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MOISES Y LA RELIGION MONOTEISTA


Enviado por   •  25 de Junio de 2014  •  1.595 Palabras (7 Páginas)  •  288 Visitas

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MOISÉS, EGIPCIO

PRIVAR a un pueblo del hombre que celebra como el más grande de sus hijos no es

empresa que se acometerá de buen grado o con ligereza, tanto

más cuanto uno mismo

forma parte de ese pueblo. Ningún escrúpulo, sin embargo, podrá inducirnos a eludir la

verdad en favor de pretendidos intereses nacionales, y, por otra parte, cabe esperar que el

examen de los hechos desnudos de un problema redundará e

n beneficio de su comprensión.

El hombre Moisés, que para el pueblo judío fue libertador, legislador y fundador de

su religión, pertenece a épocas tan remotas que no es posible rehusar la cuestión previa de

si fue un personaje histórico o una creación de

la leyenda. Si realmente vivió, debe haber

sido en el siglo XIII, o quizá aun en el XIV antes de nuestra era; no tenemos de él otra

noticia sino la consignada en los libros sacros y en las tradiciones escritas de los judíos.

Aunque esta circunstancia resta

certeza

definitiva

a cualquier decisión al respecto, la gran

mayoría de los historiadores se pronunciaron en el sentido de que Moisés vivió realmente y

de que el Éxodo de Egipto, vinculado a su persona, tuvo lugar en efecto. Con toda razón se

sostiene que

la historia ulterior del pueblo de Israel sería incomprensible si no se aceptara

esta premisa. Por otra parte, la ciencia de nuestros días se ha tornado más cautelosa y

procede mucho más respetuosamente con las tradiciones que en los primeros tiempos de

l

a

crítica histórica.

Lo primero que atrae nuestro interés en la persona de Moisés es precisamente su

nombre, que en hebreo reza Mosche. Bien podemos preguntarnos: ¿De dónde procede este

nombre; qué significa? Como se sabe, ya el relato del Éxodo, en su

s

egundo capítulo, nos

ofrece una respuesta. Nárrase allí que la princesa egipcia, cuando rescató al niño de las

aguas del Nilo, le dio aquel nombre con el siguiente fundamento etimológico: «Pues yo lo

saqué de las aguas.» Mas esta explicación es a todas luc

es insuficiente. Un autor de

Jüdisches Lexikon opina así: «La interpretación bíblica del nombre

-

el que fue sacado de

las aguas

-

es mera etimología popular, y ya la forma hebrea activa (Mosche podría

significar, a lo sumo: el que saca de las aguas) está en

pleno desacuerdo con ella.» Podemos

apoyar esta refutación con dos nuevos argumentos: ante todo, sería absurdo atribuir a una

princesa egipcia una derivación del nombre sobre la base de la etimología hebrea; por otra

parte, las aguas de las que se sacó al

niño no fueron, con toda probabilidad, las del Nilo.

En cambio, desde hace mucho tiempo y por diversos conductos se ha expresado la

presunción de que el nombre Moisés procedería del léxico egipcio. En lugar de mencionar a

todos los autores que se han ma

nifestado en este sentido, citaré la traducción del pasaje

correspondiente de un nuevo libro de J. H. Breasted , autor a cuya History of Egypt (1906)

se concede la mayor autoridad: «Es notable que su nombre, Moisés, sea egipcio. No es sino

el término egipc

io «mose» (que significa «niño») y representa una abreviación de nombres

más complejos, como, por ejemplo, «Amen

-

mose», es decir, «niño de Amon», o «Ptah

-

mose», «niño de Ptah», nombres que a su vez son abreviaciones de apelativos más largos:

«Amon (ha dado

un) niño», o «Ptah (ha dado un) niño». El nombre abreviado «Niño» se

convirtió pronto en un sustituto cómodo para el complicado nombre completo, de modo

que la forma nominal Mose se encuentra con cierta frecuencia en los monumentos egipcios.

El padre de

M

oisés seguramente había dado a su hijo un nombre compuesto con Ptah o

mon, y en el curso de la vida diaria el patronímico divino cayó gradualmente en olvido,

hasta que el niño fue llamado simplemente Mose. (La «s» final de Moisés procede de la

traducción

griega del Antiguo Testamento. Tampoco ella pertenece a la lengua hebrea,

donde el nombre se escribe Mosheh.)». He citado textualmente este pasaje, pero no estoy

dispuesto a asumir la responsabilidad por todas sus partes. Además, me asombra un tanto

que Br

easted haya omitido en su enumeración precisamente los nombres teofóricos

similares que se encuentran en la lista de los reyes egipcios, como, por ejemplo, Ah

-

mose,

Thut

-

mose (Totmés) y Ra

-

mose (Ramsés).

Ahora bien: cabría esperar que alguno de los mucho

s autores que reconocieron el

origen egipcio del nombre de Moisés también llegase a la conclusión

-

o por lo menos

planteara la posibilidad

-

de que el propio portador de un nombre egipcio fuese a su vez

egipcio. Cuando nos referimos a épocas modernas no vac

ilamos en adoptar semejante

conclusión, pese a que actualmente una persona ya no lleva un solo nombre, sino dos

-

el de

pila y el apellido

-

y aunque no son nada raras las modificaciones y asimilaciones de los

nombres bajo la influencia de circunstancias ext

eriores. Así, no nos extrañamos al

comprobar que el poeta alemán Chamisso es de origen francés, que Napoleón Buonaparte,

en cambio, es italiano, y que Benjamín Disraeli es efectivamente un judío italiano, como su

nombre permite sospechar. Cabe suponer que

en épocas pretéritas y arcaicas semejante

deducción de la nacionalidad a partir del nombre debería ser mucho más fidedigna y aún

imperativa. Sin embargo, en la medida de mis

...

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