conocimiento
social. La corteza prefrontal dorsolateral, como área
asociativa plurimodal, proporcionaría una plantilla neural para
las asociaciones intermodales requeridas por los procesos cognitivos
[2,3]. Pese a que desde el punto de vista teórico-didáctico
la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza orbitofrontal se
describen como sistemas funcionales independientes, no debemos
olvidar que ambas regiones forman parte de un único sistema
que, en condiciones normales, trabaja de forma coordinada.
Las ideas respecto al papel funcional que desempeña la corteza
prefrontal en la cognición han seguido un camino tortuoso.
Durante años se ha pensado que esta región cerebral no era plenamente
funcional hasta la edad adulta. A mediados de la década
de los setenta, Luria, en su obra El cerebro en acción [4], estima
que la corteza prefrontal no adquiere la madurez necesaria
para regular los estados de actividad hasta los 4 años de edad.
Golden [5] va más allá, y propone que esta región cerebral no es
funcional antes de los 12 años. Esta concepción se ha abandonado
progresivamente. Diamond [6-8] o Zelazo [9,10], entre
otros autores, han demostrado que en los primeros años de vida
la corteza prefrontal no es funcionalmente silente.
El desarrollo de las funciones ejecutivas durante la infancia y
la adolescencia implica el desarrollo de una serie de capacidades
cognitivas que han de permitir al niño: a) mantener información,
manipularla y actuar en función de ésta; b) autorregular su conducta,
logrando actuar de forma reflexiva y no impulsiva; y c)
adaptar su comportamiento a los cambios que pueden producirse
en el entorno. Durante los primeros años de vida, nuestra conducta
está a merced de estímulos ambientales accidentales. En
lugar de actuar, reaccionamos. Sin embargo, en edades tempranas
ya es posible observar en el niño conductas que sugieren que
algunas de las capacidades cognitivas que integran las funciones
ejecutivas han iniciado su desarrollo, si bien a esta prematura
edad el control ejecutivo es aún muy frágil y precario. Se alcanza
una capacidad ejecutiva similar a la observada en el adulto entre
la adolescencia y principios de la segunda década de vida [11].
Los cambios observados en la capacidad y competencia ejecutiva
parecen guardar una estrecha relación con los procesos
madurativos de la corteza prefrontal, y especialmente con los
‘períodos sensibles’ de maduración de esta región cerebral [12].
MADURACIÓN DE LA CORTEZA PREFRONTAL Y DESARROLLO DE LAS
FUNCIONES EJECUTIVAS DURANTE LOS PRIMEROS CINCO AÑOS DE VIDA
Resumen. Introducción. Los primeros cinco años de vida son críticos en el desarrollo de las funciones ejecutivas. Los cambios
observados en la capacidad y competencia ejecutiva parecen guardar una estrecha relación con los procesos madurativos
de la corteza prefrontal. Desarrollo. Las pruebas obtenidas en las tres últimas décadas indican que el funcionamiento ejecutivo
inicia su desarrollo antes de lo que previamente se pensaba. En edades tempranas ya es posible observar cómo emergen
diversas capacidades cognitivas que posteriormente constituirán lo que conocemos como funciones ejecutivas. El propósito
de este artículo es describir cómo se desarrollan las funciones ejecutivas a lo largo de los primeros cinco años de vida y
su relación con la maduración de la corteza prefrontal. Conclusiones. El desarrollo de las funciones ejecutivas implica el desarrollo
de una serie de capacidades cognitivas que han de permitir al niño mantener información, manipularla y actuar en
función de ésta; autorregular su conducta, logrando actuar de forma reflexiva y no impulsiva; y adaptar su comportamiento
a los cambios que pueden producirse en el entorno. Alteraciones tempranas en el desarrollo ejecutivo limitan de forma dramática
la capacidad del niño para hacer frente a situaciones novedosas, así como para adaptarse a los cambios de manera
flexible. [REV NEUROL 2009; 48: 435-40]
Palabras clave. Corteza prefrontal. Daño cerebral. Desarrollo. Funciones ejecutivas. Inhibición. Maduración.
Aceptado tras revisión externa: 29.01.09.
a Institut Universitari de Neurorehabilitació Guttmann-UAB. Badalona, Barcelona.
b Servicio de Neuropsicología. Clínica Ubarmin. Elcano, Navarra,
España.
Correspondencia: Dr. Alberto García-Molina. Institut Universitari de Neurorehabilitació
Guttmann-UAB. Camí de Can Ruti, s/n. E-08916 Badalona
(Barcelona). E-mail: agarciam.investigacio@guttmann.com
© 2009, REVISTA DE NEUROLOGÍA
Maduración de la corteza prefrontal y desarrollo de las
funciones ejecutivas durante los primeros cinco años de vida
A. García-Molina a, A. Enseñat-Cantallops a, J. Tirapu-Ustárroz b, T. Roig-Rovira a
A. GARCÍA-MOLINA, ET AL
436 REV NEUROL 2009;
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