Reflexion
Enviado por eduM • 2 de Septiembre de 2012 • 9.469 Palabras (38 Páginas) • 250 Visitas
UNIVERSIDAD LATINA DE COSTA RICA
Psicología en los Cuidados Paliativos
Psicología General
Desarrollo
• Biografía de Elizabeth Kubler Ross
Fue una médica psiquiatra americo-suiza, autora de On Death and Dying (1969), donde expone su conocido modelo de Kübler-Ross por primera vez. En esa y otras doce obras, sentó las bases de los modernos cuidados paliativos, cuyo objetivo es que el enfermo afronte la muerte con serenidad y hasta con alegría.
Se licenció en medicina en la Universität Zürich en 1957 y en 1958, se mudó a Nueva York, donde continuó sus investigaciones.
Empezó como residente con pacientes a punto de morir y más tarde fue dando conferencias sobre el tratamiento de moribundos. Toda su obra versa sobre la muerte y el acto de morir y va describiendo diferentes fases del enfermo según va llegando su muerte (modelo Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación).
Se graduó en psiquiatría en la University of Colorado en 1963 y recibió 23 doctorados honoríficos.
Elisabeth ayudó a muchos familiares a manejar su pérdida, a saber cómo enfrentarse a la muerte de un ser querido, les explicó cómo apoyar al moribundo, lo que debía hacerse en esos difíciles momentos y lo que debía evitarse. Bajo su tutela se crearon fundaciones y movimientos ciudadanos que reclamaban el derecho a una muerte digna. Y comenzaron a publicarse libros, gracias a los cuales miles de familias recibieron consuelo.
Entrenó a decenas de enfermeras, médicos y atendió a cientos de pacientes y moribundos cuando en hospitales y clínicas de Estados Unidos la muerte se negaba y se trataba el cuerpo como una “cosa”, casi como un maquina.
En sus últimos años se interesó por la experiencia cercana a la muerte, las experiencias extra corporales y los médiums, lo que fue bastante escandaloso y conllevó ataques en sus centros
Sufrió varios ataques de apoplejía en 1995 que le paralizaron el lado izquierdo. En una entrevista de 2002 con The Arizona Republic, decía que estaba preparada para morir.
Finalmente, la doctora Kübler-Ross falleció el día 24 de agosto de 2004.
• Sobre el miedo a la muerte
Desde las culturas de los pueblos antiguos, constatamos que la muerte siempre ha sido desagradable para el hombre y probablemente siempre lo será.
Para nuestro inconsciente, es inconcebible imaginar un verdadero final de nuestra vida aquí en la tierra, y si esta vida nuestra tiene que acaba, el final siempre se atribuye a una intervención del mal que viene de afuera. En términos más simples, en nuestro inconsciente solo podemos ser matados; nos es inconcebible morir por una causa natural o la vejez. Por lo tanto la muerte de por si va asociada a un acto de maldad, es un acontecimiento aterrador, algo que exige pena y castigo.
Conviene recordar estos datos fundamentales, ya que son esenciales para entender algunas de las manifestaciones más importantes de nuestros pacientes, que de otro modo serían inteligibles.
El segundo hecho que tenemos que tener en cuenta es que, en nuestro inconsciente, no podemos distinguir entre un deseo y un hecho. Así como nuestro inconciente no puede diferenciar entre el deseo de matar a alguien segados por la ira y el hecho de haberlo llevado a cabo, el niño pequeño tampoco puede hacer esta distinción. El niño enojado que desea que su madre caiga muerta por no haber satisfecho sus exigencias, quedará muy traumatizado por la muerte real de su madre, a pesar que este acontecimiento no sea muy próximo en el tiempo a sus deseos destructores. Siempre se atribuirá toda o una parte de la culpa de la pérdida de su madre.
Muchos padres recordarán observaciones de sus hijos como esta: “Enterré a mi perrito y la próxima primavera, cuando vuelvan a salir las flores, se levantará”. Tal ve era un deseo semejante el que impulsaba a los antiguos egipcios a proveer a sus muertos de comida y objetos para mantenerlos contentos, y a los antiguos indios americanos a enterrar a sus parientes con sus pertenencias.
Cuando nos hacemos mayores y empezamos a darnos cuenta que nuestra omnipotencia en realidad no existe, de que nuestros deseos más intensos no son tan poderosos como para hacer posible lo imposible, el miedo de haber contribuido a la muerte de un ser querido disminuye, y con él la sensación de culpabilidad. Sin embargo el miedo se mantiene atenuado sólo mientras no se le provoque con demasiada fuerza. Sus vestigios pueden verse a diario en los pasillos de un hospital, en las personas relacionadas con el difunto.
- Marido y mujer pueden llevar años peleándose, pero cuando muera uno de los dos, el superviviente se mesará los cabellos, gemirá y llorará sonoramente y se dará golpes en el pecho lleno de arrepentimiento, miedo y angustia, y a partir de entonces temerá su propia muerte más que antes, creyendo todavía en la ley del talión –ojo por ojo, diente por diente. “Soy responsable de su muerte y tendré que morir de un modo cruel como castigo”.
Si alguien se aflige, se da golpes en el pecho, se mesa el cabello o se niega a comer, es un intento de autocastigo para evitar o reducir el castigo previsto para la culpa que ha tenido en la muerte del ser querido.
Este pesar, esta vergüenza y esta culpabilidad no están muy alejadas de sentimientos de cólera y rabia. El proceso de dolor siempre lleva consigo algo de ira. Como a ninguno de nosotros le gusta admitir su cólera respecto a una persona muerta, estas emociones a menudo son disfrazadas o reprimidas y prolongan el período de dolor o se manifiestan de otras maneras.
- El niño de cinco años que pierde a su madre se culpa a sí mismo de por su desaparición y al mismo tiempo se enoja con ella por haberle abandonado y por no satisfacer ya más sus necesidades. Entonces la persona muerta se convierte en algo que el que el niño ama y desea mucho, pero que odia con la misma intensidad por lo dura que se le hace su pérdida.
La muerte es todavía un acontecimiento terrible y aterrador, y el miedo a la muerte es un miedo universal aunque creamos que lo hemos dominado en muchos sentidos. Lo que ha cambiando es nuestra manera de hacer frente a la muerte, al hecho de morir y a nuestros pacientes moribundos.
La autora dice que recuerda un suceso de su infancia:
- Recuerdo de cando era niña la muerte de un granjero. Se cayó de un árbol y ya se vió que no duraría mucho. Él pidió simplemente, morir en casa, deseo que se le concedió sin más. Pidió que entraran sus hijas en el dormitorio y habló con cada una de ellas por separado durante unos minutos. Arregló sus asuntos tranquilamente, aunque sufría mucho, y distribuyó sus
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