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TERAPIA SEBASTIAN FITZEK


Enviado por   •  21 de Junio de 2016  •  Monografía  •  5.520 Palabras (23 Páginas)  •  823 Visitas

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Terapia, Sebastian Fitzek:        El espejo entre 4 paredes

Literatura                                                                                   Profesora Fabiana Nadra

Matías Martos Viguié

5° AÑO C

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El género realista pertenece a una rama de la literatura completamente objetiva. Sus escritos brindan un aspecto verdadero y verosímil. Toda la trama, los personajes y sus aspectos están dentro de las coordenadas de la realidad.

          En cuanto al género fantástico, el cual se centra en la relación entre los elementos que dan verosimilitud a un relato real, con otros sobrenaturales, logra provoca una vacilación en el lector poniendo a prueba su capacidad de interrelación entre estos sucesos de la historia. Varios autores lograron, mediante sus trabajos, relacionar muy bien estos dos géneros a tal punto que el lector se introduce en una abrumadora incertidumbre de saber si lo que está leyendo pertenece o al género realista o al género fantástico.

          “Terapia” no es más sino una novela realista. Su escritor Fitzek, logra que el lector se adentre en la historia creando teorías sobre lo que para uno es la verdad. La vacilación particular de un texto fantástico, concebida por Fitzek, se presenta constante durante todo el relato, pero un hecho en particular, las enfermedades del protagonista, comprueba que este libro pertenece al género realista. Personas que padecen la enfermedad de la esquizofrenia conviven con una realidad paralela, pero el escritor no debela esta cuestión hasta el final del relato.

         Interrelacionando variadas citas del escrito, con otros textos como “Introducción a la Literatura Fantástica” (Todorov) comprobaré mediante contraargumentos que “Terapia” pertenece al género realista; así también que varios de los numerosos síntomas que presentan las enfermedades se plasman explícitos en la novela con sucesos que padece el protagonista (Fitzek los utiliza de manera brillante). Luego, refiriéndome a una comparación con este texto, me apoyaré férreamente con un film muy similar a su argumento. Y Finalmente, con una entrevista, destacaré otro aspecto interesante que es en qué se inspiró Sebastian Fitzek para desarrollar esta novela.

Víctor Larenz, un psiquiatra muy prestigioso, un día decide llevar a su hija a una consulta médica de un alergólogo debido a que su rostro denotaba ya un desfavorable estado; resulta que en ocasiones anteriores había sido llevaba por su padre a varios médicos pero no le supieron dar una respuesta concreta. Pasados allí, unos minutos de que su hija había entrado al consultorio sola, resulto ser para él, que la habían secuestrado. Nadie le pudo dar una explicación alguna en ese momento, ni durante los próximos cuatro años, los cuales investigó en los rincones más insólitos con tal de encontrar a su pequeña hija. Resulto ser así, que después de  estos casi cuatro años, soltó las riendas de esa implacable búsqueda y se aisló en una isla llamada Parkum con el propósito de contestar una entrevista y cerrar el ciclo, dando a Josy por muerta. Allí tenía una casa heredada de sus padres, la cual le sirvió para alojarse y salir totalmente de ese vacío que le provocó la pérdida de su hija. Al albergarse en la isla, suceden una serie de hechos muy importantes en sus próximos días que lo único que van a producir en Víctor es una discrepancia en su cabeza tal que a fin de cuentas le harán ver la verdadera realidad.

  “Era el ruido que solía oír cuando su padre regresaba de una excursión en velero, el ruido metálico y tintineante…”[1]

Primer atracón en la isla, Anna Spiegel había llegado a su casa sin justificación alguna. Era una mujer joven, escritora de cuentos infantiles y padecía esquizofrenia, por eso acudía al doctor Larenz, especialista en esa rama de la psicología. Los personajes principales de sus escritos se hacían realidad en su vida y, en reiteradas veces, escribían un final atroz ellos mismos. Por eso quería deshacerse de esa “prisión” esquizofrénica que la torturaba cada vez que escribía un cuento. Luego de varias visitas de la señorita Spiegel a la casa de Víctor, pudo él deducir que Anna no solo venía a tratarse como una paciente más, sino que vino a darle una detallada pista de lo que había pasado con su hija, cuatro años atrás. Él sabía que ella sabía algo. Su último e inconcluso escrito, trataba de la vida de una niña idéntica a Josy, coincidían casi todos los aspectos (la enfermedad de Josy, los lugares que ella describió con tanta exactitud y todo el resto de los acontecimientos). El interés de Víctor fue tan claro que inconscientemente fue él mismo quien se citó a terapia, preguntándole a Anna cómo y porqué habían ocurrido esos sucesos, quiso saber el final de la historia… ¿Dónde estaba Josy? ¿Estaba muerta, o seguía con vida?

 Sebastian juega con los límites entre los géneros desde un primer momento. De hecho no es casual que una mujer llegue a Víctor por una recomendación de otro doctor a su casa en la isla y que a su vez, haya dado en el blanco de su situación con su hija.

Resulta ser que la desaparición de su hija en la consulta y la isla con todos los sucesos que “vivió” eran parte de una gravísima alucinación que padeció Víctor esos cuatro años (en la vida real) producto de dos enfermedades, la esquizofrenia y el síndrome de Munchausen. La realidad era que Josy era alérgica a la penicilina y al paracetamol, y solo Víctor lo sabía. El amor que le tenía a su hija hizo que la envenenara involuntaria e inconscientemente dándole progresivamente dosis cada vez más altas de estas drogas; quería que su hija se estancara en la etapa de la infancia. Tenía miedo de que algún día creciera y se vaya lejos.

Hay un punto clave que desató toda esta trama y fue en el verano de aquel año, donde se fueron de vacaciones a una casa y Josy tuvo su primer período. Luego de este acontecimiento, su padre sufrió un brote esquizofrénico que durante los once meses siguientes hizo que Josy se enfermara debido a esas dos drogas. Víctor la llevó a numerosos especialistas tratando de encontrarle una respuesta a sus dolencias, pero la realidad era que la respuesta estaba en él.

        “Me tendió la mano, también sucia de aceite, y entonces por fin comprendí mi error. Había estado equivocado. Todo el tiempo. Todo era un único e inmenso error y era culpa mía. Porque la que estaba ante mí no era Isabell. Era…”[2]

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