La Familia
Enviado por carlos5 • 7 de Marzo de 2012 • 1.847 Palabras (8 Páginas) • 442 Visitas
Un niño repudiado y exitoso
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
Había una familia numerosa al este de Nigeria, en África. El hombre de la casa era un jefe de tribu con siete esposas y treinta hijos. Nuestro personaje había nacido como uno de los más pequeños. De hecho, era el penúltimo.
Cuando tenía solo diez años de edad, unas personas visitaron su casa y ofrecieron a su padre unas bonitas publicaciones que este rechazó, aunque preguntó al chico si las quería. Él aceptó. Con el tiempo, aunque su comportamiento general mejoró, poco a poco dejó de seguir muchas de las tradiciones que le habían impuesto desde niño, porque ahora le parecían incorrectas.
Un día el padre, jefe de aquella tribu, enfermó y murió, y a los ocho días del entierro, el mayor de los hijos, siguiendo la tradición, tomó el control de la tribu y convocó a una reunión familiar a la que asistieron unas veinte personas. Aunque todos creían que hablaría de los gastos del funeral, en realidad su propósito fue discutir acerca de un asunto que envolvía al penúltimo de sus hermanos.
Delante de todos lo menospreció diciendo que su manera de ser mostraba poco respeto por las tradiciones y costumbres de la familia, y le dio a escoger: O se readaptaba y vivía como todos, lo cual implicaba la observancia cuidadosa de todos los mitos y rituales familiares que había rechazado, o se iba a vivir a otra parte.
Como su madre había fallecido, una de sus madrastras se enterneció y abogó por él, porque aquello significaría perder su derecho legítimo a la parte que le correspondía de la herencia familiar. Lamentablemente, su opinión fue irrelevante para el nuevo jefe así como para el resto de la tribu. Por eso, a ella también la conminaron a tomar una decisión: "O estás con él o con nosotros".
Viéndose forzada a poner en primer lugar la tradición familiar, se sometió al nuevo jefe aunque aquello claramente significó apoyar una injusticia. El niño pidió tiempo para pensarlo y le dieron de plazo hasta la noche siguiente. ¡A sus 12 años de edad, el mundo se le vino encima!
Entró a su habitación y lloró desconsoladamente. Se sentía débil, rechazado y muy atemorizado. ¿Qué le sucedería ahora? Estaba literalmente solo y sin apoyo de su propia familia, de las personas a quienes tanto había amado durante toda su vida. Suplicó a su Creador que lo amparara y lo ayudara a tomar la decisión correcta. Llegó la noche siguiente y todos volvieron a reunirse para oír su decisión, suponiendo que, como sucedería con cualquiera, la presión social lo quebraría y terminaría cediendo al imperio de la tradición familiar y los ritos tribales.
Pero él ahora explicó con lógica, respeto y firmeza que su padre, anterior jefe de la tribu, el hombre que le había dado la vida, fue quien le había permitido conservar aquellas publicaciones que le enseñaron a vivir rectamente y a librarse de la esclavitud emocional a las tradiciones; y les dijo que ahora se preguntaba por qué, si en vida a su padre le había parecido correcto lo que había aprendido, su hermano mayor se pusiera en su contra. Y para asombro de todos, declaró que mantendría su posición y se aferraría a lo que había aprendido aunque a los demás les pareciera mal. ¡Qué agallas! En realidad, a pesar de su corta edad, había desarrollado alas suficientemente grandes como para volar sobre la tradición de sus ancestros. No estaba dispuesto a permitir que una tradición que ahora consideraba que no tenía sentido guiara su vida.
Todos se cuartearon en sus asientos, se les desencajó el rostro, fruncieron el ceño y suspiraron al unísono mirándose unos a otros, desconcertados. Uno de ellos saltó de su asiento y le alzó la voz: "¡¡Qué te has creído, mocoso, para hablarnos de esa manera!!". Acto seguido, su hermano mayor irrumpió en su habitación, agarró su ropa, sus libros y una pequeña maleta de cartón y arrojó todo violentamente al patio.
El niño juntó sus cosas y se retiró de la sala. Se fue a buscar a un condiscípulo, a quien suplicó que lo alojara hasta que resolviera qué hacer, y le permitieron vivir con él durante unos cinco meses. En el ínterin había escrito a un tío que vivía en Lagos, y este lo invitó a mudarse con él. Consiguió un poco de dinero vendiendo semillas de palmera para costearse el viaje, y con eso y un poco más que su madrastra le dio cuando lo lanzaron del hogar, partió con rumbo a Lagos. Gran parte del trayecto lo hizo en la tolva de un camión de arena.
Cuando llegó a Lagos, su tío apreció y alabó su buena educación y manera de ser. En realidad, aunque era bastante joven, irradiaba cultura y respeto. El tío se preguntaba por qué habían rechazado a un joven tan bueno. Pero para su desgracia, vino de visita su hermano mayor y contó a todos que su familia lo había expulsado por rebelde, lo amenazó duramente y se retiró.
Después de una semana, su tío lo despertó a medianoche y le entregó un documento y un bolígrafo y le pidió que lo firmara. Él le pidió esperar a la mañana siguiente para poder leerlo detenidamente, pero el tío le prohibió tajantemente llamarlo 'tío' y lo conminó a firmarlo en el acto. Evidentemente, como intuyó que aquello implicaba una injusticia, le dijo con firmeza: "Tío, hasta los criminales tienen derecho de saber cuáles son los cargos
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