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Lengua Y Literatura


Enviado por   •  14 de Octubre de 2013  •  751 Palabras (4 Páginas)  •  288 Visitas

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Jorge Guillén

INFERNO

Ma tu perché ritorni a tanta noia?

Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76.

Los destructores siempre van delante,

Cada día con más poder y saña,

Sin enemigo ya que los espante.

Triunfa el secuestro con olor de hazaña,

Que pone en haz la hez del bicho humano.

Ni el más iluso al fin la historia engaña.

El infierno al alcance de la mano.

Pedro Salinas

FE MÍA

No me fío de la rosa

de papel,

tantas veces que la hice

yo con mis manos.

Ni me fío de la otra

rosa verdadera,

hija del sol y sazón,

la prometida del viento.

De ti que nunca te hice,

de ti que nunca te hicieron,

de ti me fío, redondo

seguro azar.

A FEDERICO GARCÍA LORCA

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,

en largo ciervo de agua convertido,

hacia el mar de las albas claridades,

del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,

hecho junco, a las altas soledades,

herido por el aire y requerido

por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,

mi nombre en esas aguas corredoras,

que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,

vuélvete a tus montañas trepadoras,

ciervo de espuma, rey del monterío.

Rafael Alberti

Federico García Lorca

Café cantante

Lámparas de cristal

y espejos verdes.

Sobre el tablado oscuro,

la Parrala sostiene

una conversación

con la muerte.

La llama,

no viene,

y la vuelve a llamar.

Las gentes

aspiran los sollozos.

Y en los espejos verdes,

largas colas de seda

se mueven.

Damaso Alonso

VIENTO DE NOCHE

El viento es un can sin dueño,

que lame la noche inmensa.

La noche no tiene sueño.

Y el hombre, entre sueños, piensa.

Y el hombre sueña, dormido,

que el viento es un can sin dueño,

que aúlla a sus pies tendido

para lamerle el ensueño.

Y aun no ha sonado la hora.

La noche no tiene sueño:

¡alerta, la veladora!

Gerardo Diego

INSOMNIO

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.

Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,

y tú, inocente, duermes bajo el cielo.

Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves

te me encierran, recluyen, roban. Hielo,

cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo

que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura

—cauce fiel de abandono, línea pura—,

tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,

...

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