Cómo perdonar a los demás de todo corazón
Enviado por wilianhomero • 18 de Junio de 2014 • 457 Palabras (2 Páginas) • 326 Visitas
Capítulo 9: Cómo perdonar a los
demás de todo corazón
"Capítulo 9: Cómo perdonar a los demás de todo corazón," Enseñanzas de los
Presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, (2006)
De la vida de Spencer W. Kimball
Cuando el presidente Spencer W. Kimball enseñaba la forma de lograr el perdón, también
recalcaba el principio esencial de perdonar a los demás. Al rogar a toda la gente que luchara por
desarrollar un espíritu de perdón, contaba la siguiente experiencia:
“Estaba luchando con un problema de la comunidad… en un pequeño barrio… donde dos
hombres prominentes, ambos líderes, se hallaban trabados en una larga e implacable discordia.
Cierta desavenencia entre ellos los había alejado el uno del otro, llenos de enemistad. Al pasar los
días, las semanas y los meses, la brecha se hizo más grande. Las familias de ambas partes
contendientes empezaron a intervenir en el asunto, y por último, casi todos los miembros del
barrio se vieron involucrados. Cundieron los rumores, se propagaron las diferencias y los chismes
se convirtieron en lenguas de fuego, hasta que por fin la pequeña comunidad se vio dividida por
un profundo abismo. Se me designó para que allanara la dificultad… Llegué a la comunidad
frustrada como a las seis de la tarde del domingo e inmediatamente entré en sesión con los
principales contendientes.
“¡Cómo batallamos! ¡Cómo supliqué, y amonesté, y rogué e insté! Nada parecía persuadirlos. Cada
uno de los antagonistas estaba tan seguro de que tenía razón y de que estaba justificado, que era
imposible cambiarlo.
“Corrían las horas; ya hacía mucho que había pasado la medianoche y parecía que la
desesperación envolvía el lugar; el ambiente de mal genio y de mordacidad prevalecía. La terca
resistencia se negaba a ceder. ¡Entonces sucedió! Nuevamente abrí al azar mi libro de Doctrina y
Convenios y allí estaba ante mí. Lo había leído muchas veces en años pasados y en tales ocasiones
no había tenido ningún significado especial. Sin embargo, esa noche era la respuesta exacta; era
una solicitud, un ruego y una amenaza, y parecía venir directamente del Señor. Leí [en la sección
64] desde el séptimo versículo en adelante, pero los participantes pendencieros no cedieron ni un
ápice, sino hasta que llegué al noveno versículo. Entonces los vi estremecerse, sorprendidos y
preguntándose: ¿Era correcto? El Señor estaba diciéndonos —a todos nosotros—: ‘Por tanto, os
digo que debéis perdonaros los unos a los otros’.
“Se trataba de una obligación. Habían escuchado eso antes. Lo habían dicho al repetir la oración
del Señor. Pero ahora: ‘…pues el que no perdona las
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