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Resúmen La Metamorfosis De La Pubertad


Enviado por   •  13 de Mayo de 2014  •  4.694 Palabras (19 Páginas)  •  1.502 Visitas

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Resúmen. Ensayo III. La metamorfosis de la pubertad (Tres ensayos sobre una teoría sexual)

Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual.

Hasta ese momento actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas singulares que, independientemente unas de otras, buscaban un cierto, placer en calidad de única meta sexual.

Ahora es dada una nueva meta sexual; para alcanzarla, todas las pulsiones parciales cooperan, al par que las zonas erógenas se subordinan al primado de la zona genital.^ Puesto que la nueva meta sexual asigna a los dos sexos funciones muy diferentes, su desarrollo sexual se separa mucho en lo sucesivo.

El del hombre es el más consecuente, y también el más accesible a nuestra comprensión, mientras que en la mujer se presenta hasta una suerte de involución. La normalidad de la vida sexual es garantizada únicamente por la exacta coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a la meta sexuales: la tierna y la sensual.^

La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos genésicos.a este acto final del proceso sexual va unido el monto máximo de placer.

La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción; se vuelve, por así decir, altruista.

También aquí pueden sobrevenir perturbaciones patológicas por interrupción de esos reordenamientos. Todas las perturbaciones patológicas de la vida sexual han de considerarse, con buen derecho, como inhibiciones del desarrollo.

[1.] El primado de las zonas genitales y el placer previo.

Se ha escogido como lo esencial de los procesos de la pubertad lo más llamativo que ellos presentan: el crecimiento manifiesto de los genitales externos, que durante el período de latencia de la niñez había mostrado una relativa inhibición.

Al mismo tiempo, el desarrollo de los genitales internos ha avanzado hasta el punto de poder ofrecer productos genésicos, o bien recibirlos, para la gestación de un nuevo ser.

Este aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos; en relación con ello, la observación nos enseña que los estímulos pueden alcanzarlo por tres caminos: desde el mundo exterior, por excitación de las zonas erógenas que ya sabemos; desde el interior del organismo, siguiendo vías que aún hay que investigar, y desde la vida anímica, que a su vez constituye un repositorio de impresiones externas y un receptor de excitaciones internas

Por los tres caminos se provoca lo mismo: un estado que se define como de «excitación sexual» y se da a conocer por dos clases de signos, anímicos y somáticos. El signo anímico consiste en un peculiar sentimiento de tensión, de carácter en extremo esforzante; entre los múltiples signos corporales se sitúa en primer término una serie de alteraciones en los genitales, que tienen un sentido indubitable: la preparación, el apronte para el acto sexual. (La erección del miembro masculino, la humectación de la vagina.)

LA TENSIÓN SEXUAL. El estado de excitación sexual presenta, pues, el carácter de una tensión.

Siempre la tensión producida por los procesos sexuales va acompañada de placer; aun en las alteraciones preparatorias de los genitales puede reconocerse una suerte de sentimiento de satisfacción.

Ahora bien, ¿cómo condicen entre sí esta tensión displacentera y este sentimiento de placer? Todo lo concerniente al problema del placer y el displacer toca uno de los puntos más espinosos de la psicología actual. Procuraremos aprender lo posible a partir de las condiciones del caso que nos ocupa, y evitar el abordaje más ceñido del problema en su totalidad

El ojo, que es quizá lo más alejado del objeto sexual, puede ser estimulado {reizen} casi siempre, en la situación de cortejo del objeto, por aquella particular cualidad de la excitación cuyo suscitador en el objeto sexual llamamos «belleza». De ahí que se llame «encantos» {Reize} a las excelencias del objeto sexual. En esta excitación se conecta ya, por una parte, un placer; por la otra, tiene como consecuencia aumentar el estado de excitación sexual, o provocarlo cuando todavía falta. Si viene a sumarse la excitación de otra zona erógena, por ejemplo la de la mano que toca, el efecto es el mismo: una sensación de placer que pronto se refuerza con el que proviene de las alteraciones preparatorias [de los genitales], por un lado y, por el otro, un aumento de la tensión sexual que pronto se convierte en el más nítido displacer si no se le permite procurarse un placer ulterior

Quizá más trasparente aún es este otro caso: el de una persona no excitada sexualmente a quien se le estimula una zona erógena por contacto, como la piel del pecho en una mujer. Este contacto provoca ya un sentimiento de placer, pero al mismo tiempo es apto, como ninguna otra cosa, para despertar la excitación, sexual que reclama más placer. ¿De qué modo el placer sentido despierta la necesidad de un placer mayor? He ahí, justamente, el problema.

MECANISMO DEL PLACER PREVIO. El papel que en ese proceso cumplen las zonas erógenas es claro. En su conjunto se aplican para brindar, mediante su adecuada estimulación, un cierto monto de placer; de este arranca el incremento de la tensión, la cual, a su vez, tiene que ofrecer la energía motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual. La penúltima pieza de este acto es, de nuevo, la estimulación apropiada de una zona erógena (la zona genital misma en el glans penis) por el objeto más apto para ello, la mucosa de la vagina; y bajo el placer que esta excitación procura, se gana, esta vez por vía de reflejo, la energía motriz requerida para la expulsión de las sustancias genésicas. Este placer último es el máximo por su intensidad, y diferente de los anteriores por su mecanismo. Es provocado enteramente por la descarga, es en su totalidad un placer de satisfacción, y con él se elimina temporariamente la tensión de la libido.

El primero puede designarse convenientemente como placer previo, por oposición al placer final o placer de satisfacción de la actividad sexual. El placer previo es, entonces, lo mismo que ya podía ofrecer, aunque en escala reducida, la pulsión sexual infantil; el placer final es nuevo, y por tanto probablemente depende de condiciones que sólo se instalan con la pubertad. La fórmula para la nueva función de las zonas erógenas sería: Son empleadas para posibilitar, por medio del placer previo que ellas ganan como en la vida infantil, la producción del placer de satisfacción mayor.

PELIGROS DEL PLACER PREVIO. ese peligro se presenta cuando, en cualquier punto de los procesos sexuales preparatorios,

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