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LA BELLEZA DE LA CRUZ


Enviado por   •  25 de Mayo de 2016  •  Ensayo  •  4.669 Palabras (19 Páginas)  •  282 Visitas

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LA BELLEZA DE LA CRUZ

ENSAYO

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Introducción

Vamos a iniciar nuestra reflexión encomendándonos a la Cruz del Señor Jesús, sin ella la vida cristiana no tiene sentido y, podríamos decir, es el culmen de la vida en la tierra de Jesús, pues al encarnarse, se encarna precisamente para la salvación de la humanidad, redimida en su pasión muerte y resurrección. En su sacrificio-sello de la alianza definitiva entre Dios y los hombres.

        ¡Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador!; Señor te damos gracias por el misterio tan grande de tu cruz. Te alabamos porque al morir en ella nos has salvado, y nos has dado la vida. Gracias Jesús por vencer en ella al mal, gracias Jesús porque tus llagas nos han curado. Amen.

Haremos un recorrido breve y muy apresurado de como se ha comprendido el misterio de la cruz, y trataremos de descubrir cuál es el sentido de la belleza en la cruz. Un brevísimo paso por la escritura, sobre todo en la concepción paulina, pasando a ilustrar las maneras en que se fue entendiendo en la iglesia, sus contradicciones, la disposiciones humanas. En esto hacemos hincapié, en que no se podrá encontrar belleza en ella si el hombre acude a mirarla como un espectador curioso, si hace esto terminara horrorizado; nos daremos cuenta que se necesita la fe y el firme sentido de gratitud a Dios por la obra de salvación, es necesario contemplarla desde la resurrección, entonces de ahí ha de evocar la fuerte invitación a querer asumirla para poder trascender, ser llevados a la vida eterna, pero al mismo tiempo siendo un crucificado.

La belleza que ha de salvar al mundo, como se preguntaba Dostoievski, es ésta, Jesús en su pasión, muerte y resurrección, en la cruz, prolongada ahora en el misterio sacramental y en la iglesia como camino de esperanza y vida.

La cruz en la sagrada escritura

        Hay en la Sagrada Escritura abundantes citas que nos anuncian, prefiguran y nos muestran, la cruz de Jesús, nos permiten ver su pasión, y aun después de la muerte en cruz, se recogen algunos testimonios  de personas que siguiendo el mismo camino y al haber asumido en sus vidas, tan noble y virtuosa vida en la experiencia del sacrificio y de la cruz, descubren en ella motivos de esperanza y vida, trascendencia y plenitud.

        La cruz no es una novedad en Israel, ciertamente este signo constituye una de las mayores aportaciones del cristianismo a la simbología de las religiones[1] . Ahora bien, al hablar de la cruz  tenemos que hablar de la persona de Jesús y su pasión, no se entiende la cruz sin un crucificado; el leño exige un “condenado”, y aprovechamos para hablar aquí de la concepción que el pueblo de Israel en el antiguo testamento tenia de los que morían en cruz: “Maldito es aquel que ha sido colgado de un madero” podemos interpretar así el texto de san pablo en gálatas 3,10, evocando la cita del Dt. 27,26”.  En los tiempos de la conquista romana, los que causaban revueltas, estaban contra la estructura dominante, eran criminales, o habían cometido alguna situación delictuosa que llegaba seguramente a altas faltas morales y de justicia eran condenados a esta pena, así lo podemos interpretar desde el momento en que el evangelio nos narra que al lado de Jesús estaban también otros dos crucificados, y uno de ellos se burla de Cristo, el otro, en cambio, reconoce sus crímenes y la pena por ellos como justa.

        Israel conocía un tipo de cruz, muy lejana a la cruz cristiana, que utilizaban hacía ya mucho tiempo como símbolo solar, o como signo de todo el cosmos, que dividían y orientaban los puntos cardinales. Pero no tiene el rasgo de la cruz de la Iglesia naciente, que ha empezado a ser un signo de tortura  de patíbulo en donde Cristo ha muerto[2].

        Dicha y prefigurada fue la pasión de Cristo en el Antiguo testamento. Testimonios de que el Cristo-Mesías, tenía que padecer los encontramos en el profeta Isaías, en sus canticos del Siervo doliente Is. 42,1-9; 49,1-11; 50,4-11 y 52,13 al 53,12. El pasaje de los discípulos de Emaús Lc. 24,27-28, recoge la escena de los discípulos confusos ante la reciente muerte de Cristo, pero al mismo tiempo en su desesperanza, el “caminante” que sale a sus pasos, les pregunta el motivo de su tristeza, y “comenzando por  Moisés, siguiendo con los profetas, les explica lo que las escrituras decían de él y se su padecimiento”. No abundaremos en explicar todos los textos del Antiguo ni del Nuevo testamento, pero si mencionaremos algunas imágenes especiales que anuncian el sacrificio de Jesús: los primeros anuncios de figuras simbólicas, desde los Santos padres son: Eva, salida del costado de Adán Gn. 2,22, símbolo de la Iglesia naciente del costado herido del Crucificado. Abel el justo Gn. 1,1-16. José, vendido por sus hermanos Gn. 37, y que al final salva a su misma familia, Jonás, el sacrificio de Isaac, son “tipos” que anuncian la pasión.

        También el cordero pascual Ex.12, 1-14, signo de la alianza, será su sangre en los dinteles y en las jambas de las puertas. La serpiente de bronce, elevada en el desierto como salud y salvación de quien la contemple, librando a los moribundos picados por una serpiente. El chivo expiatorio Lev. 16, 20-27. Todas estas citas, nos van aclarando, si no la cruz de cristo, sí la pasión; pasión que se vive desde la encarnación y que hace plena en el calvario, y trasciende hasta nuestros días, renovando la historia de salvación con el nuevo pueblo, dándole sentido y trascendencia a la vida de cada bautizado, que es insertado esta vida de fe marcándolos con este misterioso signo.  

        El nuevo testamento es más claro en este sentido, pues desde los evangelios, y sobre en san pablo se hace mención ya de la cruz, e inclusive de los que significa para la comunidad naciente del crucificado 1 Cor. 1,22-25. Mc. 15 28 narra las burlas de las que es reo y en las que se le pide que baje de la cruz. Mc. 8,31 habla de la necesidad de que el Hijo de hombre padeciera; Jn 19,17, Lc 15,21. Invitaciones también a seguir la cruz en la vida cristiana aparecen en Gal. 2,20; 3,1. 1Cor. 2,22. Es una riqueza que se dice de la cruz; pero no nos ocuparemos de todas ellas.

        Será el texto paulino de la primera carta a los corintios en el capítulo 1, versículos del 17 al 27. Habrá algunos versos que nos interesaran más, pero aprovecharemos esto versículos seguidos en su contexto para tratar de ser un poco más fieles y certeros a la reflexión.

Cruz: don, fuerza y misterio

        “Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo. Pues la predicación de la cruz es una locura para los que se pierden; más para los que se salvan –para nosotros- es fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizare la sabiduría de los inteligentes, ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el intelectual de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la locura de la predicación. Así mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escandalo para los judíos, locura para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos o griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura divina  es más sabia que los hombres” 1Cor. 1,17-25.

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