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Iglesia De Jesucristo De Los Santos De Los Últimos Días (Mensaje De Las Maestras Visitantes)


Enviado por   •  10 de Febrero de 2014  •  420 Palabras (2 Páginas)  •  335 Visitas

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APACIENTA MIS OVEJAS:

Después de su resurrección, el Salvador cenó con sus discípulos a la orilla del Mar de Galilea. Una vez que hubieron comido, Jesús le preguntó a Pedro: "¿Me mas?" (Juan 21: 17). El Salvador repitió esta pregunta tres veces, y cada vez que Pedro le contestó que sí lo amaba, Jesús le dijo: "Apacienta* mis ovejas", o "Apacienta mis corderos" (versículos 15-17).

Todos debemos llevar grabadas en lo más profundo de nuestro corazón esas palabras del Salvador y,como Pedro, aprender que el "apacentar" las "ovejas" del Salvador es una responsabilidad sagrada y un mandato divino que se nos ha dado.

Barbara W. Winder, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, contó acerca de una hermana cuya madre había fallecido. Una amiga suya deseaba ayudarla, pero no sabía como hacerlo. Oró al Señor y la respuesta fue: "Tan sólo ve a verla". Su presencia consoló a la amiga y oraron juntas. Más adelante, la hermana atribulada dijo que estaba agradecida porque su amiga le había llevado la paz que necesitaba. (Véase Liahona, enero de 1985, págs. 83-84.)

Todos tenemos dificultades. Algunas de nosotras nos enfrentamos a grandes problemas familiares o personales. Hay quienes padecen enfermedades, impedimentos físicos o inestabilidad económica. Muchas se sienten solas; y otras se sienten abrumadas ante las exigencias de los niños pequeños. En cambio, hay otras mujeres que no tienen esposo o que no tienen hijos y quizás piensen que su vida no tiene propósito.

Se nos ha exhortado a "llevar las cargas de unos y otros para que sean ligeras" (Mosíah 18:8). En verdad, el llevar las cargas de los demás puede, con frecuencia, ayudarnos a alivianar las nuestras y a enfocarlas desde otro punto de vista.

María y Carlos estaban desolados porque su primer hijo había nacido con el síndrome de Down (mongolismo). Llegaron a dudar de la existencia de un Padre

Celestial bondadoso y, por temor de no ser aceptados, se alejaron de la Iglesia y de toda vida social lo que, con el tiempo, afectó su matrimonio.

Cuando Margarita se mudó al lado de la casa de ellos, la vida de María había llegado a su punto más triste y sombrío. Pero poco a poco, Margarita, que

pocos años atrás había perdido un niño, pudo comprender el dolor de su vecina y le ayudó a tener la confianza en sí misma que necesitaba para sobreponerse

a la desesperación y regresar a la Iglesia. De esa manera, María pudo amar y aceptar más a su hijo y a su esposo.

Cuando brindamos amor, nuestra capacidad de amar aumenta aún más

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