Dialogo Entre Un Sacerdote Y Un Moribundo
Enviado por TatoAvila83 • 10 de Mayo de 2014 • 3.693 Palabras (15 Páginas) • 348 Visitas
Diálogo entre un Sacerdote y Un Moribundo
- Presentación:
El texto escrito por el Marqués de Sade bajo el título de Diálogo entre un Sacerdote y un Moribundo, y cuya traducción aquí ofrecemos, fue publicado en fecha tardía en su lengua original. En su forma manuscrita había hecho algunas incursiones por las salas de remates de París, en 1850, en 1851, y, posteriormente, en 1920. El cuaderno del que forma parte estaba compuesto de 48 páginas, pero en su aspecto actual consta únicamente de 46, pues las dos primeras han desaparecido. Comienza este cuaderno, en su tercera página, con el SUJET DE ZÉLONIDE, COMEDIE EN CINQ ACTES ET EN VERS LIBRES, el cual termina en la página 9. En la siguiente, a dos columnas, está escrita una SUITE DU TABLEAU DES EMPEREURS GRECS, y en la subsiguiente se encuentran pensamientos y notas históricas, los que terminan en la parte superior de la página 12. En la mitad de ésta comienza el Diálogo, que se continúa hasta el final de la página 24. La Nota ocupa las cinco primeras líneas de la página siguiente. Notas históricas, citas, críticas literarias y pensamientos filosóficos (“algunos muy notables”, nos dice Maurice Heine al describir el manuscrito), van desde esta página hasta la 47. La última lleva el título de PAGE DE BROUILLON y tiene la misma disposición de la décima página, es decir, está escrita a dos columnas. Al final de la página 47 se lee al margen: Terminado el 12 de julio de 1782. Esta importante indicación nos permite situar la redacción del manuscrito cuando Sade contaba 43 años y estaba encerrado desde hacía tres en Vincennes.
Este Diálogo fue publicado por primera vez, en 1926, por Maurice Heine (Stendhal et Compagnie, París), en 500 ejemplares numerados, respetando, dice Heine en su Introducción, “la graphie del original, salvo lapsus calami evidente”.
Es, pues, según esta edición, la traducción que ahora les ofrecemos.
El Sacerdote
Llegado el instante fatal en que el velo de la ilusión sólo se desgarra para dejar al hombre reducido al cuadro cruel de sus errores y sus vicios, ¿no te arrepientes, hijo mío, de los múltiples desordenes a los que te condujo la humana debilidad y fragilidad?
El Moribundo
Sí, amigo mío, me arrepiento.
El Sacerdote
Pues bien, aprovecha estos remordimientos felices para obtener del cielo, en este corto intervalo, la absolución general de tus faltas, y piensa que es por la mediación del santísimo sacramento de la penitencia que te será posible obtenerla del Eterno.
El Moribundo
No nos comprendemos.
El Sacerdote
¡Cómo!
El Moribundo
Te he dicho que me arrepentía.
El Sacerdote
Así lo oí.
El Moribundo
Sí, pero sin comprenderlo.
El Sacerdote
¿Qué interpretación?….
El Moribundo
Esta…. Creado por la naturaleza con inclinaciones ardorosas, con pasiones fortísimas, únicamente colocado en este mundo para entregarme a ellas y para satisfacerlas, y estos efectos de mi creación no siendo más que necesidades relativas a las primeras vistas de la naturaleza, o, si lo prefieres, sólo derivaciones esenciales de sus proyectos sobre mí, todos en razón de sus leyes, sólo me arrepiento de no haber reconocido bastante su omnipotencia, y mis únicos remordimientos sólo se refieren al mediocre uso que hice de las facultades (criminales según tú, según yo muy simples) que ella me había dado para servirla. La he resistido algunas veces, de eso me arrepiento. Cegado por tus sistemas absurdos, con ellos combatí toda la violencia de los deseos que había recibido de una inspiración más que divina, de eso me arrepiento. Coseché sólo flores cuando pude hacer una amplia cosecha de frutos… Estos son los justos motivos de mi pesar. Estímame en algo para no atribuirme otros.
El Sacerdote
¡A dónde te arrastran tus errores, a dónde te conducen tus sofismas! Prestas a la cosa creada todo el poder del creador. ¿No ves que esas desdichadas tendencias que te extravían no son más que efectos de la naturaleza corrompida, a la cual atribuyes toda la potencia?
El Moribundo
Amigo, me parece que tu dialéctica es tan falsa como tu espíritu. Quisiera que razonaras más exactamente o que me dejaras morir en paz. ¿Qué entiendes por creador, y qué entiendes por naturaleza corrompida?
El Sacerdote
El Creador es el dueño del universo, es él quien lo ha hecho todo, lo ha creado todo, y quien conserva todo por un simple efecto de su omnipotencia.
El Moribundo
Es un gran hombre, sin duda. Pues bien, dime por qué este hombre, que es tan poderoso, ha hecho sin embargo, según tú, una naturaleza corrompida.
El Sacerdote
¿Cuál hubiera sido el mérito de los hombres si Dios no les hubiere dejado su libre arbitrio, y qué mérito hubiesen tenido para disfrutarlo si no hubiera habido en la tierra la posibilidad de hacer el bien y la de evitar el mal?
El Moribundo
Así, pues, tu dios ha querido hacerlo todo oblicuamente sólo para tentar o probar a su criatura. ¿No la conocía pues, no sospechaba pues el resultado?
El Sacerdote
Sin duda que la conocía, pero una vez más quería dejarle el mérito de la elección.
El Moribundo
¿Para qué, desde el momento que sabía el partido que tomaría y sólo dependía de él, ya que le proclamas tan omnipotente, y sólo dependía de él, repito, el hacerla tomar el bueno?
El Sacerdote
¿Quién puede comprender los designios inmensos e infinitos de Dios con respecto al hombre, y quién puede comprender todo lo que vemos?
El Moribundo
Aquel que simplifica las cosas, amigo mío, sobre todo aquel que no multiplica las causas para mejor enredar los efectos. ¿Para qué necesitas una segunda dificultad cuando no puedes explicar la primera, y desde el momento en que es posible que la naturaleza, haya hecho por sí sola lo que le atribuyes a tu dios, por qué quieres buscarle un amo? La causa de que no comprendas es quizá lo más simple del mundo. Perfecciona tu física y comprenderás mejor la naturaleza, depura tu razón y entonces no tendrás necesidad de tu dios.
El Sacerdote
¡Desdichado! Sólo te creía sociniano, tenía armas para combatirte, pero veo claramente que eres ateo, y desde el momento en que tu corazón se niega a la inmensidad de las pruebas auténticas que recibimos cada día de la existencia del creador, no tengo nada más que decirte. No se le da luz a un ciego.
El Moribundo
Amigo mío, admite un hecho, de los dos, el más ciego es seguramente aquel que se pone una venda que el que se la arranca. Tú edificas, inventas, multiplicas, yo destruyo, simplifico. Tú agregas error sobre
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