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El mundo del sufrimiento humano


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2012  •  Trabajo  •  3.282 Palabras (14 Páginas)  •  484 Visitas

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1. INTRODUCCIÓN

San Pablo nos dice: “Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col. 1,24). Estas palabras tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va acompañado de alegría por la cual el Apóstol agrega al mismo pasaje: “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes”. La alegría se deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento, que vale también para todos los hombres. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es una de esas cosas por las que el hombre esta llamado a ello de una manera misteriosa y oculta.

Como es sabido el sufrimiento entra en el hombre en distintos momentos de su vida: se realiza de diferentes maneras ; asume dimensiones diversas; sin embargo el sufrimiento es inseparable de la existencia terrena del hombre; por ello Iglesia, que nace del misterio de la redención en la Cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino del sufrimiento. De aquí se deriva que el sufrimiento humano suscita compasión, respeto, y, a su manera atemoriza, llegando a tocar en el hombre la más profunda necesidad del corazón y también el profundo imperativo de la fe, ambos parecen unirse de manera singular.

2. EL MUNDO DEL SUFRIMIENTO HUMANO

El hombre sufre de diversos modos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones ya que el sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y, a la vez, aún más enraizado en la humanidad misma. Cuando distinguimos entre el sufrimiento físico y moral, la misma tiene como fundamento la doble dimensión del ser humano: corporal y espiritual. Aunque las palabras “sufrimiento” y “dolor” se pueden usar, hasta un cierto punto como sinónimos, el sufrimiento físico se da cuando duele el cuerpo, mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma. Se trata del dolor de tipo espiritual y no solo de la dimensión “psíquica”, es decir, del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como físico. La S. E. –sobre todo el A.T.- es un gran libro sobre el sufrimiento. La realidad del sufrimiento plantea una pregunta sobre la esencia: ¿qué es el mal?. La respuesta cristiana a esta pregunta es distinta a la que plantean algunas tradiciones culturales y religiosas. Desde el concepto cristiano, el hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta del bien; es decir que el hombre sufre a causa del bien del que el mismo se ha privado.

3. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO

Todo hombre que sufre se pregunta: ¿por qué? -es una pregunta sobre la causa- y al mismo tiempo, ¿para qué? -es decir por su sentido o su fin-. Esta es una pregunta difícil, como lo es la pregunta ¿por qué el mal?. ambas preguntas son difíciles cuando el hombre se la hace a otro hombre, como también cuando se la hace a Dios, ya que el hombre no le hace esta pregunta al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que se la hace a Dios como creador y Señor del mundo, lo que muchas veces produce frustración y hasta la negación misma de Dios. En el libro de Job la pregunta ha encontrado su expresión mas viva; la respuesta del los viejos amigos es –debe haber cometido alguna culpa grave- para ellos el sufrimiento es la pena o consecuencia de algún pecado y es mandada por Dios. Pero Job niega que sea verdad ese principio ya que el se reconoce inocente y por lo tanto para Job, su sufrimiento es el de un inocente y debe ser aceptado como misterio que él, con su inteligencia, no puede comprender a fondo. Para percibir la verdadera respuesta al “por qué” del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el “por qué” del sufrimiento, ya que Él le ha dicho todo al hombre en la cruz.

4. JESUCRISTO. EL SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR

“Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”(Jn.3,16). Estas palabras, nos introducen en el centro mismo de la acción salvífica de Dios -manifiestan la esencia misma de la salvación cristiana- nos encontramos aquí con una dimensión totalmente nueva que encierra en cierto sentido el significado del sufrimiento dentro de los límites de la justicia –dimensión de la redención-.

El hombre “muere” cuando pierde la “Vida Eterna”. El Hijo del hombre en su misión salvadora llega a tocar el mal en sus mismas raíces trascendentales que están fijadas en el pecado y la muerte. El vence el pecado con su obediencia hasta la muerte y vence la muerte con su resurrección. Y aunque se debe juzgar con gran cautela el sufrimiento del hombre como consecuencia de pecados concretos, sin embargo, el sufrimiento no puede separarse del pecado de origen –original-. Y aunque la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana ni libera del sufrimiento, esta victoria proyecta una luz nueva, la luz del Evangelio, que es la salvación. En el centro de esta luz se encuentra la conversación con Nicodemo:“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”(Jn 3,16).

En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó sin cesar al mundo del sufrimiento humano tanto al del cuerpo como al del alma, instruyo poniendo como centro las ocho bienaventuranzas, que son dirigidas a los probados por diversos sufrimientos en su vida temporal, “los que tienen alma de pobres, los afligidos...”, se acerco sobre todo al mundo del sufrimiento por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo en todas sus formas, al extremo de alcanzar la salvación por su muerte y resurrección en la cruz, y es por eso que reprende severamente a Pedro cuando quiere impedir el sufrimiento y la muerte en la cruz (Cf. Mt. 16,23). Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento consciente de su fuerza salvífica, va obediente hacia el Padre, pero ante todo esta unido al Padre en el amor con el cual él ha creado el mundo, y al hombre en el mundo. Por eso Pablo escribe de Cristo: “Me amó y se entrego por mí”(Gal. 2,20).

El sufrimiento humano ha alcanzado su punto culminante en la pasión de Cristo. Y, a su vez, ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que Cristo habla con Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo y toma de ella su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan manantiales de agua viva. En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el

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