El Reavivamiento Prometido: Misión Divina Cumplida
Enviado por enrique.vento • 26 de Septiembre de 2013 • 2.896 Palabras (12 Páginas) • 273 Visitas
Tanto a nosotros, como a los discípulos, Cristo nos ha dado la obra de llevar la verdad al mundo. Pero antes de entrar en este agre-sivo conflicto en el que dependen resultados eternos, el Señor nos invita a considerar el asunto. Nos asegura que si entramos de todo corazón en la tarea como portadores de luz, él nos dará su fuerza y nos capacitará con ayuda sobrenatural para que, en nuestra debili-dad, podamos hacer las obras de la Omnipotencia. Marcharemos ha-cia adelante por la fe, sin fracasar ni desanimamos, porque tendre-mos la seguridad del éxito infalible.
Ha llegado la hora de que el Hijo de Dios sea levantado, para que pueda atraer a todos a sí mismo. El pueblo de Dios, constreñido y es-timulado por el amor de Cristo, hará la obra que le ha sido señalada, y será victorioso porque no solamente tendrá la ayuda de los ángeles en sus filas, sino que el mismo General de los ejércitos estará listo para ayudar en toda emergencia. Los llevará de victoria en victoria, proclamando: “Yo he vencido al mundo”. Nunca olvidemos que es-tamos peleando la batalla del Señor de las huestes, y que todo el mundo invisible nos contempla (Review and Herald, 15 de marzo, 1898).
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Domingo 22 de septiembre:
El poder prometido
Si no fuera por el poder que hemos recibido de Cristo, no tendría-mos fuerza. Pero Jesús dispone de toda potestad. “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tie-rra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizán-dolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; ense-ñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20).
Este es nuestro poder, nuestro consuelo. No tenemos fuerzas por nosotros mismos. Pero él dice: “Yo estoy con vosotros todos los días”, ayudándoles a cumplir sus deberes, guiándolos, consolándo-los, santificándolos y sosteniéndolos; dándoles éxito al pronunciar palabras que atraerán la atención de los demás sobre Cristo, y des-pertando en sus mentes el deseo de comprender la esperanza y el significado de la verdad, para llevarlos de las tinieblas a la luz, y del poder del pecado a Dios (Cada día con Dios, p. 329).
El Señor tiene una obra que hacer tanto para las mujeres como pa-ra los hombres. Ellas pueden hacer una buena obra para Dios si aprenden antes en la escuela de Cristo la preciosa e importantísima lección de la mansedumbre. No solo deben llevar el nombre de Cris-to, sino poseer su Espíritu. Deben andar como él anduvo, purifican-do sus almas de toda contaminación. Entonces podrán beneficiar a otros presentando la plena suficiencia de Jesús (Obreros evangélicos, p. 468).
Antes de ascender al cielo, Cristo dio a los discípulos su comi-sión...
La comisión evangélica es la magna carta misionera del reino de Cristo. Los discípulos habían de trabajar fervorosamente por las al-mas, dando a todos la invitación de misericordia. No debían esperar que la gente viniera a ellos; sino que debían ir ellos a la gente con su Recursos Escuela Sabática ©
mensaje.
Los discípulos habían de realizar su obra en el nombre de Cristo. Todas sus palabras y hechos habían de llamar la atención al poder vital de su nombre para salvar a los pecadores. Su fe habría de con-centrarse en Aquel que es la fuente de la misericordia y el poder. En su nombre habían de presentar sus peticiones ante el Padre, y recibi-rían respuesta. Habían de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El nombre de Cristo había de ser su consigna, su divisa distintiva, su vínculo de unión, la autoridad para su curso de acción y la fuente de su éxito. Nada que no llevara su nombre y su inscripción había de ser reconocido en su reino.
Cuando Cristo dijo a sus discípulos: Salid en mi nombre para traer a la iglesia a todos los que crean, les presentó claramente la ne-cesidad de conservar la sencillez. Cuanto menor fuera su ostenta-ción, mayor sería su influencia para el bien. Los discípulos habían de hablar con la misma sencillez con que había hablado Cristo. Debían impresionar en sus oyentes las lecciones que él les había enseñado.
Cristo no dijo a sus discípulos que su trabajo sería fácil. Les mos-tró la vasta confederación del mal puesta en orden de batalla contra ellos. Tendrían que luchar “contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires” (Efesios 6:12). Pero no se los dejaría luchar solos. Les aseguró que él estaría con ellos; y que si ellos avan-zaban con fe, estarían bajo el escudo de la omnipotencia. Les ordenó que fuesen valientes y fuertes; porque Uno más poderoso que los ángeles estaría en sus filas: el General de los ejércitos del cielo. Hizo amplia provisión para la prosecución de su obra, y asumió él mismo la responsabilidad de su éxito. Mientras obedecieran su palabra y trabajasen en comunión con él, no podrían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó, id a las partes más alejadas del globo habitable, y estad seguros de que aún allí mi presencia estará con vosotros. Trabajad con fe y confianza; porque yo no os olvidaré nunca. Estaré siempre con vosotros, ayudándoos a realizar y cumplir vuestro de-ber, guiándoos, alentándoos, santificándoos, sosteniéndoos y dán-
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doos éxito en hablar palabras que llamen la atención de otros al cielo (Los hechos de los apóstoles,
pp. 22-24).
Lunes 23 de septiembre:
La lluvia temprana y la tardía
La lluvia tardía que madura la cosecha de la tierra, representa la gracia espiritual que prepara a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Pero a menos que la primera lluvia haya caído, no habrá vi-da; el brote verde no surgirá. A menos que los primeros chubascos hayan hecho su obra, la lluvia tardía no puede perfeccionar ninguna semilla.
Ha de haber “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Debe haber un desarrollo constante de la virtud cris-tiana, un progreso permanente en la experiencia cristiana. Esto de-bemos buscarlo con intenso deseo, para que adornemos la doctrina de Cristo nuestro Salvador.
Muchos han dejado en gran medida de recibir la primera lluvia. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto así para ellos. Esperan que la falta sea suplida por la lluvia tardía. Cuando sea otorgada la abundancia más rica de la gracia, se proponen abrir sus corazones para recibirla. Están cometiendo un terrible error. La obra que Dios ha comenzado en el corazón humano al darle su luz y conocimiento, debe progresar continuamente. Todo individuo debe comprender
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