Dios mío Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Enviado por ELITE SERVICE • 19 de Octubre de 2018 • Apuntes • 415 Palabras (2 Páginas) • 317 Visitas
Cerca de la hora nona se escucha: “¡Eloí, Eloí, lamá sabacthaní!”, el grito desgarrador de Jesús crucificado. El cual nunca deja de impactarnos en lo más profundo de nuestros corazones. Pero no podemos confundir esta frase con una señal de abandono por parte de nuestro Dios, ¿a poco nuestro Padre amoroso quiere dejarnos de lado? O mucho más aún, ¿a Su Hijo predilecto?. No podemos expresarnos como alguien frustrado delante de la vida y mucho menos como alguien que se siente abandonado por Dios.
La frase no refleja a un Jesús desesperado, Él había estado en constante relación con el Padre así que su fe no estaba perdida, Él sentía a Dios cerca; a diferencia de Jesús, en nuestra vida nosotros no sentimos a Dios cerca, decimos creer en Él pero lo tenemos fuera de la vida y no como centro de ella.
Jesús afronta el drama de la muerte, rodeado por los que lo insultan, cargando el peso de una humillación. Y no, no es un grito desesperado, es el comienzo de un camino atormentado que llega a una perspectiva de alabanza, sin dudar un segundo de la victoria divina. Es cuando se ve en el amplio horizonte, lo que ha ido creciendo la esperanza cierta de la vida.
Esta Palabra nos invita a tener esperanza en Dios, esa esperanza que solamente se halla en la oración, en el encuentro personal con el Señor, una súplica de alguien que clama a Dios y es escuchado, porque como dice el salmista “el Señor es mi Pastor y nada me falta”, “cuando siento miedo, mi confianza está puesta en Dios”.
Jesús no entiende solamente nuestro sufrimiento carnal, sino también el espiritual, Él era igual a nosotros, excepto en el pecado, experimentando nuestro desprecio y humillación. Así que cuando luchamos por encontrar esa esperanza, cuando nos preguntamos ¿dónde está Dios?, cuando oramos con dudas y en tinieblas, cuando la desesperación está cerca. Sí, rezamos a alguien que es totalmente humano, que entiende lo que estamos viviendo, pero no estamos solos, no.
Nuestro Dios en su inmensa bondad nos regala siempre su compañía, ofrece para nosotros inmensidad de bendiciones y nos dota con talentos especiales para construir su Reino. Cuando sentimos que ya no podemos dar más, que nuestras fuerzas se han agotado, que el aliento ya no basta y no queda más que caer, no hemos sido abandonados. El tiempo de Dios es perfecto y no nos deja solos simplemente, porque el Señor nos tiende una mano y nunca nos abandona.
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