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La Catequesis


Enviado por   •  29 de Octubre de 2012  •  3.509 Palabras (15 Páginas)  •  468 Visitas

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Una vez salió un sembrador a sembrar" (Mc 4,3)

15. Esta parábola es fuente inspiradora para la evangelización. "La semilla es la Palabra de Dios" (Lc 8,11). El sembrador es Jesucristo. Anunció el Evangelio en Palestina hace dos mil años y envió a sus discípulos a sembrarlo en el mundo. Jesucristo, hoy, presente en la Iglesia por medio de su Espíritu, sigue sembrando la Palabra del Padre en el campo del mundo.

La calidad del terreno es siempre muy variada. El Evangelio cae "a lo largo del camino" (Mc 4,4) cuando no es realmente escuchado; o cae "en pedregal" (Mc 4,5), sin penetrar a fondo en la tierra; o "entre abrojos" (Mc 4,7), sofocándose enseguida en el corazón de muchas personas, distraídas por mil afanes. Pero una parte cae "en tierra buena" (Mc 4,8), en hombres y mujeres abiertos a la relación personal con Dios y solidarios con el prójimo, y da fruto abundante.

Jesús, en la parábola, comunica la buena noticia de que el Reino de Dios llega a pesar de las dificultades del terreno, las tensiones, los conflictos y los problemas del mundo. La semilla del Evangelio fecunda la historia de los hombres y anuncia una cosecha abundante. Jesús hace asimismo una advertencia: sólo en el corazón bien dispuesto germina la Palabra de Dios.

Una mirada al mundo desde la fe

16. La Iglesia continúa sembrando el Evangelio de Jesús en el gran campo de Dios. Los cristianos, insertos en los más variados contextos sociales, miran al mundo con los mismos ojos con que Jesús contemplaba la sociedad de su tiempo. El discípulo de Jesucristo, en efecto, participa desde dentro de "los gozos y esperanzas, de las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo", 12 mira la historia humana y participa en ella, no sólo con la razón sino con la fe. A la luz de ésta, el mundo aparece, a un tiempo, "fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado y liberado por Cristo, crucificado y resucitado, una vez que fue quebrantado el poder del Maligno". 13

El cristiano sabe que en toda realidad y acontecimiento humano subyacen al mismo tiempo:

la acción creadora de Dios, que comunica a todo su bondad;

la fuerza que proviene del pecado, que limita y entorpece al hombre;

el dinamismo que brota de la Pascua de Cristo, como germen de renovación, que confiere al creyente la esperanza de una "consumación" definitiva. 14

Una mirada al mundo, que prescindiese de alguno de estos tres aspectos, no sería auténticamente cristiana. Es importante, por eso, que la catequesis sepa iniciar a los catecúmenos y a los catequizandos en una lectura teológica de los problemas modernos. 15

EL CAMPO DEL MUNDO

17. Como madre de los hombres, lo primero que ve la Iglesia, con profundo dolor, es "una multitud ingente de hombres y mujeres: niños, adultos y ancianos, en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren el peso intolerable de la miseria". 16 Ella, por medio de una catequesis en la que la enseñanza social de la Iglesia ocupe su puesto, 17 desea suscitar en el corazón de los cristianos "el compromiso por la justicia" 18 y la "opción o amor preferencial por los pobres", 19 de forma que su presencia sea realmente luz que ilumine y sal que transforme.

Los derechos humanos

18. La Iglesia, al analizar el campo del mundo, es muy sensible a todo lo que afecta a la dignidad de la persona humana. Ella sabe que de esa dignidad brotan los derechos humanos, 20 objeto constante de la preocupación y del compromiso de los cristianos. Por eso su mirada no se interesa sólo por los indicadores económicos y sociales, 21 sino también por los culturales y religiosos. Lo que ella busca es el desarrollo integral de las personas y de los pueblos. 22

La Iglesia advierte con gozo que "una beneficiosa corriente atraviesa y penetra ya todos los pueblos de la tierra, cada vez más conscientes de la dignidad del hombre". 23 Esta conciencia se expresa en la viva solicitud por el respeto a los derechos humanos y el más decidido rechazo a sus violaciones. El derecho a la vida, al trabajo, a la educación, a la creación de una familia, a la participación en la vida pública, a la libertad religiosa son, hoy, especialmente reclamados.

19. Sin embargo, en bastantes lugares, y en aparente contradicción con la sensibilidad por la dignidad de la persona, los derechos humanos son claramente violados. 24 Y así se generan, en esos lugares, otras formas de pobreza, que no se sitúan sólo en el plano material: se trata de una pobreza cultural y religiosa que preocupa, igualmente, a la comunidad eclesial. La negación o limitación de los derechos humanos, en efecto, empobrece a la persona y a los pueblos igual o más que la privación de los bienes materiales. 25

La obra evangelizadora de la Iglesia tiene, en este vasto campo de los derechos humanos, una tarea irrenunciable: manifestar la dignidad inviolable de toda persona humana. En cierto sentido es "la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana". 26 La catequesis ha de prepararles para esa tarea.

La cultura y las culturas

20. El sembrador sabe que la semilla penetra en terrenos concretos y que necesita absorber todos los elementos necesarios para poder fructificar. 27 Sabe también que, a veces, algunos de esos elementos pueden perjudicar la germinación y la cosecha.

La Constitución Gaudium et Spes subraya la gran importancia de la ciencia y de la técnica en la gestación y desarrollo de la cultura moderna. El espíritu científico que dimana de ellas "modifica profundamente la tendencia cultural y las maneras de pensar", 28 con grandes repercusiones humanas y religiosas. La racionalidad científica y experimental está profundamente enraizada en el hombre de hoy.

Sin embargo, la conciencia de que ese tipo de racionalidad no puede explicarlo todo gana hoy cada vez más terreno. Los propios hombres de ciencia constatan que, junto al rigor de la experimentación, es necesario otro tipo de sabiduría para poder comprender en profundidad al ser humano. La reflexión filosófica sobre el lenguaje hace ver, por ejemplo, que el pensamiento simbólico es una forma de acceso al misterio de la persona humana, inaccesible de otro modo. Se convierte, así, en indispensable

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