Trastorno Boderline Desde La Gestalt
Enviado por Nadia1992 • 6 de Noviembre de 2014 • 1.956 Palabras (8 Páginas) • 252 Visitas
Trastorno Borderline desde la perspectiva de la Gestalt
Trastorno Borderline desde la perspectiva de la Gestalt
El trastorno límite de la personalidad (limítrofe o borderline) se reconocióoficialmente como un diagnóstico en 1980. Se calcula que ocurre entre el tres y cinco por ciento de la población en general (Frances y Widiger, 1986). Alrededor de dos terceras partes de las personas con este trastorno son mujeres.
Manifestaciones Clínicas
Millon define el Trastorno Límite de la personalidad de la siguiente manera: “Conducta aparentemente caprichosa y labilidad del estado de ánimo. Se aparece impulsivo, con crisis inesperadas y espontáneas. Conducta errática. Se experimenta conflicto entre las propias necesidades de dependencia y la gran capacidad de individualismo. Trastorno de identidad.” (Manual de Psicopatología, p. 587).
La descripción que nos da del Trastorno el DSM-IV consiste en:
“Un patrón general de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la imagen de sí mismo y de los afectos, con una marcada impulsividad, que aparece al comienzo de la edad adulta y está presente en diversos contextos, con al menos cinco (o más) de las siguientes manifestaciones”:
(1) Realizan esfuerzos desesperados por evitar un abandono real o imaginado.
(2) Modo de relaciones interpersonales inestables e intensas, caracterizadas por la alternancia entre posiciones extremas de idealización y de desvaloración (piensan que no les prestan suficiente atención, menosprecian las fortalezas e importancia personal de los demás).
(3) Marcada y persistente alteración de la identidad: incertidumbre acerca de la imagen de sí mismos, identidad sexual, valores a adoptar, lealtades y objetivos a largo plazo.
(4) Impulsividad en al menos dos áreas, que son potencialmente autodestructivas (p. ej., gastos, relaciones sexuales promiscuas, abuso de sustancias psicoactivas, conducción temeraria, robos en tiendas, atracones de comida…) sin poder llegar a la satisfacción de su propia necesidad.
(5) Comportamientos intensos o amenazas suicidas recurrentes, o de automutilación.
(6) Inestabilidad afectiva debida a una excesiva reactividad del estado de ánimo (grandes cambios del estado de ánimo, que pueden llevar a la depresión, la irritabilidad o la ansiedad. Pueden durar sólo unas horas y raras veces varios días).
(7) Sentimientos crónicos de vacío.
(8) Ira intensa e inapropiada, dificultades para controlar la ira (p. ej., manifestaciones frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas repetidas).
(9) En situaciones de estrés, aparición transitoria, de ideas persecutorias o de síntomas disociativos graves.
Para que se pueda diagnosticar este trastorno, todas éstas características descritas deben ser de larga duración (años), persistentes e intensas.
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Los pacientes limítrofes establecen con frecuencia vínculos intensos. Son dependientes, exigentes y parece que desean una relación exclusiva. Su fuerte necesidad de relaciones está unida a un constante temor de que las personas de las que dependen, los abandonen. Cualquier separación puede generar en ellos un fuerte sentimiento de amenaza de abandono. No soportan la soledad, ya sea por periodos de tiempo muy cortos, y como defensa contra ese temor socializan de manera compulsiva.
Pero, a pesar de esta necesidad de interacción social, muchos de sus comportamientos alejan a la gente, siendo imposible que mantengan relaciones duraderas con los demás. Estas conductas incluyen ira intensa y exigencias, suspicacia e impulsividad.
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La reacción emocional al abandono es frecuentemente de ira o rabia. Les cuesta salir de las emociones negativas. “Me enfadaré mucho si intentas dejarme”
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Reaccionan de manera excesiva, pueden estallar en cólera al percibir un desaire o una crítica.
Cuando en una relación personal, el otro establece límites para la misma, o cuando está a punto de ocurrir una separación, ellos tienden a enojarse de forma extrema.
Las amenazas, los gestos o las conductas suicidas, así como otras conductas automutilantes, son habituales en las formas más graves del trastorno. Estas conductas las pueden utilizar como una manera de manipular a los demás, también pueden ser el resultado de una ira intensa o una forma de buscar alivio a los sentimientos de vacío y despersonalización que surgen durante los periodos de estrés.
Culpan a los demás de sus conflictos, no asumen su responsabilidad. Desean ser salvados, que alguien se preocupe por ellos y, cuando aparece un salvador, lo alaban con la esperanza de que esa persona les solucione gran parte de sus problemas. Pero, cuando esa misma persona, se convierte en una desilusión, el limítrofe pasa al extremo opuesto, lo quiere dañar, castigar y humillar.
La rabia y la venganza funcionan para mantener el statu quo. Su actitud se basa en: “No estoy bien como estoy… y ellos (o tú) son culpables… si pudieran sentir la humillación que yo siento, me sentiría mejor"
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Cuando se enojan, la otra persona deja de ser alguien con sentimientos, se convierte en el enemigo, piensan que el otro le quiere hacer daño, entonces se preparan para demostrar que tienen el control sobre él; no pueden recordar haber sentido nunca algo positivo hacia esa persona. Aunque también sucede al contrario; cuando sienten cariño hacia otra persona, ya no recuerdan nada negativo de ella.
Esto es debido a que tienen dificultad para formar una gestalt y mantener una imagen precisa del todo, en la que se incluyen contradicciones y polaridades. Evitan continuamente darse cuenta de los opuestos, y cuando lo hacen, sienten pánico y angustia. Esta forma de dicotomizar se llama ‘división’: donde una mitad de la polaridad queda reprimida y la otra disponible. Cuando son presionados, pueden recordar el otro polo, pero se pierde su significado emocional.
Kernberg (1975) define la ‘división’ como “el fracaso para integrar las experiencias positivas y negativas que ocurren en el individuo y otras personas. En lugar de percibir al otro como una persona amorosa que en ocasiones acepta y otras rechaza (p. ej., una madre que unas veces lo abraza y otras
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