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ROL DEL PSICOLOGO SOCIAL


Enviado por   •  4 de Junio de 2014  •  7.031 Palabras (29 Páginas)  •  349 Visitas

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El conflicto en Colombia tiene una historia de larga duración, tan extensa que casi consideramos haber vivido siempre en él. Las cifras del conflicto muestran población afectada en todas las direcciones, resulta en particular preocupante la violencia contra niños, niñas y jóvenes, la violencia contra la mujer y la agresión a población indígena y afrodescendiente. Frente a ello, el profesional en Ciencias Sociales tiene grandes desafíos, entre ellos romper las fronteras de su práctica tradicional, abordar el conocimiento de su realidad y rescatar el valor y el poder de las poblaciones para agenciar su cambio. La formación de profesionales que enfrentarán en el inmediato futuro este ingente desafío, deben ser educados a la altura del desafío, con nuevas prácticas, mayor contacto con la realidad y mayor pertinencia y espíritu crítico en los contenidos. Este es el recorrido de este documento de cuatro escenas, que deja la última al lector para que se convierta en vida.

Palabras claves:

Conflicto social, ciencias sociales, violencia en Colombia, enseñanza de las ciencias sociales en Colombia.

En la siguiente presentación haré un recuento de algunos hechos de violencia social que son el día a día en Colombia y que precisan y describen el contexto de los desafíos más ingentes que enfrentamos como científicos sociales. No son cifras exhaustivas ni agotan los análisis posibles, se presentan a modo de sensibilización y movilización del pensamiento para generar ideas de intervención. Posteriormente presentaré algunas claves de trabajo surgidas de la experiencia y una reflexión sobre las necesidades de intervención con este tipo de poblaciones que se presenta como enumeración, lista abierta para seguir construyendo temas y oportunidades de trabajo. Finalmente señalaré los aspectos que considero fundamentales para el aprendizaje de profesionales que sean capaces de estar a la altura de estas demandas y propuestas de la realidad, con la intención también abierta de seguir recuperando opciones y estrategias de las experiencias de otros profesionales.

Es una reflexión en construcción abierta al aporte de nuevas propuestas y caminos para el análisis planteado por escenas. La metáfora de las escenas ayuda a ubicar momentos, una suerte de fotografías que requieren movimientos intermedios que completa quien lee y que ayuda a visualizar una trayectoria completa, la trayectoria que debe construir un científico social en formación.

El conflicto armado en Colombia lleva 43 años en su último periodo. Esta ubicación reconoce el nacimiento de las FARC-EP y del ELN, como un momento clave en la historia del conflicto en el año 1964. Un conflicto de tan larga duración que ha sido catalogado como uno de los más antiguos del planeta. Para los colombianos, la violencia siempre ha existido, no ha habido nunca propiamente tiempos de paz, de tal suerte que todas las violencias de todos los tiempos parecen ser una y la misma. Pécaut (2001) al respecto señala: “La memoria de la violencia sigue siendo, en efecto, singularmente fuerte. Una memoria compleja, como lo ha sido La Violencia misma (…) Esta memoria no es extraña en la reiniciación de la violencia a fines de los años setenta. Ella ha forzado el imaginario social que incita a pensar que las relaciones sociales y políticas son regidas constantemente por la violencia, y que esta puede invadir de nuevo toda la escena” (p. 110).

¿Qué tipo de sociedad somos habiendo crecido y creído que la violencia nos constituye y es parte de nuestra realidad? El colombiano naturaliza su escena, se comporta y transita por su vida lidiando con la existencia de la violencia y sólo en breves instantes se libra de lo que llamaría Martín-Baró el fatalismo. Blanco& Díaz (2007) señalan al respecto: “ (…)Consuelo, por su parte, es el vivo ejemplo de reactancia: confronta esa honda actitud de pasividad conformista y resignada ante lo que la vida tenga a bien depararle e intenta abrirse camino hacia la rebeldía (fatalismo reflexivo le podríamos llamar con la ayuda de Beck) para salir de la “ruta marcada por las generaciones pasadas””. Quizás así vivimos los colombianos, en medio de la incertidumbre, la inseguridad, la resignación, la conformidad, la apatía, diversas formas, que nos recuerdan Blanco & Díaz (2007), son el amparo contra la posibilidad de desaparecer que siempre trae consigo la violencia.

Los efectos devastadores de 43 años de confrontaciones sobre variedad de poblaciones ha intentado calcularse, especialmente en las últimas décadas con la ayuda de entidades del Estado o no gubernamentales, regionales, nacionales, e internacionales como, Human Right Watch, UNICEF, Consultoría para los derechos humanos y el desplazamiento (CODHES), Cruz Roja Internacional, Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), Amnistía Internacional, Fundación País Libre, entre muchas otras. Estas organizaciones cuentan con observatorios de violencia, redactan informes, realizan denuncias, atienden y disminuyen los impactos del conflicto sobre todos los actores, tomando como base cifras que colectan con rigor y constancia para producir estadísticas y análisis de gran valor en la comprensión del fenómeno. Estas cantidades profusamente almacenadas y analizadas han ayudado a visualizar la situación por poblaciones, por regiones, por tipo de lesiones, por actores y en líneas de tiempo.

La brecha entre los datos recopilados por una organización y por otra que atienden fenómenos similares y la gran cantidad de personas que nunca llegan a las estadísticas de estas entidades es un asunto que estas mismas instituciones analizan y recogen en sus informes. En el caso de los problemas para llevar estadísticas sobre víctimas, por solo mencionar un aspecto de la problemática, se destaca que normalmente existe en el afectado miedo a identificarse por el peligro que corre su vida, la desconfianza en los intereses que defienden algunas organizaciones que ofrecen ayuda, la desinformación o dificultad del desplazado o vulnerado para acceder a los lugares donde se brinda apoyo específico, el carácter y recursos de algunas de las víctimas que les permite soluciones individuales o de apoyo familiar y como un aspecto muy particular, la distorsión de los registros y datos a favor de intereses de quienes los presentan.

Esta situación de las víctimas, es claramente retratada cuando Mauricio Gaborit (2006) recoge de Martín-Baró, la dura experiencia de las víctimas del conflicto armado de El Salvador: “Para muchos, la mentira se volvía la forma más expedita para poder sobrevivir y, aunque, en una primera instancia, la mentira era rechazada, pronto se incorporaba en el lenguaje cotidiano, que daba cuenta de la vida personal y colectiva. (p. 11 ) Gaborit (2006) señala que esta aceptación

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