Mi Familia No Me Entiende

Este tema es por demás escabroso, creo que más de una persona hará un comentario poco agradable al respecto, pero ni modo, tarde o temprano tenía que escribir acerca de esta triste y lamentable realidad. Las críticas y la no comprensión al familiar (papá, mamá, hijo o hija) que ha tomado la decisión de ir a una iglesia (sobretodo la cristiana evangélica) se ha vuelto la experiencia vivida en muchos hogares en todo el mundo, la cual deja mal parados tanto a los familiares no conversos como a los conversos.

Partamos de algo: el comenzar un estilo de vida cristiano evangélico es vivir una vida más acorde a los principios bíblicos que Dios dejó, es tener un amor más grande por nuestros seres queridos que todavía no han tomado esa decisión de ser cristianos, es leer la Biblia a diario, es platicar con Dios todos los días y asistir a una iglesia con regularidad. Por si puedes ver no hay nada del otro mundo con todo lo que he dicho que es comenzar un estilo de vida cristiano evangélico. Entonces viene la pregunta ¿Por qué crea tanta bronca la conversión al cristianismo de un familiar en el hogar?

He visto casos donde los padres de familia están felices y contentos cuando sus hijos participan en borracheras, cuando sus hijas son mujeres de todos los novios que han tenido, cuando las llegadas a casa a las 4 am todos los viernes y sábados son lo más habitual, cuando las malas palabras significan un enriquecimiento del idioma castellano, cuando la playa es más visitada que la iglesia en una relación de 100 a 1, cuando los amigos son personas de muy mala reputación, cuando el cigarro es muestra de reputación y popularidad, y cuando la vida de discotecas y bares se vuelve en la diversión de moda (aunque eso es más viejo que nuestros tatarabuelos).

Los problemas (incoherentes y estúpidos para mi) comienzan cuando al miembro de la casa se le ocurre hacerle caso a uno de esos “locos creyentencos”, esos “fanáticos de Dios”, y esos tipos “aburridos y raros” llamados cristianos. Inician las críticas porque ahora esa persona comienza a tener un estilo de vida diferente. Comienzan las dificultades cuando el nuevo creyente prefiere ir a la iglesia que a la playa o a una reunión hueca de amigos, cuando prefiere descansar que salir en la noche a emborracharse y conseguir mujeres, cuando prefiere leer la Biblia a tener sexo con su novio, cuando prefiere oír música edificante que la música basura que habla de traición, odio, engaño y pasión desenfrenada, cuando prefiere leer un libro cristiano que salir a tomarse una copa, cuando le parece más la idea de ir a un retiro espiritual que a la discoteca, cuando prefiere oír a Jesús Adrián Romero que a “Don Omar”, y la comparativa puede hacerse larga dependiendo del caso.

Ahora le quiero preguntar a esos familiares: ¿Qué hay de malo con ser fanático de Dios? ¿No acaso hay fanáticos del Barcelona o del Real Madrid que dejan todo

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