La Fuente De La Verdadera Educación Y Su Propósito
Enviado por nameless92 • 19 de Mayo de 2013 • 1.872 Palabras (8 Páginas) • 518 Visitas
La fuente de la verdadera educación y su propósito
“El conocimiento del Santísimo es la inteligencia”. Proverbios 9:10.
“Vuelve ahora en amistad con él”. Job 22:21.
Nuestro concepto de la educación tiene un alcance demasiado estrecho y bajo. Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fin más elevado. La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero.
Las Sagradas Escrituras, cuando señalan al Ser Infinito, presentan en las siguientes palabras la fuente de semejante educación: En él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría”. “Suyo es el consejo y la inteligencia”.
El mundo ha tenido sus grandes maestros, personalidades de intelecto gigantesco y gran espíritu de investigación, hombres cuyas declaraciones han estimulado el pensamiento, y han abierto a la vista los amplios campos del conocimiento; y estos hombres han sido honrados como guías y benefactores de su raza; pero hay Uno superior a ellos. Podemos rastrear la ascendencia de los maestros del mundo hasta donde alcanzan los informes humanos: pero antes de ellos estaba la Luz. Así como la luna y los planetas de nuestro sistema solar brillan por la luz que reflejan del sol, los grandes pensadores del mundo, en lo que tenga de cierto su enseñanza, reflejan los rayos del Sol de Justicia. Todo rayo del pensamiento, todo destello del intelecto, procede de la Luz del mundo.
En estos tiempos se habla mucho de la naturaleza e importancia de la “educación superior”. Aquel con quien están “la sabiduría y el poder” y de cuya boca “viene el conocimiento y la inteligencia”, imparte la verdadera educación superior. Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el conocimiento de Dios. Dondequiera que nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier objeto que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado este conocimiento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la Inteligencia poderosa e invisible que trabaja en todas las cosas y por medio de ellas. La mente del hombre se pone en comunión con la mente de Dios; lo finito, con lo infinito. El efecto que tiene esta comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda estimación.
En esta comunión se halla la educación más elevada. Es el método propio que Dios tiene para lograr el desarrollo del ser humano. “Vuelve ahora en amistad con Dios”, es su mensaje para la humanidad. El método presentado en estas palabras fue el que se utilizó en la educación del padre de nuestra especie. Así instruyó Dios a Adán cuando, en la gloria de una virilidad exenta de pecado, habitaba en el sagrado jardín del Edén.
A fin de comprender qué abarca la obra de la educación, necesitamos considerar tanto la naturaleza del ser humano como el propósito de Dios al crearlo.
Hemos de considerar también el cambio que sufrió la humanidad por la introducción del conocimiento del mal, y el plan de Dios para cumplir, sin embargo, su glorioso propósito en la educación de la especie humana.
Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física, mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. “Creó Dios al hombre a su imagen”, con el propósito de que, cuanto más viviera, más plenamente revelara esa imagen, más plenamente reflejara la gloria del Creador. Todas sus facultades eran susceptibles de desarrollo; su capacidad y su fortaleza debían aumentar continuamente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad, glorioso el campo abierto a su investigación. Los misterios del universo visible “las maravillas del que es perfecto en sabiduría” invitaban al hombre a estudiar. Tenía el alto privilegio de relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Creador. Si hubiera permanecido leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido para siempre. A través de los siglos eternos, hubiera seguido adquiriendo nuevos tesoros de conocimiento, descubriendo nuevos manantiales de felicidad y obteniendo conceptos cada vez más claros de la sabiduría, el poder y el amor de Dios. Habría cumplido cada vez con más eficacia el objeto de su creación; habría reflejado cada vez más la gloria del Creador.
Pero por su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi borró la semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte. No obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con infinito amor y misericordia había sido diseñado el plan de salvación y se le otorgó una vida de prueba. La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevara a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objetivo de la educación, el gran propósito de la vida.
El amor, base de la creación y de la redención, es el fundamento de la verdadera educación. Esto se ve claramente en la ley que Dios ha dado como guía de la vida. El primero y gran mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
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