PRINCIPALES ACUERDOS DEL CONCILIO DE TRENTO

EL CONCILIO DE TRENTO

El Concilio de Trento fue un concilio de la Iglesia Católica Romana desarrollado en diversas sesiones (25) entre el año 1545 y el 1563. Tuvo lugar en Trento, una ciudad del norte de la Italia actual, que entonces era una ciudad libre regida por un príncipe-obispo.

Todo el mundo consideraba necesario, a finales del siglo XV y principios del XVI, la convocatoria de un concilio que reformara la disciplina de la Iglesia.

Convocado con la intención de responder a la Reforma protestante, supuso una nueva orientación de la Iglesia y definió sus dogmas esenciales.

Tras muchos intentos fallidos y tras superar no muchas presiones políticas de los gobernantes de los países y desde la propia Iglesia, cuando finalmente se convocó fue un concilio difícil y con continuas interrupciones, en el que pueden distinguirse hasta tres periodos con tres Papas diferentes: Pablo III, Julio III y Pío IV.

Con escasa participación al principio, y nunca libre de obstáculos

políticos, conforme avanzaba el Concilio, el número de asistentes y su prestigio aumento.

Los decretos del Concilio, confirmados por el Papa Pío IV el 26 de enero de 1564, fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX.

PRINCIPALES ACUERDOS QUE SE DIERON EN EL CONCILIO DE TRENTO:

Sobre la Revelación

Las fuentes de la Revelación son la Sagrada Escritura y la Tradición, contrariamente a lo que afirman los protestantes de que la Sagrada Escritura es la única fuente de fe

Corresponde a la Iglesia la interpretación de la Sagrada Escritura, con el consentimiento de sus Padres y jerarquía eclesiástica.

Se reconoce a la Vulgata como la única versión oficial y auténtica de la Biblia, aunque se reconozcan algunos errores de traducción, y es la única referencia válida a efectos de dogma y moral.

Sobre la santificación

La santificación no es una gracia de los méritos de Jesucristo al alma del cristiano, sino una regeneración interior por la cual el hombre pasa a ser Hijo de Dios

El pecado original, transmitido a todos los hijos de Adán, les hace nacer en el pecado y el mal, pero no destruye la libertad del hombre para obrar bien.

La fe sola no basta para santificarse, es necesario efectuar buenas obras bajo la influencia de la gracia divina, que acompaña nuestra voluntad y nos previene de la influencia del pecado.

Sobre los sacramentos

Se reconocen siete, y no es necesario que hayan sido instituidos por el propio Jesucristo.

Se adopta el término transubstanciación para resaltar la conversión del pan y el vino de la Eucaristía en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. Se reafirma la repetición del sacrificio de la Cruz cada vez que el sacerdote consagra las Sagradas Formas.

Se proclama la existencia de Purgatorio, la legitimidad de las indulgencias

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