Principio De La Casualidas
Enviado por ciberjaiver • 14 de Febrero de 2015 • 5.390 Palabras (22 Páginas) • 289 Visitas
PRINCIPIO DE CAUSALIDAD (I): FORMULACIÓN DEL PRINCIPIO
A veces se suele formular el principio de causalidad de la siguiente manera: «todo efecto tiene causa»; formulación poco feliz porque encierra una evidente tautología. Decir que todo efecto tiene causa es decir que todo efecto es efecto.
El principio de causalidad lo podríamos formular así: «todo lo que no tiene en sí la razón de su ser la tiene en otro». Entendido así, el principio de causalidad resulta un derivado del principio de razón suficiente: «todo ente tiene en sí, o fuera de sí, la razón de su ser». Aunque no entramos ahora en la discusión de cuál de los dos es el primero.
El principio de causalidad es un primer principio y, como todos los primeros principios, es evidente. Por ser evidente, es indemostrable, y para captar su sentido, basta recorrer sus términos. Su negación nos conduce al absurdo. Veámoslo. Si el principio de razón suficiente no fuera verdadero, de modo que un ente no tuviera en sí ni fuera de sí la razón de su existencia, el ser y la nada se encontrarían en las mismas condiciones: tanto la nada como el ser no tendrían razón de ser, lo cual es absurdo. La nada no tiene razón de ser, pero el ser la tiene. Asimismo, negando el principio de causalidad, podríamos afirmar que el ente contingente, es decir, el que no tiene en sí la razón de su existencia, es incausado. Pero esto equivaldría a decir que, como ente contingente, no tendría en sí la razón última de su ser, y al mismo tiempo, como incausado, tampoco la tendría fuera de sí. Por lo tanto, no la tendría en modo alguno, lo cual es lo mismo que decir que no es.
Con estas reflexiones llegamos a la conclusión de que la casualidad como ausencia de causa no existe. Pongamos un ejemplo: salgo de casa a las doce de la mañana y me cae una teja y digo: ¡qué causalidad, esta teja tenía que caer a las doce! Sin embargo esta teja no ha caído por casualidad, ha caído porque tenía tales centímetros fuera del alero, porque estaba suelta y porque ha soplado viento de determinada intensidad. Sencillamente ha habido unas causas que en ese momento yo desconocía y por ello hablo de casualidad. De ahí que Poincaré decía bien al observar que la casualidad es el nombre que le damos a nuestra ignorancia.
Así pues, no se puede hablar de casualidad como ausencia de causa. El principio de que todo lo que no tiene en sí la razón de su ser la tiene en otro es un principio evidente cuya negación nos lleva al absurdo.
Pasamos ahora a ver algunas objeciones que se han propuesto contra el principio de causalidad. Quien niega la existencia de Dios sabe que, atacando este principio, se ataca la certeza que podemos tener de su existencia.
Con todo, antes de entrar en materia, recordemos que el principio de causalidad puede ser entendido a dos niveles: causalidad configurativa y causalidad creativa; con otro nombre: causalidad física o causalidad metafísica. La causalidad física o configurativa la podríamos enunciar así: «todo fenómeno físico que no tiene en sí la razón de sus propiedades específicas como tal fenómeno, la tiene en otro». Por ejemplo, el fenómeno físico de una enfermedad, el que un miembro de mi cuerpo presente una forma anormal, tiene o puede tener como causa un virus determinado.
La causalidad metafísica la podríamos enunciar así: «todo ente que, en cuanto ente, no se explica por sí mismo, debe a otro la razón de su existencia».
Como se ve, la causalidad física y la metafísica se basan en el mismo principio, pero, mientras la primera nos proporciona la causa próxima de un fenómeno físico, la segunda nos proporciona la causa última de una realidad en cuanto realidad. Pasamos ahora a presentar las principales objeciones que se han hecho al principio de causalidad.
A) Hume
Hume ha pasado a la historia como intérprete empirista del principio de causalidad. Los empiristas, por negar toda distinción entre el conocimiento sensible y el intelectual, no reconocen a la mente humana la capacidad de suministrar a la conciencia realidades absolutas y leyes objetivas. La experiencia humana, nos dicen, no nos ofrece más que objetos concretos, cosas y sucesiones de cosas sin un lazo causal y necesario que las ligue. Si nuestra mente descubre en una mera sucesión un lazo causal, ello se debe a la ilusión de nuestra mente, a la costumbre. Al ver repetirse ciertas sucesiones de fenómenos, nace en nosotros la ilusión de que entre ellos hay un lazo causal. Pero, en realidad, la relación de causa sólo existe en nuestra fantasía. La experiencia no nos proporciona un lazo necesario de causalidad, sino una mera sucesión de fenómenos concretos. A esta afirmación del empirismo podemos responder de múltiples formas.
Ante todo, es preciso responder que la negación del principio de causalidad se opone al sentido común. Si no existe causalidad alguna, si no hay un influjo entre causa y efecto, ¿por qué castigamos a los malos y premiamos a los buenos? Si no hay causalidad, es totalmente ilógico que haya imputabilidad de actos. Sin el principio de causalidad, todo el orden moral y social se vendría abajo. Lo mismo tendríamos que decir de nuestra vida cotidiana: si no hay una causa de mi enfermedad, no buscaría el curarla con la medicina adecuada. El sentido común nos lleva a basarnos siempre en el principio de causalidad.
El mismo sentido común nos alecciona, por otra parte, descubriendo relaciones muy constantes que no responden al principio de causalidad. Por ejemplo, no hay relación más constante que la relación día-noche, y sin embargo, nadie afirma que la noche sea causa del día o viceversa.
Así pues, en contra de lo que dicen Hume y los empiristas, no toda relación constante nos produce la sensación ilusoria de la causalidad. El mismo sentido común nos hace distinguir la diferencia entre un tipo de relación y otro.
Si pasamos ahora al ámbito de la ciencia, veremos cómo toda ella se elabora basándose en el principio de causalidad. La ciencia analiza cada uno de los procesos físicos, químicos y orgánicos, descubriendo entre ellos la relación de causalidad. La ciencia, como recuerda bien Tresmontant, no nos habla de mera concomitancia de fenómenos, sino de comunicación de energía e información entre los cuerpos. Tomemos dos ejemplos propuestos por Tresmontant.
Nace un ser humano: la ciencia moderna no nos dirá que este nacimiento se debe a la mera sucesión de un espermatozoide y de un óvulo. Todo lo contrario, descubrirá que la generación se debe a una intrínseca información del óvulo por el espermatozoide. El mensaje genético que contiene el espermatozoide se combina con el que contiene el óvulo. De ello nace un nuevo código genético, una nueva información. La causalidad aquí es la comunicación intrínseca de
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