Sociología De La Experiencia Escolar
Enviado por robenech • 12 de Febrero de 2015 • 6.583 Palabras (27 Páginas) • 502 Visitas
EN LA ESCUELA
SOCIOLOGÍA DE LA EXPERIENCIA ESCOLAR
François Dubet
Crecer
Mientras que los escolares viven en una continuidad relativa su estatuto de niño y su estatuto de alumno, los colegiales hacen la experiencia de una verdadera tensión, es decir una ruptura entre el alumno y el adolescente. Con la adolescencia se forma un “sí mismo” no escolar, una subjetividad y una vida colectiva independientes de la escuela, que “afectan” a la vida escolar misma. Toda una esfera de la experiencia de los individuos se desarrolla en el colegio, pero sin él.
Grandes y pequeños
Ningún período de la vida está, como la adolescencia, definido por la influencia de los interrogantes sobre el hecho de “crecer”. Esta preocupación es constantemente reforzada por las actitudes de los adultos. “Sí, me lo hacen notar continuamente; ¡qué alta que está, creció desde la última vez, tiene por lo menos cinco centímetros más! Siempre lo mismo y me enerval.” Los colegiales están presos entre los desajustes constantes de la infancia y la adolescencia, ya no viven en un mundo homogéneo y son siempre demasiado grandes o demasiado pequeños. La prueba de Gulliver encuadra su universo social. Toda su existencia está sometida a los cambios de las órdenes de crecimiento en función de las situaciones y los interlocutores. “Cuando estamos en primaria somos los más grandes, el rey. Y después, en sexto, somos los pequeños.” “Depende de la persona con la que uno se encuentra: si esa persona es un pequeño uno se va a sentir más adulto, si es más grande uno se va a sentir inferior, no sé.”Además los adultos participan activamente en el mantenimiento de esta sensación. “En casa, depende. A veces me tratan como a muy chico cuando les conviene, y después, cuando me piden algo: ¡ahora eres grande!” Pero es en el colegio donde se experimentan más claramente estas disparidades de “tamaño”. Los alumnos se redescubren “pequeños”, sin estar no obstante protegidos como los pequeños. “El primer día de clase una de sexo se dejó empujar por una más grande, se cayó y durante dos semanas tuvo
que andar con muletas.” “¡Te aplastan! ¡Te dicen: ah, los pequeños!”
La disparidad de tamaños habla también de las jerarquías subjetivas de madurez. Para los “grandes” de tercero, los “pequeños” son siempre demasiado “pequeños”. “A veces me pregunto qué hago ahí, porque hay pequeños que no tienen nada en la cabeza, uno los mira, ésa salta a la cuerda, aquél juega a pelota.” Esta observación es acompañada por la impresión permanente de que, actualmente, los pequeños crecen más rápidamente. “En nuestras generaciones las chicas con cada vez más jóvenes; cuando una mira a las más jóvenes ve que son más avispadas.” Pero a las representaciones de de los grandes hay que oponer las de los pequeños. Y aquí el sentimiento es más bien unánime: para los “pequeños” de quinto, los “grandes” de tercero no son nunca bastante “grandes”. “Los de tercero son unos cretinos; hacia el fin del liceo la cosa empieza a ser un poco mejor.” El grado de madurez juega como un signo de distinción personal en el seno del universo colegial. “Uno está en una edad en la que hay algunos muy maduros y otros no. Yo no me considero una mujer, pero hace falta una mentalidad más avanzada de la que se cree una chiquilla que trata de hacerse la mujer y todo se acaba ahí...” En la desorganización general de los “tamaños”, los colegiales son siempre “inadaptados”, juegan en falso y nunca se sienten en el lugar donde deberían estar exactamente. Esta prueba provoca en los más pequeños una nostalgia de la infancia y de la escuela primaria, cuando el mundo era claro e integrado. “En sexto, cuando se habla del primario, es inolvidable. Uno recuerda cosas y le gustaría mucho vivirlas todavía. Uno se dice que eran buenos tiempos, uno se sentía bien, uno se divertía, uno era grande. Teníamos un poco más de autoridad que antes de entrar a sexto. ¡Vaya si era mejor!” Algunos no quieren crecer. “¡Quisiera ser siempre un bebé!” “Si, yo también hice una regresión.” Son sobre todo los alumnos de quinto, pertenecientes a clases medias, los que abandonan la infancia penosa mente. “Cuando se va al colegio, es como si uno debiera crecer de golpe. Como si ya no se debieran tener recuerdos de infancia. Como si nos privaran de todo eso. Todavía tengo ojos de niño y juego muy bien y no tengo vergüenza.” “Tengo Barbies, muñecas, y siempre siento miedo cuando invito a nuevas compañeras, es vedad que se burlan de mi.” A la inversa, los alumnos de tercero quieren crece, pero no sin temores. El liceo es aprendido como un mundo de libertades donde “al menos al mediodía se puede ir a
McDonald”. El control familiar se torna pesado. En todo caso, hay que afirmarlo ante los demás para demostrar su “tamaño”. “Cuando voy a alguna parte estoy obligada a hacerlo delante de mi madre o mis parientes.” El hecho de volverse mayor se asocia a una serie de caracteres positivos: se tiene más “seguridad”. Se es más “razonable”, más “independiente”...
El deseo de seguir siendo pequeño y crecer a la vez invade a todos los colegiales. Domina las relaciones en el interior de la clase, relaciones que parecen siempre desajustadas. Los alumnos son, a la vez, demasiado grandes y demasiados pequeños, y se reconocen en sutiles signos de madurez. En el transcurso de un año pasado en una clase de quinto pude
(F. Dubet) observar las transformaciones de los alumnos, especialmente en las chicas que cambian sus maneras de vestir de un día para otro y dejan de ser crías. A medida que se producen estas transformaciones, las parejas de alumnos que se sientan juntos se hacen y se deshacen según la madurez de cada uno. Otros, al crecer, se acercan a un camarada que se ha quedado pequeño para ser su protector, el hermano o la hermana mayor: así marcan su grandeza. Contra estas tensiones múltiples y cambiantes, los colegiales se encierran en el presente frente a un futuro inquietante. Quieren crecer pero expresan abiertamente el miedo a hacerlo. “Uno tiene miedo de fracasar en su vida, de ser autónomo.” “Sí, eso es, prefiero que mis padres estén detrás de mí.” El discurso puede tomar una tonalidad cínica. “Prefiero permanecer adolescente, así uno está tranquilo con los padres.” En todos estos juegos de tamaño, la cultura de masas adolescentes tiene un lugar esencial, distribuyendo los códigos de la madurez en la vestimenta, lo gastos musicales...
Chicas y Muchachos
A las tensiones de los “tamaños” hay que añadir la de los géneros. La vida en el colegio está dominada por una viva oposición entre los sexos. Chicas y muchachos comparten la clase en dos espacios distintos,
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