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El Encuentro Con Dios


Enviado por   •  31 de Octubre de 2013  •  5.254 Palabras (22 Páginas)  •  727 Visitas

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EL ENCUENTRO CON DIOS Y EL SEGUIMIENTO DE CRISTO EN LA VIDA COTIDIANA

Comunidad San Francisco de Sales - Burgos 2

EL ENCUENTRO CON DIOS Y EL SEGUIMIENTO DE CRISTO EN LA VIDA COTIDIANA

1. La vida cotidiana, lugar de encuentro con Dios

La posibilidad, y más aún, el reto ineludible de encontrarnos con Dios en la vida, no es una moda, fruto ocasional de un momento histórico poco dado a misticismos, ni tampoco es sólo un acento propio de algunos carismas en la Iglesia. La vida de cada día es lugar inexcusable para el seguimiento de Jesucristo. Unos cuantos ejemplos pueden hacernos caer en la cuenta de su importancia en la vida cristiana.

En primer lugar, la misma Palabra de Dios nos recuerda en muchas ocasiones que la vida cotidiana es el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El simple recuerdo de algunas de ellas nos puede ayudar a situar la cuestión:

En el Antiguo Testamento el profeta Isaías nos dice:

«Así dice el Señor: "No te hablé a escondidas, en un país tenebroso”, no dije a la estirpe de Jacob: “Buscadme en el vacío".» (Isaías 45, 15.26).

El mismo Jesús, al final del Evangelio de Marcos, tras la Resurrección, da un recado a las mujeres: decid a mis discípulos que vayan a Galilea, allí me verán. (Cfr. Mc 16, 7).1 Y vuelve a insistir al final del Evangelio de Mt (28, 20): estaré con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

La misma vida de Jesús nos muestra una espiritualidad hecha de referencias a lo cotidiano como ocasión de encuentro con Dios: vive el amor en relaciones humanas de familia y amistad; su sensibilidad aprecia los valores auténticos y sencillos (la generosidad de la viuda, la fidelidad del joven rico que se le acerca, la fe del oficial pagano que no conoce la Ley, las tareas sencillas de la gente del campo); pone a las personas por encima de las normas religiosas como la del sábado; levanta el corazón al Padre en medio de los acontecimientos cotidianos y sencillos; enseña a la mujer samaritana que no se trata de adorar en una montaña o en un templo, sino “en espíritu y verdad”

(Cfr. Jn 4, 23); y cuando pide a su Padre por sus seguidores y amigos, no le pide que los saque del mundo, sino únicamente que los preserve del mal. (Jn 17, 15).

Las Cartas del Nuevo Testamento nos confirman que es la vida cotidiana el lugar donde vivir nuestra fe y seguir a Cristo.

“Y todo lo que hagáis o digáis hacedlo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de Él”. (Col 3, 17).

También la liturgia se hace eco de ello:

“El mismo Señor viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino” (Prefacio III Adviento).

La experiencia de muchos santos, hombres y mujeres que se adentraron profundamente en la experiencia de Dios, viene a confirmar lo dicho hasta ahora. Desde la experiencia de que Dios es siempre mayor que las expectativas que nos hacemos de Él (San Agustín), muchos santos llegan a la conclusión de que Dios nos sale al encuentro donde quiere, cuando quiere y como quiere. Tal vez se ha banalizado una expresión de Teresa de Jesús, que recordaba a sus hermanas que entre los pucheros andaba el Señor.2 Más allá de la expresión concreta, lo importante es que la Santa nos recuerda que el encuentro con Dios se realiza allá donde su voluntad nos quiera encontrar (y nosotros nos dejemos, claro): dando clase, en la capilla, en el comedor, en la habitación, en el grupo

1 Galilea es para los discípulos, entre otras cosas, el lugar de lo cotidiano, de la familia, del trabajo, de las cosas sencillas y corrientes. Y sin embargo, ellos, y tal vez nosotros, seguimos sin reconocerlo, llorando su ausencia cuando lo tenemos al lado nuestro, en las cosas más sencillas de cada día. Cfr. MOLLÁ, D., Dios está en lo cotidiano. (Una síntesis de este artículo puede encontrarse en http://www.donbosco.es/jovenanimador/posplamostrar.asp?cuanto=260&id=126); vid. también MOLLÁ, D., Encontrar a Dios en la vida, Cristianismo y Justicia 1993.

2 TERESA DE JESÚS, Libro de las Fundaciones, cap. 5: “Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior.”

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EL ENCUENTRO CON DIOS Y EL SEGUIMIENTO DE CRISTO EN LA VIDA COTIDIANA

de catequesis, en el Centro Juvenil, paseando por la calle, asistiendo en el patio, hablando con un hermano o con un amigo, haciendo deporte, en una excursión, orando, en una reunión, en una actividad escolar o parroquial…

Eso sí, tal vez sea necesario dejarnos desbordar por la manera de hacer de Dios y salir de nuestros prejuicios de que para tener experiencia de Dios me ha de ocurrir “algo que yo ya me sé”, y donde yo ya me sé, y como yo ya me sé.3 Las maneras, los caminos, los tiempos, las mediaciones de Dios para llegar a cada uno son inabarcables e insondables… están inmersas en el misterio de la libertad infinita de Dios y la libertad relativa del ser humano.4 Dios puede acercarse a cada uno de nosotros de infinitas maneras para tocar nuestro corazón.

San Ignacio de Loyola nos deja una experiencia, plasmada en un lema esencial para la espiritualidad ignaciana, referido a la experiencia de Dios en lo cotidiano: “buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”. En el “en todas” se condensa la madurez espiritual de Ignacio.5 Por eso no se elimina ningún ámbito, ni de la interioridad, ni de la actividad exterior, ni de los explícitamente religiosos, ni de los que no lo son.

Karl Rahner insiste en que la relación personal e inmediata con Dios va a ser ineludible para el cristiano del futuro (para nosotros ya del presente). Pero esta relación no podrá consistir

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