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Puerto Rico


Enviado por   •  13 de Agosto de 2013  •  752 Palabras (4 Páginas)  •  282 Visitas

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Ahora bien, ¿qué bases reales existen para la llamada caribeñización de Puerto Rico? La idea de la Confederación Antillana, hoy, vista de cerca, nos resulta ingenua cuando nos adentramos en las diferencias y semejanzas de las Antillas Mayores. Si bien es cierto que Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba fueron hermanadas por una potencia europea que les impartió el sello de un colonialismo común, fácilmente podemos advertir las diferencias fundamentales entre la experiencia histórica nuestra y la del resto de las Antillas Mayores.

Ya hacia fines del Siglo XIX Santo Domingo era independiente, Cuba había sufrido una guerra independentista de diez años y Puerto Rico había protagonizado un Grito de Lares que apenas duró dos días. Tanto en Cuba como en Santo Domingo el sistema de explotación económica había sido más cruento: en Cuba la caña y el tabaco habían sido cultivados intensamente, la mano de obra esclava era más numerosa. Santo Domingo tendría que luchar por su independencia contra una potencia vecina —Haití— cuyo fundamento económico se remontaba a una de las explotaciones más intensas de hombres y tierras que ha conocido la historia de la humanidad. En Puerto Rico la explotación que tenía como marco de referencia la hacienda se desarrolló, a una escala menor, junto a modos autárquicos de sobrevivencia y junto al contrabando. Las otras Antillas Mayores forjaron burguesías nacionales independentistas. Puerto Rico, como muy bien ha recalcado José Luís González, nunca desarrolló una burguesía nacional con capacidad para defender eficazmente sus intereses. En Puerto Rico la debilidad del estado como tal, esa situación que tanto alarmó a O'Reilly y al despotismo ilustrado de Carlos III, se debía tanto a nuestra condición de baluarte militar como a la debilidad ancestral de nuestra economía.

Ahora bien, a pesar de todo ello hay unos vínculos evidentes que se remontan a una cultura surgida de la misma situación geográfica y el contacto de lo español con otras culturas: el ajiaco cubano, el sancocho dominicano y el guiso puertorriqueño, que también se llama sancocho, surgen de esa suculenta olla podrida peninsular que el criollo y el esclavo preparaban según las menudencias de viandas y carnes que proveía una sobrevivencia muchas veces paupérrima. Si el barroco cubano de un Lezama Lima y un Carpentier lograron sus mejores páginas desde una escritura arcaizante, la mejor poesía de nuestro Palés Matos evoca la poesía española de corte renacentista. La salsa puertorriqueña no es otra cosa que la música cubana —el son montuno y el guaguancó— pasada por la experiencia puertorriqueña de Nueva York y su contacto con el jazz latino; el trombón de nuestra instrumentación plenera se integra al sonido de las charangas y conjuntos cubanos. Hoy por hoy el merengue dominicano ha substituido a la salsa como el baile favorito de los puertorriqueños. Entonces está la misma lengua

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