Poema A Mis Abuelos

El Sofista

La vacuidad es la simiente de la palabra

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servido por zenon 29 octubre 2007 18 comentarios

¿Habéis pasado la tarde en un asilo para ancianos? Es descorazonador cómo les abandonan sus familias; pero mucho más descorazonador es cómo Dios o la Naturaleza, nos abandonan, nos desprecian y arrojan por la inexorable pendiente de la vejez.

Dios se equivocó o, en el mejor de los casos nos ignora. Incluso, cabe la posibilidad de que nos odie, si es cierto que estamos hechos a su imagen y semejanza. Cuestión de baja autoestima divina...

Visto el trato que nos da; visto que, si no dejamos un cadáver joven y bello, sólo nos deja la opción de ser al final esa ruina que huele a orín; entonces, mejor dejamos a Dios en el olvido, pues él nos condenó hace ya tanto tiempo Al mismo fin nos condena Natura ¡a pesar de pertenecer a la orgullosa especie del homo ¿sapiens?!

Y, sin embargo, uno no puede dejar de sentir una ternura inmensa frente esas ruinas; sombra desmemoriada de biografías que serán, también, la nuestra

Anciano de asilo.

Donde salir del cuarto es salir de la vida

Donde olvidar es mejor que recordar

Tienes la llave de la cámara mortuoria y no lo sabes.

Ignoras tantas cosas, como

Que la luna no saldrá hoy a presumir de su blanca faz

Que se hundirá un buque, allí, muy lejos en los mares de Indochina

Que dios se ha perdido y clama en el desierto y nadie acude en su ayuda

No, nada sabes y sin embargo, sin embargo?

Hablas, hablas y hablas y no se oye tu voz

Te ahogas en tu cháchara como se ahoga el borracho en su vómito.

Pero tú también clamas en el desierto, en el tuyo

Y dios no te contesta

¡Qué terrible silencio!

¿Dónde me hallo, dónde? Sumido en mi propio abismo

Donde el poema es verso solo para ser pensado

Y el eco del silencio reverbera hasta el horizonte y me asfixia

Y ya sólo tengo un destino.

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