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Año De La Fe - 20 años Del CIC


Enviado por   •  14 de Agosto de 2013  •  2.637 Palabras (11 Páginas)  •  330 Visitas

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PRESENTACIÓN

Con la Carta apostólica “Porta Fidei” que aparece en el comienzo de este escrito pastoral

que dirijo a todos los diocesanos, el Santo Padre ha proclamado un Año de la fe que comenzará

el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del

Concilio Ecuménico Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

Este curso 2012-2013 ha de ser una ocasión propicia para que todos los fieles comprendan

con mayor profundidad el fundamento de nuestra fe cristiana. A ello contribuirá sin

duda, todo lo que rodea el Año de la fe: el Sínodo para la Nueva Evangelización , los cincuenta

años pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II, los veinte años desde la

promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica por el Beato Juan Pablo II (11 de octubre

de 1992).

La Iglesia en esta última etapa de los años posconciliares ha trabajado para estudiar, profundizar

y enriquecer sus enseñanzas y vivirlas en cada uno de sus miembros. La Iglesia

lo sabe, la tarea de la evangelización constituye su misión esencial, su identidad más profunda

(Conf. EN 13)

El Catecismo de la Iglesia Católica es un auténtico fruto del Concilio Vaticano II. El Catecismo

presenta “lo nuevo y lo antiguo” (Mt 13, 52) y es un instrumento insustituible

para la Nueva Evangelización.

Siguiendo el deseo del Papa Benedicto XVI en este Año de la Fe teniendo en cuenta las

circunstancias específicas de nuestra diócesis ofrezco estas reflexiones, instrumento de

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PRESENTACIÓN

trabajo que han de servir para estudiar y profundizar, en la formación permanente del

clero, en las Escuelas de catequistas, en la formación de adultos, etc. Y en toda la atención

pastoral ordinaria.

Como Consiliario Nacional del Movimiento de Cursillos de Cristiandad también deseo

hacerlo llegar a los secretariados y escuelas de Cursillos

Son páginas escritas con deseos de entregaros certezas sencillas, pero sólidas que son

fundamentales para vivir cristianamente con la claridad necesaria y el estímulo de expresar

y fomentar las convicciones que vertebran nuestra existencia.

Es propio de la fe cristiana ser recibida y vivida en la Iglesia y ha de ser el vínculo vivo y

cálido de la comunión fraterna. En cada página y capítulo escrito hemos de descubrir la

belleza de la fe de la Iglesia y la forma de saber catequizar a nuestro pueblo.

Que los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica sean

parte de referencia de vuestra enseñanza universal y signo de la comunión de la fe que

vivimos.

Con mi saludo, afecto y bendición,

Segovia 25 de septiembre 2012

Nuestra Señora de la Fuencisla

+Ángel Rubio Castro

Obispo de Segovia

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EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO

PORTA FIDEI

DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE

1. La puerta de la fe (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y

permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral

cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia

que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la

vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios

con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto

de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir

en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –

Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4,

8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación;

Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu

Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso

del Señor.

2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia

de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la

alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa

Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores,

como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y

conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que

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PORTA FIDEI

nos da la vida, y la vida en plenitud»(1). Sucede hoy con frecuencia que los cristianos

se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso,

al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio

de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que

incluso con frecuencia es negado(2). Mientras que en el pasado era posible reconocer

un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de

la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores

de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-

16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad

de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el

agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto

de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan

de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En

efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no

por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn

6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma

para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28).

Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha

enviado» (Jn 6, 29). Creer en

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