Montañas Que Ascender
Enviado por Mimisrmz • 9 de Noviembre de 2014 • 2.218 Palabras (9 Páginas) • 243 Visitas
Montañas que ascender
Si tenemos fe en Jesucristo, los tiempos más difíciles de la vida, así como los más fáciles, pueden ser una bendición.
En una sesión de conferencia, oí al presidente Spencer W. Kimball pedirle a Dios que le diera montañas que ascender. Él dijo: “Hay todavía grandes desafíos delante de nosotros, oportunidades gigantescas que alcanzar. Acepto con gusto esta emocionante perspectiva y con humildad quiero decirle al Señor: ‘¡Dame este monte!, dame estos desafíos’.
Mi corazón se conmovió, conociendo, como yo conocía, algunos de los desafíos y la adversidad que él ya había afrontado. Sentí el deseo de ser más como él, un valiente siervo de Dios. Así que, una noche oré para recibir una prueba a fin de demostrar mi valor. Lo recuerdo vívidamente. En la noche, me arrodillé en mi dormitorio con una fe que casi parecía llenar mi corazón hasta estallar.
En menos de uno o dos días mi oración fue contestada. La prueba más difícil de mi vida me sorprendió, me llenó de humildad y me proporcionó una doble lección. Primero, tuve una clara evidencia de que Dios oyó y contestó mi oración de fe; y en segundo lugar, comencé un aprendizaje, que aún continúa, para aprender el por qué tuve tal confianza esa noche de que de la adversidad podría venir una gran bendición que compensaría con creces cualquier costo.
La adversidad por la que pasé aquel día lejano ahora parece insignificante comparada con lo que hemos pasado mis seres queridos y yo desde entonces. Muchos de ustedes están pasando por pruebas físicas, mentales y emocionales que podrían hacerlos exclamar como lo hizo un gran y fiel siervo de Dios a quien conocí bien. Su enfermera lo oyó exclamar desde su lecho de dolor: “Cuando toda mi vida he tratado de ser bueno, ¿por qué me ha sucedido esto a mí?”.
Ustedes saben cómo le contestó el Señor esa pregunta al profeta José Smith cuando estaba encarcelado:
“…si eres echado en el foso o en manos de homicidas, y eres condenado a muerte; si eres arrojado al abismo; si las bravas olas conspiran contra ti; si el viento huracanado se hace tu enemigo; si los cielos se ennegrecen y todos los elementos se combinan para obstruir la vía; y sobre todo, si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien.
“El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?
“Por tanto, persevera en tu camino, y el sacerdocio quedará contigo; porque los límites de ellos están señalados, y no los pueden traspasar. Tus días son conocidos y tus años no serán acortados; no temas, pues, lo que pueda hacer el hombre, porque Dios estará contigo para siempre jamás”
Me parece que no hay mejor respuesta a la pregunta de por qué vienen las pruebas y lo que debemos hacer que las palabras del Señor mismo, quien soportó por nosotros pruebas más terribles de lo que podamos imaginar.
Recordarán Sus palabras cuando aconsejó que, al tener fe en Él, debemos arrepentirnos:
“…así que, te mando que te arrepientas; arrepiéntete, no sea que te hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y sean tus padecimientos dolorosos; cuán dolorosos no lo sabes; cuán intensos no lo sabes; sí, cuán difíciles de aguantar no lo sabes.
“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;
“más si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;
“padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.
“Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres”
Ustedes y yo tenemos fe en que la manera de elevarse en medio de las pruebas y de superarlas es creer que hay “bálsamo en Galaad”y que el Señor ha prometido: “…no te… desampararé”. Eso es lo que el presidente Thomas S. Monson nos ha enseñado a fin de ayudarnos a nosotros mismos y a los que prestamos servicio en lo que parecen ser pruebas solitarias y abrumadoras
No obstante, el presidente Monson también ha enseñado sabiamente que toma tiempo edificar un cimiento de fe en la realidad de esas promesas. Tal vez hayan visto la necesidad de ese cimiento en el lecho de alguien que está listo para abandonar la lucha de perseverar hasta el fin. Si no tenemos arraigado en nuestro corazón el cimiento de la fe, el poder para perseverar se desmoronará.
Mi propósito hoy día es describir lo que sé sobre cómo podemos establecer ese inquebrantable cimiento. Lo hago con gran humildad por dos razones: primero, lo que diga podría desanimar a algunos que estén luchando en medio de gran adversidad y sientan que su cimiento de fe se está derrumbando; y segundo, sé que ante mí yacen pruebas aún más grandes antes del final de la vida. Por lo tanto, la fórmula que les ofrezco aún no ha sido probada en mi propia vida al perseverar hasta el fin.
De joven trabajé con un contratista construyendo bases (zapatas) y cimientos para casas nuevas. En el calor del verano era mucho trabajo preparar el terreno para el molde en el que vaciábamos el cemento para hacer las bases. No había maquinaria; usábamos el pico y la pala. En aquellos días era mucho trabajo construir cimientos duraderos para los edificios.
También se necesitaba paciencia. Después de verter el cemento, esperábamos a que curara. A pesar de lo mucho que queríamos seguir adelante con el trabajo, también esperábamos después de hacer los cimientos antes de quitar los moldes.
Y aún más impresionante para un constructor novato era lo que parecía ser un proceso tedioso que llevaba mucho tiempo: poner con cuidado varillas de metal dentro de los moldes para reforzar el cimiento.
De manera similar, el terreno se debe preparar con mucho cuidado para que nuestro cimiento de fe resista las tormentas que vendrán a la vida de todos. Esa base firme para un cimiento de fe es la integridad personal.
El elegir lo justo constantemente, cuando tengamos que tomar una decisión, crea el terreno firme bajo nuestra fe. Puede dar comienzo en la niñez, siendo que toda alma nace con el don gratuito del Espíritu de Cristo. Con ese Espíritu, podemos saber cuándo hemos hecho lo correcto ante Dios y cuando hemos hecho lo malo ante Su vista.
Esas decisiones, cientos de ellas en la mayoría de los días,
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