Teorias Curriculares
Enviado por HELLOYOU • 4 de Mayo de 2014 • 787 Palabras (4 Páginas) • 257 Visitas
Umberto Eco
(Traducción: Mirta Rosenberg)
Fuente: La Nación MIércoles 30 de Marzo de 2005. Opinión ROMA .- Recientemente,
Giovanni Sartori, en el Corriere della Sera, intervino en términos filosóficos en el
tema de los embriones y el inicio de la vida, citando copiosamente la postura
conocida como "creacionista" de Santo Tomás de Aquino.
Se trata de una postura ya recordada en los últimos tiempos por algunos autores
laicos (por ejemplo, yo mismo hablé de ella en una columna de septiembre de
2000), pero -curioso, ¿verdad?- nunca retomada en los ambientes católicos
fundamentalistas.
La posición de Tomás (que en el transcurso de los siglos la Iglesia nunca ha negado
expresamente, condenando en cambio la opuesta a ella, de Tertuliano) es la
siguiente: las plantas tienen un alma vegetativa, que en los animales se asimila al
alma sensitiva, y en los seres humanos estas dos funciones se asimilan al alma
racional, que es la que produce al hombre dotado de inteligencia y que define a una
persona como "sustancia individual de naturaleza racional".
Tomás tiene
una visión
biológica de la
formación del
feto: Dios
introduce el
alma
solamente
cuando el feto
adquiere,
gradualmente,
primero el alma
vegetativa y
luego el alma
sensitiva. Sólo
en ese punto,
en un cuerpo
ya formado, se
crea el alma
racional
(Summa
Theologiae, I,
90). El embrión
tiene
solamente
alma sensitiva (Summa Theologiae, I, 76, 2 y I, 118, 2). En la Summa contra gentiles
(II, 89) se dice que hay una generación gradual, "a causa de las formas intermedias
de las que viene dotado el feto desde el inicio hasta su forma final".
Y por eso, en el Suplemento a la Summa Theologiae (80, 490) se puede leer esta
afirmación, que hoy suena revolucionaria: después del Juicio Universal, cuando el
cuerpo de los muertos resurgirá para que también nuestra carne participe de la
gloria celeste (cuando según Agustín, revivirán en la plenitud de su belleza adulta
no sólo los nacidos muertos sino, en forma humanamente perfecta, también las
burlas de la naturaleza, los mutilados, los engendrados sin brazos o sin ojos), en esa
"resurrección de la carne" no participarán los embriones. En ellos aún no se había
infundido el alma racional, y por lo tanto no son seres humanos.
Se podría decir que la Iglesia, casi siempre de manera lenta y subterránea, ha
cambiado tantas de sus posiciones en el transcurso de su historia que también
podría haber cambiado ésta. Pero es singular que nos encontremos ante la tácita
desaprobación, no de una autoridad cualquiera, sino de la Autoridad por excelencia,
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