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Carta De Dios A Un Alcoholico


Enviado por   •  29 de Abril de 2013  •  634 Palabras (3 Páginas)  •  1.278 Visitas

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Carta de Dios a un alcohólico

Ahora si me gustaría entrar a tu hogar y verte rodeado de cariño de tu esposa y de tus hijos. Yo que he sido testigo del drama tan terrible de tu vida de alcohólico activo, he visto en el silencio de la noche llorar amargamente a tu esposa al ver tronchadas sus ilusiones de mujer, porque tú cambiaste su amor por una botella de alcohol. He sido testigo de los sufrimientos, de la angustia de tu esposa que no tenia donde le fiara y tus hijos le pedían pan y zapatos. Yo si se como engendraste hace varios años a tus hijos, se como trataste el cuerpo de tu esposa, de esa mujer que te di para que la amaras como tu propia carne; se que hiciste de la obra grandiosa de tu cuerpo, he sido testigo de las lagrimas de tu madre, cuando no regresabas en toda la noche por andar de parranda con tus amigos, he visto el rostro lleno de terror de tus hijos cuando te veían llegar borracho, cuando te pedían de comer, cuando querían contemplar con sus ojos candorosos el rostro de su padre y obtenían como respuesta una palabrota, un empujón o una patada, Yo conozco a tus padres ya viejos llenos de enfermedades y de melancolía, por que el alcohol les quito lo que les debías dar.

Yo he sido testigo del llanto de las prostitutas porque, no solamente las trataste mal como tales, sino como piltrafas humanas, como objetos y no como personas, yo he visto a los niños desnutridos y también a los que murieron por tu culpa, hoy están aquí en mi casa. Yo vi tu terrible insensibilidad ante el dolor, la enfermedad y el sufrimiento de los tuyos. Yo te he visto como un miserable, como una criatura de hombre, lleno de mugre, repleto de amargura y de suciedad.

¡Pero qué sorpresa tan grande me has dado! Ahora te encuentro como un hombre nuevo, que alegría entrar ahora a tu hogar, saludarte y estrechar tu mano. Sobre el horizonte de tu vida brilla un nuevo amanecer, el de un hombre que quiere ser dueño de sí mismo, deseoso de entregar ese caudal inmenso de amor, de cariño y compresión, que negó a su hogar mientras estuvo bajo la enfermedad del alcohol.

Que alegría para mi verte dispuesto a construir tu vida, la imagen del hombre que tu arrastraste por las calle, los prostíbulos y los puentes. Ahora contemplo la sonrisa de tu esposa que nuevamente vuelve a encontrar en ti al hombre que amó y al que le entregó su vida, su juventud, su belleza y su amor, comparte los gritos y el alborozo de los niños que salen corriendo y te saludan, porque ahora si encuentran en ti un padre, y no a un ser desnaturalizado que les había mostrado el alcohol.

Cuando en tu casa se sientan a la mesa, ya abunda el pan, hay cariño y un clima lleno de paz, han huido de la zozobra de las cuentas de la tienda y la angustia de no tener que comer, todo porque ahora no trabajas para el alcohol, sino para el hogar.

Por ello, yo, tu Dios, me

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