Maria La Nueva Eva
Enviado por • 6 de Septiembre de 2012 • 2.331 Palabras (10 Páginas) • 589 Visitas
María nueva "Hija de Sión"
El Saludo Angélico
Saludo: invitación al gozo mesiánico. María Hija de Sión como personificación del Pueblo de Dios en los tiempos escatológicos, o en el Día de Yahvéh. Para entender el sentido profundo del Saludo Angélico a la virgen hay que tener presente el Salmo de júbilo a Sión del profeta preexílico (640-630 a.C.) Sofonías (3, 14-17) al que alude: "¡Hija de Sión; da gritos de alegría Israel! ¡Alégrate, Hija de Jerusalén! El Señor es el Rey de Israel en tí.¡No temas... Sión! En tu seno está el Señor, tu Dios, el héroe, el Salvador."
"Por María se realiza la gran aspiración del Antiguo Testamento..."
El saludo "¡Alégrate!", según esto, hay que considerarlo como la invitación por excelencia al gozo mesiánico que los profetas habían anunciado para los últimos tiempos de la "historia de la salvación", en los que, redimidos de nuestros enemigos por el Mesías, entraríamos a gozar de los supremos bienes: la vida divina, la justicia salvífica y la santidad, en una palabra, de Dios mismo, de su presencia salvadora, ya que por María se realizaría la gran aspiración del Antiguo Testamento, que sólo puede leerse como el libro de una espera continuada y creciente, como el libro de una expectación que va siempre creciendo hacia lo inaudito: la habitación de Dios en el seno de su Pueblo, por una Alianza nueva y eterna.
La salvación mesiánica profetizada por Sofonías, consistía precisamente en la presencia de "Yahvéh salvador, en medio de su pueblo". María, como nueva Hija de Sión, lleva a Jesús ("Yahvéh salva") "en su seno".
El "evangelista de la mansedumbre de Cristo", San Lucas, sobre todo en el Evangelio de la infancia, no cesa de proclamar para todos la más grande alegría espiritual por el "nacimiento virginal" del Mesías del seno purísimo de María (Lc 2, 10 "gran alegría") como conviene al supremo "Buen Nuncio" del Evangelio, que así se convierte en un pregón público del Reino de Dios, esto es, de la paz sobre la tierra (Lc 2, 14) y de la salvación universal (Lc 2, 29-32), de la entrada del Mesías en el mundo, no sólo para salvarlo, sino también para ser la Salud del Pueblo, que más que salvarse debe dejarse salvar, es decir, para llenar la tierra de energías celestiales, de enormes fuerzas sobrenaturales, que es lo esencial para la comprensión del Cristianismo, de un Dios que se hace hombre para salvarlo.
Pero nadie como María debía "alegrarse", ya que nadie como Ella, en calidad de Madre del Dios Salvador, debía participar de los bienes mesiánicos de la salvación, para luego derivarlos por redundancia sobre todos nosotros, comunicándonos así su alegría mesiánica, hecha "causa de nuestra alegría", en sentido bíblico de alegría en el Señor, presente en medio de nosotros, o sea, de alegría por la presencia del Señor.
Es lo que en el "Magníficat" declara Ella misma, impregnado todo su ser de la alegría del fin de los tiempos en Dios su Salvador, el Mesías Rey, que va a nacer de una virgen pobre, manifestando la gloria de su presencia en la pobreza de su Esclava, por lo que todas las naciones la proclamarán "bienaventurada", ya que Dios ama a los "pobres", a quienes reserva su Reino.
Por eso a la "voz" de María, llegada "de prisa" a la región montañosa de Judá, para anunciar la "Buena Noticia" de la salud mesiánica, "saltó" (de gozo) el Precursor, como antiguamente "saltó" David ante el Arca de la Alianza (Lc 1, 41, 2Sm 6, 16).
Para entender mejor este saludo – "alégrate" - hay que tener presente que lo que en los Profetas del Antiguo Testamento se decía colectivamente de todo el pueblo de Israel elegido y amado por Dios, simbolizado por la "Hija de Sión", aquí, en Lc 1, 28, se dice individualmente de la persona de María, en cuanto que María viene a ser la "Hija de Sión" ideal, en quien todo el antiguo pueblo de Israel por recapitulación alcanza su consumación y su cima, para tomar posesión de las promesas y convertirse por representación, en prototipo e imagen de la nueva comunidad eclesial redimida o de gracia, y, por lo tanto, en la nueva Eva que, asociada al nuevo Adán, vendrá a ser, en el orden de la Redención, la "Madre de los vivientes", ya que el Dios Salvador, Cabeza de la humanidad, se hacía presente y habitaría en Ella, dando así principio a un nuevo mundo, o sea, volviendo en cierto modo al mundo del principio del Génesis antes del pecado y de la muerte por la "Serpiente".
Por consiguiente, según esto, María es la "Hija de Sión", no sólo individualmente, sino también como símbolo de toda la expectación mesiánica de su pueblo y como signo de la futura Iglesia de Cristo.
En Ella está simbolizado el pueblo de Dios de la antigüedad, quien tiene que hacer su elección final aceptando a Cristo, pueblo que participa en la misión de Cristo, pueblo que con esta misión atraviese la historia.
María, pues, como verdadera "Hija de Sión", es la imagen de la Iglesia, la imagen de los creyentes que sólo mediante el don del amor, mediante la gracia, pueden llegar a la salvación y a sí mismos.
"Es presentación de la humanidad que es, en cuanto todo expectación y que necesita tanto más de esta imagen cuanto más le amenaza el peligro de olvidar la espera y de entregarse al hacer que, por muy imprescindible que sea, no puede llenar el vacío que amenaza al hambre si no encuentra el amor absoluto que le da sentido, salvación y todo lo verdaderamente necesario para la vida".
La "Llena de gracia"
En íntima conexión con el "gozo" mesiánico, al que es invitada, María es denominada (según el significado de "plenitud" del verbo griego karitóo, muy raro, para expresar algo inusitado) con el "título" único: la "Llena de gracia" (en griego, Kekaritoméne). Título que, al ocupar el lugar del nombre propio, viene a tener toda su fuerza y, por lo tanto, significa lo que es propio y característico de Ella y la distingue de los demás, es decir, como el epíteto que mejor declara el ser de María en la historia de la salvación y le conviene como un nombre de elección, de predestinación y vocación, a la manera que el término Pedro - Kefa - es utilizado para simbolizar el papel del jefe de los apóstoles en la fundación de la Iglesia (Mt 16, 18-19).
Así la "gracia" define la esencia de María, su realidad entera y llena toda su existencia. Dios invadió por entero el ser de María, se le "dio"
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