Papa Bergoglio

Antes de que Juan Pablo II redactara las normas electorales vigentes del Cónclave, técnicamente hablando se podía elegir al Sumo Pontífice por compromiso, aclamación popular y mayoría cualificada. Ha prevalecido únicamente esta tercera opción, pero simbólicamente sobrevuelan las otras dos en la victoria de Bergoglio. Era un compromiso el viraje continental. Y se produjo incluso una aclamación entre las paredes de la Capilla Sixtina. Antes incluso del recuento de las papeletas.

En efecto, superada la cifra mágica de 77, sus eminencias prorrumpieron en una gran ovación, pero fueron llamados al orden porque el proceso no había terminado. Y porque Bergoglio continuaba engrosando su botín, tal como han admitido varios cardenales a riesgo de merecerse la excomunión.

Inútil ponerse a especular con la cifra. Lo hacen, desde luego, los diarios italianos de esta mañana, pero más allá de que fueran 90 votos o 95, resulta evidente que el Papa Francisco se anotó una 'supervictoria' en la quinta y última votación del miércoles, sin olvidar que la primera ya lo había predispuesto como favorito, malogrando la teoría según la cual Bergoglio habría sido una solución alternativa al duelo Scherer-Scola que tanto propugnaron los vaticanistas... Lejos de asumir el papel de 'outsider', fue la referencia del Cónclave desde la primera votación. Y que las cuatro siguientes no hicieron sino multiplicar sus expectativas.

América votó a América

Proliferaron los padrinos a favor del argentino tanto como lo hicieron los bloques. Entre aquéllos destaca el papel de gran elector que desempeñó el influyente y reputado monseñor Schönborn, arzobispo de Viena, mientras que entre los bloques vino a producirse una especie de corporativismo continental: América votó a América.

Al respecto, no ofrecía dudas la versión del arzobispo de Toronto. Monseñor Collins reconocía su entusiasmo por la elección de Bergoglio. Y atribuía el consenso extramayoritario de las eminencias tanto al perfil de santidad del ungido como a su desvinculación con la Curia.

"Estaban los tiempos maduros para la entronización de un Papa latinoamericano. Se había arraigado la sensación de que urgía una alternativa a Europa", añadía ayer el cardenal checo Duka, redundando en la transversalidad de la candidatura de Bergoglio.

Era el mismo entusiasmo que confiaba a ELMUNDO.es el purpurado andaluz Carlos Amigo. Estuvo a punto de llorar cuando supo que el colega argentino iba a llamarse Francisco -Amigo es franciscano-, pero se contuvo porque le daba vergüenza exponerse.

"Una vez proclamado Papa se dirigió a nosotros con su sentido del humor para decirnos que Dios nos perdonara haberlo votado", añadía el arzobispo emérito de Sevilla.

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