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Psicoanalisis De La Sociedad


Enviado por   •  10 de Julio de 2014  •  2.881 Palabras (12 Páginas)  •  237 Visitas

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¿ESTAMOS SANOS?

Nada es más común que la idea de que las gentes que viven en

el mundo occidental del siglo xx están eminentemente cuerdas.

Aun el hecho de que gran número de individuos de nuestro medio

sufra formas más o menos graves de enfermedades mentales suscita

muy pocas dudas en cuanto al nivel general de nuestra salud

mental. Estamos seguros de que practicando mejores métodos

de higiene mental mejoraremos más aún el estado de nuestra salud

mental, y en lo que se refiere a las perturbaciones mentales

que sufren algunos individuos las consideramos estrictamente

como accidentes individuales, quizás un poco extrañados de que

ocurran tantos accidentes de esos en una cultura que se reputa

por tan equilibrada.

¿Estamos seguros de que no nos engañamos a nosotros mismos?

Muchos enfermos internados en asilos para dementes están

convencidos de que todo el mundo está loco, menos ellos. Muchos

neuróticos graves creen que sus ritos compulsivos o sus

manifestaciones histéricas son reacciones normales contra circunstancias

un tanto anormales. ¿Y qué es lo que sucede con nosotros?

Examinemos los hechos, siguiendo la buena manera psiquiátrica.

En los cien años últimos creamos nosotros, en el mundo

occidental, una riqueza material mayor que la de ninguna otra

sociedad en la historia de la especie liumana. Pero hemos encontrado

el modo de matar a millones de seres humanos por un procedimiento

que llamamos "guerra". Además de otras muchas

guerras menores, hemos tenido guerras grandes en 1870, 1914

y 1939. Todos los participantes en estas guerras creían firmemente

que luchaban en defensa propia, por su honor, o que contaban

con la ayuda de Dios. A los grupos con quienes uno está

en guerra se los considera, muchas veces de un día para otro, demonios

crueles e irracionales a quienes hay que vencer para salvar

del mal al mundo. Pero pocos años después vuelve la matanza

mutua, los enemigos de ayer son nuestros amigos de hoy y los

amigos de ayer nuestros enemigos de hoy, y otr" . ez empezamos

a pintarlos, con la mayor seriedad, del color blanco o negro que

¿ESTAMOS SANOS?

les corresponde. En este momento, en el año 1955, estamos preparados

para una matanza en masa que, si sobreviene, sobrepasará

a todas fas matanzas que la especie humana haya realizado hasta

ahora. Está preparado para ese objeto uno de los mayores descubrimientos

que se han hecho en el campo de las ciencias naturales.

Todo el mundo mira con una mezcla de confianza y recelo

a los "hombres de estado" de las diferentes naciones, dispuesto

a dedicarles todo género de alabanzas si "logran evitar una guerra",

ignorando que son sólo esos mismos hombres de estado los

que siempre producen la guerra, habitualmente no por sus malas

intenciones, sino por la irracional torpeza con que manejan los

asuntos que se les han confiado.

En esas manifestaciones de destructividad y de recelo paranoide,

no procedemos, a pesar de todo, de manera diferente a

como procedió la parte civilizada de la humanidad en los últimos

tres mil años de historia. Según Víctor Cherbuliez, desde 1500

a. c. hasta 1860 d. c. se han firmado no menos de unos ocho mil

tratados de paz, de cada uno de los cuales se esperaba que garantizaría

la paz perpetua, aunque, uno con otro, no duró más de

dos años cada uno de ellos.^

No es mucho más alentadora nuestra gestión en los asuntos

económicos. Vivimos dentro de un régimen económico en el que

una cosecha excepcionalmente buena constituye muchas veces un

desastre económico, y restringimos la producción en algunos sectores

agrícolas para "estabilizar el mercado", aunque hay millones

de personas que carecen de las mismas cosas cuya producción

limitamos, y que las necesitan mucho. Precisamente ahora

nuestro sistema económico está funcionando muy bien, entre

otras razones porque gastamos miles de millones de dólares al

año en producir armamentos. Los economistas esperan con cierta

intranquilidad el momento en que detengamos esa producción,

y la idea de que el estado debiera producir casas y otras cosas

útiles y necesarias en vez de armas fácilmente provoca la acusación

de que se ponen trabas a la libertad y a la iniciativa individual.

Más del 90 % de nuestra población sabe leer y escribir. Tenemos

radio, televisión, cine, un periódico diario para todo el

mundo; pero en lugar de damos la mejor literatura y la mejor

música del pasado y del presente, esos medios de comunicación,

complementados con anuncios, llenan las cabezas de las gentes

de la hojarasca más barata, que carece de realidad en todos los

sentidos, y con fantasías sádicas a las que ninguna persona semiculta

debiera prestar ni un momento de atención. Y mientras se

envenenan así los espíritus de todos, jóvenes y viejos, ejercemos

una feliz vigilancia para que no suceda ninguna "inmoralidad"

en la pantalla. Cualquiera indicación de que el gobierno debiera

financiar la producción de películas y de programas de radio que

ilustrasen y cultivasen el espíritu de nuestras gentes provocaría

también gran indignación y acusaciones en nombre de la libertad

y del idealismo.

Hemos reducido la jornada media de trabajo a la mitad, aproximadamente,

de lo que era hace unos cien años. Hoy tenemos más

tiempo libre del que ni siquiera se atrevieron a soñar nuestros

abuelos. ¿Y qué ha sucedido? No sabemos cómo emplear el tiempo

libre que hemos ganado, intentamos matarlo de cualquier modo

y nos sentimos felices cuando ya ha terminado un día más.

¿Para qué seguir describiendo cosas que todo el mundo sabe?

Indudablemente, si un individuo obrase de esa manera, se producirían

serias dudas acerca de su cordura; pero si pretendiese

que no hay en ello nada malo, y que actúa de una manera perfectamente

razonable, el diagnóstico entonces no podría ser dudoso.

^ Pero muchos psiquiatras y psicólogos se resisten a sostener

la idea de que la sociedad en su conjunto pueda carecer de equilibrio

mental, y afirman que el problema de la salud mental de.

una sociedad no es sino el de

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