Conquista Espiritual

Algunos frailes franciscanos acompañaron a Guzmán, y uno se puede preguntar con asombro: ¿qué tienen que ver los hermanos de san Francisco de Asís —el hermanito de los pobres que hablaba de sus hermanas las golondrinas, de su hermana luna, de su hermano el sol; quien no tenía ninguna propiedad más que la ropa burda que llevaba puesta—, qué tienen que ver los franciscanos con el violento conquistador movido por una sed insaciable de oro y de poder?

A ellos se debió la salvación de muchas vidas, de muchos pueblos, pero no tenían el poder para detener las crueldades de los invasores. Después del desastre, les tocó tratar de borrar un poco la terrible huella; formaron pueblos y rancherías, enseñaron a los moradores el uso de algunos instrumentos del Viejo Mundo como machetes y hachas, de semillas, plantas y animales, también desconocidos hasta aquel entonces. Levantaron iglesias y predicaron la doctrina cristiana, que parecía totalmente desconocida o burlada por Guzmán y sus compañeros; ofrecieron así a los vencidos, a las víctimas de la opresión, un consuelo, un refugio espiritual, una posibilidad de esperar un futuro mejor, ya que durante unos años la vida parecía un infierno incomprensible para esa gente que no había hecho nada para merecer tan inhumano trato.

El pueblo de Ahuacatlán fue el primer centro de operaciones de los franciscanos desde la entrada pacífica del capitán Cortés.

Al principio los indios no se dieron cuenta de que los españoles se iban a quedar para siempre, pero después manifestaron claramente su descontento, tanto más porque Nuño de Guzmán autorizó la esclavitud, que estaba prohibida por órdenes expresas. Si antes de estar autorizados los conquistadores trataban brutalmente a los vencidos, en cuanto se dio el permiso no respetaron a nadie. Sin embargo, las quejas de los franciscanos, de los españoles enemigos de Guzmán y de tantos infelices llegaron por fin a los oídos del rey, en España, y se ordenó investigar la conducta de Guzmán para enjuiciarlo (1536). Así se retiró de nuestra región para no volver a ella.

Los religiosos, principalmente los franciscanos, no cesaban en su meritoria tarea de defender a los indios, a quienes se seguía tratando peor que a los animales. Para justificar esos procedimientos se llegó a afirmar que eran seres irracionales, como consta en el siguiente párrafo de una carta dirigida por fray Bartolomé de las Casas al emperador:

[....] Informanlos de bestias por hallarlos tan mansos y humildes, osando decir que eran incapaces de la ley y fe de Jesucristo, la cual es formal herejía, y V. M. puede mandar quemar a cualquiera que con contumacia osare afirmarla, y pluguiera a Dios que los hubieran tratado siquiera como a sus bestias, porque no hubieran con inmensa cantidad muerto tantos.

Y no bastando quejas de los misioneros, ni sermones, ni consejos, los prelados acudieron a la autoridad del papa Paulo III, que expidió una bula con fecha 10 de junio de 1537 en defensa de los indios.Algunos

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