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Somatizacion: sindrome de briquet


Enviado por   •  26 de Febrero de 2015  •  Trabajo  •  2.674 Palabras (11 Páginas)  •  322 Visitas

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SOMATIZACION: SINDROME DE BRIQUET

Varios estudios nacionales y extranjeros señalan que entre un tercio y un cuarto de los síntomas físicos que son causa de consulta médica corresponderían a somatización, entendiendo por ello a la sintomatología corporal en que no es posible demostrar una causa orgánica (Escobar y cols., 1989). Una gran variedad de cuadros psiquiátricos pueden explicar completa o parcialmente la presencia de tales síntomas, como ocurre con la depresión y la angustia, cuadros clínicos de gran prevalencia.

La nomenclatura psiquiátrica ha variado considerablemente a través de la historia, procurando por un lado perfeccionar la comprensión de las enfermedades descritas, y por otro, evitar la dispersión de criterios al momento de la clasificación de enfermedades y cuadros sindromáticos.

Un criterio relativamente nuevo, el de trastorno de somatización, ha tenido un devenir particularmente azaroso. Por una parte, su génesis se encuentra en las excelentes descripciones que hicieron algunos clínicos hace ya un siglo y medio, como es la de Paul Briquet (1859). Desde otro lado, el sistema de clasificación norteamericano DSM (1) ha fluctuado en sus últimas versiones entre reconocer el aporte de Briquet, y renegar del mismo

La somatización ha sido descrita como “la expresión del distrés personal y social en un idioma de quejas o síntomas corporales con requerimiento de ayuda médica” (Bass y Benjamin, 1993). A través de un breve recorrido histórico, nos proponemos recoger el aporte clínico y semiológico de las presentaciones psíquicas acompañadas de somatización, cuadros que en la actualidad consumen una gran cantidad de recursos en los diferentes niveles de los sistemas de salud.

Sugerimos que a través de una distinción clínica de mayor precisión, los médicos y profesionales de la salud se pueden encontrar en un mejor pie al momento de diagnosticar y sobre todo de intervenir sobre las personas que los consultan con este tipo de síntomas.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

El carácter florido y proteiforme de la histeria fue resaltado desde la antigüedad, cuestión que condujo a dudar de si se trataba de una o de varias enfermedades. Galeno decía de ella: “la afección histérica es -o tiene- un sólo nombre, pero comprende bajo sí variados e innúmeros accidentes”. Así, la exuberancia sintomática aparece desde el inicio como un aspecto sobresaliente de ella.

La propia palabra “histeria” procede del griego “hysteron” y significa “matriz”, lo que llevó a Hipócrates a considerarla una enfermedad exclusiva de las mujeres. El supuesto popular recogido por Hipócrates sindicaba al útero como causante del mal y se atribuía a Pitágoras la idea de que la matriz poseía cualidades propias de los animales, a saber, movimiento espontáneo y sensibilidad. De tal modo, el útero -insatisfecho en sus deseos genitales-, atormentaba a su propietaria desplazándose por su interior: de allí que los tratamientos de la época recomendarían técnicas en concordancia con esas teorías, tales como la “fricción seductora de la vagina” o la “aplicación local de sahumerios atrayentes y fragantes” a fin de persuadir a la “peripatética víscera” de retornar a su lugar natural. La histeria podía -y puede- ser confundida con cualquier otra enfermedad porque imita prácticamente todo. Por ello, debe ser distinguida ante todo de la simulación. Charcot, clínico notable, creyó muy necesario diferenciarla (alrededor de 1885) cuidadosamente de la epilepsia, pues en ambas “neurosis” (sic) aparecen ataques convulsivos generalizados, y llamó “histeroepilepsia” a la gran histeria, aquella en la que se daban los ataques convulsivos.

Sin embargo, ni el propio Charcot estaba seguro si el histerismo era una verdadera enfermedad, o apenas la manifestación desorganizada de una débil constitución nerviosa; en resumen, poco menos que una “naturaleza corrupta”. Con este paso -la aceptación de la existencia de especies mórbidas en el campo de lo que entonces se llamaba Neuropatología-, Charcot funda la Nosografía en el sentido moderno, es decir, un conjunto de afecciones o especies mórbidas que contienen cada una algo peculiar y específica, y que no se confunden una con otras. Claro está, nada impide -según Charcot-, que un mismo individuo padezca simultáneamente de histeria y epilepsia o de histeria y neurastenia. El concepto diagnóstico actual de un Trastorno de Somatización se basa en la obra de Perley (1962), Guze (1967) y Woodruff (1968). En los años sesenta.

Su objetivo fue identificar una condición clínica que pudiese ser diagnosticada de manera consistente y replicable, y usaron la palabra “estable” para enfatizar, precisamente su replicabilidad. Aunque los criterios diagnósticos eran explícitos, el número y variedad de los síntomas implicaba que una condición completa del cuadro fuese raramente vista. Por este motivo, el DSM-IV simplificó los criterios de modo que llegaran a ser fácilmente aplicados en un encuadre clínico. Los autores señalados más arriba redescubren a Pierre Briquet (1796-1881) junto con otros predecesores (Francois Mai y Halrold Merskey), principalmente por las consideraciones clínicas del autor francés al considerar el problema. Observamos que el síndrome de Briquet es clínicamente intachable, y que poco ha quedado de él en los distintos manuales. En la página 327 del tratado, expresamente Briquet dice que “los médicos han observado a la histeria como una afección no interrumpida en el tiempo, sin tener una idea exacta ni el entendimiento, de la naturaleza de las alteraciones que existen en los intervalos de las crisis”.

En la actualidad, términos como neurosis, histeria y neurastenia, parecen relegados al olvido. Tal vez con la salvedad del último, que ha logrado ser repuesto en algunas nomenclaturas, disputando aún el terreno a un generalizado –aunque escasamente delimitado- Síndrome de Fatiga Crónica.

Más que una nostálgica remembranza de los mismos, lo que algunos clínicos extrañamos de esas antiguas conceptualizaciones es precisamente el rigor semiológico, la precisión en el establecimiento de distinciones y la riqueza y densidad fenoménica basadas en la observación sistemática de centenares de casos. Sin embargo, las nuevas nomenclaturas se han impuesto desde su aplicabilidad práctica, y parece difícil dar marcha atrás a la historia. Por ello, es mejor considerarlas con alguna detención y extraer de las mismas algunos criterios que permitan ordenar y guiar nuestro diagnóstico.

TRASTORNOS SOMATOMORFOS

Los Trastornos Somatomorfos son un grupo de cuadros que incluyen síntomas físicos como dolor, nauseas, mareos, etc., para los cuales no hay una explicación orgánico-funcional adecuada.

Los síntomas

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